Un paseo por los 5 estrellas de Madrid: colas a la entrada... pero ninguna maleta

Desde Neptuno hasta Sol afloran las primeras víctimas del ‘crack’ del alojamiento de  lujo. El aviso se repite a la entrada de gigantes del sector: "Volveremos en cuanto el escenario actual lo permita”,

Hotel Westin Palace
Un paseo por los 5 estrellas de Madrid: colas a la entrada... pero ninguna maleta
Hotel Westin Palace

Aún no son las siete y ya hay noche cerrada. Las luces del Paseo del Arte se difuminan en el aire y Neptuno custodia el final de la avenida. A sus pies, una hilera de taxis aguardan la próxima carrera frente al emblemático Westin Palace. Ya no es como antes. "Llegar y besar el santo". Así recuerda Luis Miguel, taxista "de toda la vida", el trabajo a las puertas del hotel hace apenas un año. Ahora, el primer conductor de la fila lleva más de media hora sin tocar las llaves, aún en el contacto, como si meterlas en el bolsillo trajese mal fario. El edifico se alza imponente a la derecha del conductor. Ninguna de sus habitaciones está iluminada. La pandemia ha hecho mella. Apenas una decena de cinco estrellas resisten con las puertas abiertas en toda la capital. El Palace es uno de ellos.

Luis Miguel recuerda que, hace un año, empezaba la jornada a la puerta de estos gigantes hoteleros. "Comenzaba a las ocho y, en cosa de una hora, ya ingresaba sesenta euros con los trayectos de los huéspedes, del hotel hasta Barajas". El pasado sábado, en doce horas de trabajo apenas facturó lo que antes le ocupaba menos de una mañana. El taxi hace de termómetro y alerta del via crucis que encaran los hoteles de lujo. También los aeropuertos. Las bases de la red de Aena cerraron octubre con un 81,9% menos de pasajeros que el mismo periodo del año anterior. Un paseo por los cinco estrellas madrileños que se oponen a echar el cerrojo capta una imagen poco alentadora: la restauración se ha convertido en una piedra angular de su facturación... por encima incluso de sus habitaciones.

Cruzar el umbral del Palace es aterrizar en un pasado brillante. Hace meses que alguien colocó un cartel en el hall para dirigir a los despistados. 'Check in por aquí', reza. El circuito acordonado desemboca en una recepcionista que levanta la vista solo el tiempo justo para comprobar que tampoco el último visitante trae maletas. La entrada es ahora el puente que conecta la calle con el afamado restaurante La Rotonda. El metre sale al quite. "¿Tiene reserva?". El pasado sábado, el lujo estaba de oferta y las mesas, a rebosar. Tanto como permiten las estrictas restricciones de aforo. Un tibio bullicio llena el gran salón circular, donde, si no fuera por las mascarillas de los trabajadores, uno logra olvidar que en la calle aún se respira con miedo.

De los cerca de cuarenta hoteles de lujo que acoge Madrid, menos de un tercio aceptan reservas a fecha de este lunes. Muchos abrirán en Navidad, otros lo harán en enero y, los más precavidos, esperarán a primavera, justo cuando se cumple un año de la primera declaración de estado de alarma. Precisamente el último decreto de excepción motiva la coletilla que muchos de sus recepcionistas deslizan al final de cada llamada: "La fecha de apertura es estimativa… no hay garantías". Los planes a largo plazo son castillos de naipes mientras el virus siga suelto y la sociedad, sin vacuna.

Por el camino que lleva a Sol aparecen las primeras víctimas del ‘crack’ de los cinco estrellas. "Volveremos a abrir en cuanto el escenario actual lo permita". El cartel tras la cristalera del Hotel Villarreal confirma lo que su cerrojo anuncia. El aviso es idéntico unos metros más arriba, en pleno paseo de los Jerónimos. "El Hotel Urban se suma a los esfuerzos sanitarios para paliar la expansión del Covid-19". Acercar la frente a su cristalera es chocar de bruces con la crisis del turismo en España: capas de plástico cubren los muebles y  esculturas de la recepción.

Y del silencio al aforo completo. A las puertas del Four Season una veintena de personas aguardan su turno para entrar al hotel. "¿Esperan para el check in?”. La respuesta es unánime. "No, solo venimos a tomar algo". La fotografía del Palace se repite, el rodar de las maletas forma parte de una banda sonora demodé. Ahora es la restauración la que saca brillo a los gigantes hoteleros de la capital, donde hace meses que, por tierra o aire, los forasteros llegan con cuentagotas. La Asociación Empresarial Hotelera de Madrid (AEHM) traslada a este medio que, según los estudios de confianza, la recuperación del sector en Madrid girará en torno a 2022 o 2023.

Sobre las moquetas de los cinco estrellas caminan ya más turistas que comensales. En el restaurante del NH Hotel Suecia el ritmo es cardiaco. Los camareros suben y bajan las escaleras del local sin detenerse más que para asegurar los circuitos. Los "perdone, a dónde va" se repiten y recuerdan que, también bajo techo, el virus acota la libertad de movimientos. Como la mujer del César, los hoteles de lujo deben parecer precavidos, además de serlo. En ambos casos cumplen. Gel a la entrada, circuitos señalizados y una vigilancia constante del personal para evitar que, por despiste o desgana, los clientes incumplan las normas de las que depende su éxito. 

Callejeando hasta Gran Vía y todo de frente hasta Plaza España, otros dos valientes aceptan reservas. En el Barceló Torre, el equipo sonríe con la mirada. "Una parte se mantiene en situación de ERTE parcial. Hemos tenido que reducir nuestra plantilla operativa a los niveles reales de demanda", explica Salvador Aparisi, director del hotel, a La Información. En su  caso, el flujo de reservas se sostiene gracias a "un porcentaje alentador de cliente de negocio con gran peso del mercado Español". Mientras las restricciones lo permitan, seguirán llegando maletas al Barceló Torre.

Más al norte, en Paseo de la Castellana 259, en el Eurostars Madrid Tower reina el silencio y la oscuridad es total. Tanto, que uno tiene que pegar la cara a la cristalera para comprobar que la puerta giratoria del hotel está atrancada por los mismos carros que antes iban cargados hasta arriba de maletas. Como tantos otros, el cierre es 'sine die'. El alojamiento de alto nivel también sufre las vacas flacas de la pandemia. Todo apunta a que, tal y como cayeron, los cinco estrellas también se levantarán. Por el momento, todas las miradas están puestas en la curva. "Temo que nos queda virus para rato", vaticina Luis Miguel, "Antes había puntos de negocio seguro, ahora uno se la juega al dios dirá... ¿Prefiere en efectivo o con tarjeta?"

Mostrar comentarios