Segundo año sin nazarenos

Pasión, crisis y ¿esperanza? en Sevilla: sin turistas ni procesiones... y con ganas

La Semana Santa y la Feria de Abril suponen casi el 5% del PIB de la capital andaluza, que sobrevive con tasas de ocupación del 25% pese a abaratar los precios a niveles que apenas cubren con los gastos. 

Varios carteles recordando la Semana Santa del pasado en el puente de Triana, en Sevilla.
Varios carteles recordando la Semana Santa del pasado en el puente de Triana, en Sevilla.
La Información

Con una cerveza, todo se entiende mejor. Aunque en este caso no sea para beberla. Justo lo contrario. En el Bar Macarena de Sevilla, a unos pocos pasos de la Basílica de María Santísima de la Esperanza Macarena, resumen con un pequeño ejemplo de microeconomía las mareantes cifras de pérdidas que la suspensión de la Semana Santa en la calle supondrá para una ciudad en la que la palabra pasión siempre se desborda. Por cada día de pasos en procesión que hubo en el pasado, este pequeño local de diez metros cuadrados vendía 30 barriles de cerveza (sin contar con la 'madrugá' que abarrota más si cabe el barrio). Ahora, necesita una semana entera para vender un par de ellos.

Jueves, 25 de marzo: quedan un puñado de horas para que el Viernes de Dolores amanezca entre la niebla que el río Guadalquivir exuda en esta primavera veraniega que lleva los termómetros a casi los 30 grados a la tarde. Así han brotado antes de tiempo las jacarandas del Parque María Luisa. Para una vez que el buen tiempo parecía asegurado incluso para la salida en Viernes Santo del 'Cachorro', diana habitual de los días de lluvia, no habrá nazarenos ni advocaciones de penitencia hasta la catedral. En los dominios terrenos y más próximos a la Macarena, sí hay cierta expectación y movimiento, ciudadanos entrando a ver la imagen cuando el indicador electrónico en la puerta no marca el máximo aforo permitido, y pocos paseantes en las inmediaciones de la barra que atiende en solitario Álvaro Gómez. "Pésimo. No lo puedo resumir de otra manera. Esto es un desastre y no esperamos nada para estos días. Antes éramos seis y ahora mira". 

Se refiere a la soledad del camarero en tiempos de la Covid, una vez que el vendedor de la Once se ha ido prometiendo que le venderá el millón de euros si no se lo pide antes un vecino. La agonía de Álvaro, su desasosiego y resignación, bien podrían titular a la perfección las grandes cifras, los números macro que apuntalan la crisis de una ciudad a la que le han cercenado dos años seguidos su lucrativo mes de abril. Entre la Semana Santa y la Feria, la capital andaluza se juega el 4,3% de su Producto Interior Bruto en menos de 30 días, según estimó hace ya unos años la Universidad de Sevilla en unas cifras que sí va actualizando a golpe de inflación. Entre las dos, casi 1.300 millones de euros cada primavera.

La Semana Santa, volviendo a la amargura presente, se va hasta los 400 millones de impacto por sí sola, según fijó el Ayuntamiento de Sevilla tras la que sí procesionó en 2019. En esas cifras se incluye todo: bares, hoteles, comercio y el llamado arte cofrade. Imaginería, orfebrería, bordados, todo lo necesario para el nazareno… El diario ABC Sevilla calcula que el 75% de la facturación de este colectivo se ha evaporado desde que el estado de alarma del 14 de marzo de 2020 fulminó la palabra gloria del binomio dolor y gloria.

Podría pensarse que esa cuarta parte de ingresos va a pagar el incienso que se adensa en el aire por toda la ciudad y que se impregna en las mascarillas. Gana, sin duda, al azahar que aún desprenden los miles y miles de naranjos a los que el Consistorio sacudió su fruto hace escasas fechas. De lo que no hay duda es que la cuenta del 25% de actividad económica que resiste pese a la Covid se extiende por los demás sectores. Rocío Valverde atiende en la recepción del Hotel Zaida, un establecimiento de una estrella en pleno centro, a unos 200 metros de la Campana. Desde la reapertura en diciembre (tras los parones obligados en primavera de 2020 y el andaluz de otoño), también gestiona la recepción de otros locales de los mismos propietarios. Ella está en ERTE porque trabaja media jornada. Como ella, las tres limpiadoras. Las cuatro representan alrededor de una cuarta parte de toda la fuerza habitual. Hasta el dueño se pasa a cubrir libranzas y ordenar papeleo. 

Una proporción repetida una y otra vez, la de perder el 75% de la potencia. En estos días de 2021, frente al pasado cuando esta era la temporada más alta que conocía la ciudad hispalense, el hotel ofrece habitaciones a unos 25 euros por persona de media; antes de la pandemia, ese precio se disparaba a los 100 cuando se acercaba el Domingo de Ramos y se alargaba hasta que se desmontase el ferial mes y medio después. Así y con todo, pese a tirar los precios, la ocupación prevista no supera, una vez más, el 25%. "Esperamos que al final venga gente de última hora de los pueblos, que quieran cambiar de aires estos días… o que no se pueden ir a la playa, la verdad", desea la joven.

