Gas a precio de oro

La letra pequeña de Putin para abaratar la energía espanta a Madrid y Bruselas

Las esperanzas de Europa se han venido abajo tras conocer los detalles del 'acuerdo' con el que el líder ruso trata de sacar provecho a su situación de dominio en el provechoso negocio del suministro de gas.

La letra pequeña de Putin para abaratar la energía espanta a Madrid y Bruselas
La letra pequeña de Putin para abaratar la energía espanta a Madrid y Bruselas
DPA vía Europa Press

No podía ser tan bonito. Las esperanzas puestas por Europa la semana pasada, momento en el que Vladimir Putin anunció que abriría el grifo para rellenar las exiguas reservas de gas en el corazón europeo, se han venido abajo tras conocer la letra pequeña con la que el mandatario ruso trata de sacar provecho a su situación de dominio en el provechoso negocio del suministro de gas. En una intervención medida realizada el pasado 6 de octubre, Putin dio ordenes a su gobierno y empresas aledañas para que iniciaran los trámites y presentaran una ampliación de los aproximadamente 200 bcm de gas que Europa tiene contratado con Gazprom, la corporación energética rusa que provee de esta energía al centro y este europeo. Simplemente con esas palabras, el gas bajó un 7% en lo que prometía ser el inicio del fin de la pesadilla que la Unión Europea está viviendo con los precios de la energía.

Una vez sembradas las esperanzas y aumentado las expectativas, y tras una semana sin añadir más detalles, la UE sigue sin saber exactamente en qué consiste la estrategia rusa y lo que es peor, conocer la razón exacta por la que el plan del presidente ruso no ha sido ejecutado antes, si realmente su intención es aliviar ahora la situación en los mercados internacionales y en particular en el suministro europeo de gas cara al invierno.

El 13 de octubre, Putin desinfló la burbuja europea asegurando que su país ya ha aumentado las exportaciones de gas en un 10%, en realidad un 15% si incluimos la inyección vía GNL. Sin embargo, según los datos consultados por La Información, se demuestra que las exportaciones de gas ruso siguen estando por debajo de los niveles de 2019 y muy alejados del máximo que Gazprom estimó en 205 bcm como límite para enviar a Europa.

Los argumentos de la gasística rusa se basan en que, en lo que va de año, en proporción ha exportado más que en 2020. Siendo cierto este dato, en los últimos dos meses, septiembre y octubre, la tendencia se ha invertido, probablemente por ser el momento en el que Rusia llena sus instalaciones y reservas estratégicas para afrontar el invierno.

Detrás de este retraso está la soberana estrategia rusa para aprovisionar primero sus reservas y después cumplir con sus contratos con chinos o europeos. Sin embargo, en esta ocasión, ha coincidido con el incremento de precios en los mercados y la tardía acción europea para proceder a hacer lo mismo con sus propias reservas.

Gazprom y la letra pequeña de Putin

Para corregirlo, Gazprom propone aumentar los contratos a largo plazo como medida fundamental para evitar caer en el mismo error y eliminar la volatilidad en los precios a la que se enfrenta Europa. Detrás de esta iniciativa se esconde su intención de que los países europeos apuesten definitivamente por el gas ruso en lugar de por el aprovisionamiento a través de GNL embarcado u otras fuentes que puedan poner en compromiso la ingente cantidad de dinero que recibe Moscú por el suministro de gas a Europa.

Entre líneas se puede leer el deseo de derivar la contratación de gas a través de “un mecanismo de estabilización a largo plazo del mercado de energía”, como anunció el presidente ruso. Traducción: atar las necesidades de Europa a un solo proveedor durante mucho más tiempo. Evidentemente, de esta manera, se acabaría la volatilidad puntual del mercado gasístico europeo, pero, por el contrario, aumentaría la dependencia de Europa de un solo proveedor, dada la inexistencia de interconexiones y capacidades gasísticas capaces de compensar con gas canalizado africano el ingente aporte ruso al corazón de Europa.

