¿Quién será el 'asesino de Netflix'? La UE, Disney o su propia deuda afilan sus armas

  • El gigante del ocio dispara en más de un 30% su pasivo en el último año, hasta los 12.000 millones, para generar contenidos propios. 
Netflix
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Hay un nuevo asesino en serie entre los medios financieros de Estados Unidos. Se llama 'Netflix Killer' y su aparición se ha vinculado a la inminente puesta en marcha del nuevo canal de streaming de Disney. Este mismo jueves, durante la presentación de los resultados de la multinacional de Mickey Mouse, se desveló el nombre: Disney+ y se expusieron algunas de sus características: llegará a finales de 2019, se quedará (como es lógico) con todos los derechos de las películas que se produzcan y se estrenen desde este año (la continuación de 'Frozen', lo nuevo de los Vengadores, lo que venga de Star Wars) y vendrá con novedades jugosas en el formato de series, como una dedicada al villano (a veces héroe) más encantador de la gran saga de Marvel: Loki.

Así que Netflix podría pensar que ya tiene rostro para su futuro asesino: se llamaría Elsa (por elegir a un personaje protagonista del año que se avecina) y le arrebatará una suculenta parte de su catálogo, que se nutría del universo fantástico de princesas y superhéroes desde 2012 tras el acuerdo que alcanzaron entonces ambas compañías y por el que la plataforma ofrece en exclusiva en la ventana para televisión los nuevos estrenos de Disney, además de poder insertar en su catálogo una amplia selección de sus producciones anteriores.

“Es un gran competidor”, ha contestado ya a la BBC Reed Hastings, el jefazo de Netflix. No le teme a Disney, como no le hizo temblar demasiado Amazon ni otros canales de pago. Netflix aparenta fortaleza. Hace dos semanas, presentó unos resultados de récord en ingresos y suscriptores. En lo primero, se situó a unos pocos dólares al terminar el trimestre (el tercero de 2018) de superar la barrera psicológica de los 4.000 millones de dólares; su previsión es hacerlo en el cuarto periodo.

Una vez más, el gigante de la televisión de pago presentó unos resultados cuyos ingresos engordan a unas tasas del 30% desde hace ya varios trimestres consecutivos. Para hacerse una idea del poderío de Netflix frente a sus rivales del mundo de la televisión, los ingresos trimestrales del rey de las series, HBO, apenas superan los 1.600 millones de dólares. Así que Netflix le duplica con creces ya.

No es para menos. Netflix cuenta con más de 130 millones de suscriptores en 190 países de todo el mundo y Hastings contestó al órdago de Disney (era una noticia conocida desde hace un año: solo faltaba por conocer nombre y reconfirmar que el cambio vendría en el último tramo de 2019) con un plan para producir 17 nuevos programas en Asia, incluyendo la primera serie en un mercado tan adicto al espectáculo como es la India. Es decir, Netflix busca en el Lejano Oriente su expansión.

Y podría ser buena estrategia porque en Europa se le está complicando la existencia. En la presentación de sus resultados, Netflix alardeó de que no le preocupaba la exigencia de la Unión Europea de aplicar un porcentaje del 30% de contenido comunitario en su oferta para el Viejo Continente. Incluso en su nota oficial reflejó que los países de la zona común están deseosos de firmar acuerdos de coproducción con ellos y que no será ningún problema la exigencia.

Más le ha dolido otro movimiento proveniente de Bruselas. Ha sido esta misma semana, el pasado martes 6, cuando la Comisión Europea le dio un golpe indirecto a Netflix a través, una vez más, de Disney. En una decisión histórica, las autoridades comunitarias dieron su visto bueno a la compra por parte de Disney de Twenty-First Century Fox por 71.300 millones de dólares, una operación validada desde junio por los reguladores de Estados Unidos y con la que Disney no solo compra a los Simpsons y todo el catálogo de series de la Fox (que no es pequeño), sino que también recupera los derechos sobre una parte importante de los superhéroes más mediáticos junto a los Vengadores: los X-Men. Solo le ha puesto algún reparo a ciertos canales de historia y de deportes, pero el grueso de la oferta pasa a manos del Tío Gilito justo a unos meses de tener su propio canal de streaming.

Y, sin embargo, el mayor problema de Netflix viene de dentro. De su maltrecha tesorería. Seguramente, las cifras de su pasivo explican, mucho mas allá que Disney o la UE, el declive de las acciones de la compañía desde el pasado verano, cuando superó los 420 dólares por acción. Ahora, en el entorno de los 315 dólares, enfila un camino de descenso que denota cierta desconfianza.

El origen también está en esas cuentas históricas que presentó Netflix hace dos semanas. Tras los ingresos récord se esconde un gigante dormido: una deuda acumulada que se aproxima a los 12.000 millones de dólares y que ha crecido, solo en el último año, en más de un 30% (era de 9.000 millones a finales de septiembre de 2017).

Netflix admite el riesgo como parte de su apuesta. Aunque refiriéndose a su maltrecho flujo de caja y no al total de su deuda (pasó de 465 millones de saldo negativo a 859 entre septiembre de 2017 y el de 2018), asegura que “estas enormes inversiones en contenido” se convertirán en beneficios muy pronto. Necesitan invertir a pleno rendimiento si no quiere quedarse atrás, insisten. Los resultados globales todavía le avalan. Entretanto, esa deuda de 11.800 millones de dólares es mayor a su último balance anual conocido, los 11.600 millones en ingresos de 2017 (aunque de periodos diferentes, ya que este 2018 mejorará esa anualidad).

Pero, si Netflix fuera un país, la Unión Europea ya le hubiera abierto un expediente por superar el 100% de deuda respecto a su 'Producto Interior Bruto'.

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