Dos policías locales pendientes de  la cola en la Basílica del Stmo. Cristo de la Expiración de Sevilla.
Dos policías locales pendientes de la cola en la Basílica del Stmo. Cristo de la Expiración de Sevilla.

Europa Press

Rocío se refiere a la prohibición que impera en Andalucía de no poder cruzar fronteras entre provincias desde que acabó la Navidad. Durante semanas y semanas tampoco se podía entrar o salir de los términos municipales (esa decisión se adoptaba en cuanto un municipio superaba los 1.000 casos de incidencia acumulada). "Estamos viendo a gente que viene de Eslovenia y Paquistán, pero un gaditano o un cordobés no pueden venir. Es una locura".

De Brasil o Croacia son otros pasaportes que han escaneado en este hotel en los últimos días. "Los croatas son nuestros ‘franceses’. Están viniendo muchos jóvenes y nos tienen en alerta constante cuando les alquilamos los apartamentos turísticos porque se dedican a organizar fiestas", explica la recepcionista, que considera que el mejor comportamiento de su oferta paralela no compensa los quebraderos de cabeza. "Lo que no entiendo es lo de Brasil. No sé cómo pueden entrar tantos cuando se supone que los vuelos están restringidos", concluye.

Así y todo, ni los sevillanos de la provincia ni los turistas extranjeros logran compensar o ponerles una sonrisa a los gremios dedicados a atender al visitante. Tiendas de souvenir, carretas, autobuses descapotables, guías en diez idiomas diferentes, incluso una estación de tren de Santa Justa donde quedan abiertos justo la mitad de los veinte locales comerciales posibles: la administración de loterías (la suerte tiene crédito ilimitado), el de prensa, locales de alquiler de vehículos o un Mcdonalds. Lo mínimo.  

Hablando de mínimos: para quien dudara sobre cómo se iba a respetar la distancia de seguridad en los callejones de un metro de ancho del barrio de Santa Cruz la respuesta es un escenario sombrío y solitario. Nueve y media de la noche de un martes previo a la Semana Santa y se oyen dos campanadas antes de que el silencio, tan triste cuando es involuntario, invada los recovecos. A lo lejos, el chorro de una fuente. 

De regreso al interior de los alojamientos, que son el termómetro más fiable de la verdadera Semana Santa turística en Sevilla, la Asociación de Hoteles de Sevilla recabó información a principios de esta semana y puso la foto fija: ni la mitad de la planta hotelera está abierta y las reservas de esa oferta se quedan en un lamentable 15%. En declaraciones a Ep, la patronal ya no se siente con fuerzas de mirar al verano. Una primavera más sin ingresos (un año entero casi sin actividad) será "la puntilla" de un sector que "no puede aguantar más". 

Los camareros, mientras tanto, se afanan en domar las exigencias a pie de terraza. Martes, miércoles, jueves… De las croquetas de jamón de Casa Ricardo al postín de Eslava: en los dominios de la Basílica del Gran Poder cuesta encontrar mesa en idéntica proporción a escuchar un acento que no sea sevillano. No hay sitio ni turistas. Tampoco los hay en el Salvador, en la calle Feria, calle Betis o, ya a la hora del cubata de media tarde camino a la noche y su toque de queda a las once, entre la juventud de Colón.

Sevilla para los sevillanos. Lo que se antoja como lema chovinista (o de desaire histórico entre los demás andaluces) es una maldición estos días. Sin embargo, la población está en la calle y con ganas de Semana Santa. Tantas, que el Ayuntamiento, la Delegación del Gobierno y el Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla han pactado un dispositivo para controlar que los ciudadanos no se agolpen en torno a los templos, donde cada cual ha decidido un programa de actos con especial brillo en el horario en el que supuestamente le debería haber tocado pisar el asfalto. Van advertidos: da igual para qué exposición dedicada al mundo cofrade se intente comprar entradas o acceder a una visita estos días. Imposible o esperas interminables. 

A media mañana del Viernes de Dolores, se va formando una multitud (y se han habilitado carteles pidiendo mantener la distancia durante 500 metros) a la puerta de la Basílica del Santísimo Cristo de la Expiración (o del Patrocinio o del Cachorro). Allí se ha decidido exponer el paso del misterio como si estuviera a punto de salir (cada hermandad ha optado por una modalidad distinta y única de celebración interior) y los trianeros van cumpliendo en peregrinación hasta el extremo de su barrio, en esa esquina donde la polémica Torre Sevilla arroja su larga sombra.

Más silencio, más respeto, más rezos. Y, estando en Triana, también esperanza. Hasta que llegó la pandemia, Sevilla se escindía en dos esperanzas: la Macarena y la señora al otro lado del Guadalquivir. El camarero del bar que lleva el nombre de la primera desde 1968 cuenta que hace un mes el propietario del local decidió ofrecer su venta al dueño actual. Pese a estar acosado por esta crisis global y con otros establecimientos cerrados por restricciones y falta de clientes, decidió comprar. "Aquí siempre habrá gente en cuanto vuelva un poco de normalidad… porque digo yo que volverá la normalidad". La esperanza que sí une a todos los sevillanos sin excepción.           

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