Crisis social

Una doble lacra: cómo el desempleo y la precariedad afectan a la salud mental

La incidencia de los trastornos del estado del ánimo es muy inferior entre las personas que trabajan (5,7%) que entre aquellas que están desempleadas (11,5%) e inactivas (11,8%), según un informe publicado por Funcas

Una doble lacra: cómo el desempleo y la precariedad afectan a la salud mental
Una doble lacra: cómo el desempleo y la precariedad afectan a la salud mental
Pixabay / whoismargot

En España hay un total de 932.400 hogares en los que todos sus miembros están en paro, de acuerdo con la última Encuesta de Población Activa (EPA). Con datos del cuarto trimestre del año pasado hay, además, 1,07 millones de personas que llevaban más de un año buscando un empleo sin éxito, a quienes se considera parados de larga duración. Unos y otros conforman el lado oscuro de un mercado laboral que se ha mostrado resiliente, pese a la incertidumbre global, al enfriamiento de la economía o al alza de los tipos de interés. Las estadísticas que hablan de niveles de afiliación récord no les representan y las consecuencias de la situación en la que viven van más allá de lo económico y de las dificultades de desarrollar un proyecto vital, trascendiendo al ámbito de la salud

Los problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión afectan a alrededor de 75 millones de personas en Europa y a unos 8 millones de personas en España, según la última edición del Global Burden of Disease, y estos se dan con mayor frecuencia entre la población en edad de trabajar. Sin embargo, la situación difiere en función de las perspectivas laborales. En el caso de las personas empleadas la tasa de trastornos del estado del ánimo ronda el 5,7%, prácticamente la mitad que la que se registra entre las desempleadas (11,5%) o las inactivas (11,8%).

Es una de las principales conclusiones recogidas en el número 38 de 'Panorama Social', una publicación editada por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas). En una investigación que han desarrollado Aroa Tejero y Sigita Doclyte se pone de manifiesto cómo entre los asalariados con contrato indefinido la tasa de trastornos mentales es menor (12%) que entre quienes cuentan con contratos temporales (entre 14% y 15%, dependiendo de la duración de estos). La tasa es aún mayor en el caso de quienes tienen un trabajo esporádico (17%).

La salud mental, la parcialidad el empleo y el sesgo de género 

El tipo de jornada puede ser también un caldo de cultivo para este tipo de desórdenes y, en este caso, el sesgo de género es evidente. Así, entre los empleados a tiempo parcial la tasa de trastornos mentales alcanza, incluso, el 16%, de acuerdo con el mismo artículo. El problema añadido es que esta fórmula se ha convertido, de hecho, en una de las principales causas de la brecha salarial y en una fuente de precariedad, dado que de los 2,87 millones de personas empleadas con una jornada parcial, prácticamente el 74% son mujeres, según la última EPA. 

Ellas se ven abocadas a esta fórmula ante la imposibilidad de conciliar su vida laboral y personal. El reparto desigual de los cuidados y las responsabilidades domésticas sigue siendo una realidad, tanto que el 88% de las personas que han tenido que optar por este tipo de contrato para poder atender a sus hijos o a los dependientes a su cargo son mujeres, frente a un escaso 12% de hombres. 

En este caso, el deterioro de la salud mental no viene dado únicamente del esfuerzo que conlleva tratar de compatibilizar ambas realidades, la laboral y la familiar, sino también del hecho de que las prestaciones asociadas a este tipo de jornada puedan ser insuficientes para garantizar unos óptimos estándares de bienestar, o de la frustración derivada de un trabajo que no se adapta a las expectativas personales, grado de formación, capacitación o conocimiento, como advierte el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST).

En este tipo de trabajadores se observan síntomas y otros signos compatibles con deterioro de la salud mental, como problemas para dormir, cansancio, escaso apetito, decaimiento... En este sentido, el INSTT constata que este tipo de sintomatología es más frecuente en mujeres, en mayores de 50 años, entre quienes no cuentan con un contrato formalizado, entre los trabajadores a tiempo parcial y en quienes tienen una jornada continua de noche.

El ejemplo de la crisis financiera y el colapso de la construcción

El paro de larga duración es otra de las causas de desórdenes mentales, como demostró la pasada crisis financiera. El derrumbe del sector de la construcción expulsó del mercado de trabajo a muchos de sus empleados durante periodos de tiempo prolongados. Un análisis de las Encuestas Nacionales de Salud demostró que estas personas vieron empeorar de forma notable su salud mental. "La carga de estos desórdenes mentales es tan grande que incluso podría haber ralentizado la recuperación del conjunto de la economía española", sostiene un informe que publicó El Observatorio Social de la Fundación La Caixa.

El trabajo, que se publicó justo antes de que estallase la pandemia de coronavirus, explica cómo entre 2006 -justo antes de que estallase la 'burbuja' del ladrillo- y 2011, cada vez que la tasa de desempleo en la construcción aumentaba 10 puntos porcentuales, los desórdenes mentales relatados por los trabajadores expulsados del sector aumentaban alrededor de 3 puntos

En una economía altamente dependiente de la construcción, salir del desempleo se convirtió en una misión prácticamente imposible para millones de personas. Así y si en 2006, el 2% de la población activa había estado en el paro más de 2 años, en 2011, este grupo se había casi cuadruplicado hasta rozar el 8%. En el sector, la incidencia del paro de larga duración se multiplicó por dieciocho en aquellos años. Los parados de larga duración del ladrillo llegaron a suponer el 1,8% de toda la población activa en 2011. 

Después de una gran crisis se tarda más en encontrar un empleo y los problemas mentales tienen el tiempo necesario para surgir y consolidarse, explica la investigación. En cambio, en condiciones de estabilidad económica, encontrar trabajo cuesta menos, lo que mitiga los efectos en la salud mental. La gran mayoría de trabajadores de la construcción que perdieron su empleo a principios de la crisis financiera no llegaron a encontrar otro hasta mucho después. Otros, siguen aún desempleados.

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