Este es precisamente el factor que más asusta a los europeos que no acaban de considerar a Rusia como un socio estratégico. Esta actitud comienza a pasar factura y cansar a las autoridades del Kremlin, quienes, a través de Vladimir Chizhov, jefe de la misión permanente de Rusia ante la UE, manifestaron la conveniencia de que la UE encuentre suficiente "voluntad política para hacer esto, sabrán dónde encontrarnos".

La intención de Gazprom es que los europeos apuesten definitivamente por el gas ruso en vez del aprovisionamiento a través de GNL embarcado

De momento el ‘encuentro’ ruso se limita a incrementar mínimamente la exportación de su gas a través de Ucrania y sólo pensar en aumentarlo en consideración a partir de 2021.

La solución: Nord Stream 2

Para Putin la auténtica solución tiene un nombre: Nord Stream 2, que, según Gazprom, reducirá las tensiones y enfriará los precios. Sin embargo, existe un escollo para permitir que este gasoducto, que une directamente Rusia con Alemania evitando Ucrania, entre definitivamente en funcionamiento. Antes tiene que conseguir el visto bueno del regulador alemán. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró que la autorización para el que gasoducto opere "ayudará de forma natural a estabilizar los precios del gas natural en Europa", metiendo más presión para que se agilicen los trámites necesarios.

Existen precedentes en la jugada de Moscú y se remontan a mayo de 2014. Fue en esta fecha cuando Vladimir Putin y el presidente chino, Xi Jinping, asistieron a la firma entre Gazprom y CNPC (Chinese National Petroleum Corporation) de un acuerdo valorado en 300.000 millones de euros para el suministro de gas. El suministro ruso comenzó en 2018 y será válido durante 30 años a un precio inferior que el que pagan los europeos por el mismo gas procedente de Siberia.

La condición puesta por los rusos fueron las mismas que con Nord Stream 2, es decir, gas a cambio de la construcción de un gasoducto directo para inyectar gas siberiano a la exigente demanda industrial de China, que necesita esta energía para mantener su espectacular crecimiento económico. De esta manera se asegura el total control sobre el suministro energético del gigante asiático y obtiene la llave de la tan ansiada autonomía estratégica europea.

Tanto Bruselas como Moscú son plenamente conscientes de su interdependencia, pero la resolución de esta cuestión no llegará hasta que ambas partes se pongan de acuerdo. En este sentido, las continuas reticencias de la Unión Europea, chocan con la postura alemana, dispuesta a hacer valer su peso en la Unión para asegurarse el suministro ruso para sus hogares e industria.

La derivada española

El ‘efecto mariposa’ provoca que una decisión que tiene su origen en Moscú y Bruselas tenga repercusión en Madrid. La propuesta española para la compra conjunta de gas en el marco de la UE tiene como objetivo abaratar los precios del gas y por extensión reducir la factura de la luz en España, que se ha convertido en un problema político de primera magnitud. Sin embargo, esta opción sólo tendría efecto en el medio plazo y tendría que realizarse con gas procedente de Moscú, por lo que las tensiones en los precios de la energía, que se espera terminen en primavera, están condicionadas al aumento en el suministro ruso. Cuando más se eternice esta cuestión, más tensión se producirá en los mercados y como pronto, hasta enero, no se podrá aumentar la aportación gasística rusa al conjunto del mix energético europeo.

La solución definitiva al conflicto radica en la aceptación por parte de Europa de la contratación de gas a través de contratos de larga duración. De esta manera se eliminará la inestabilidad en los precios a cambio de aumentar la dependencia europea de un único proveedor, tanto en la fuente, el gas, como en el transporte, Nord Stream 2. Al margen de esta cuestión quedará la aportación que llegue vía marítima de GNL, una contribución que en modo alguno puede paliar los 200 bcm que Moscú proporciona a Europa cada año para que podamos poner la calefacción en invierno.

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