Wework: el hombre que reta a Wall Street con la OPV de su gigante del coworking

  • Adam Neumann (40) es la cara visible de la compañía sobre la que están todas las miradas del mercado ante una salida a bolsa con enormes riesgos.
El creador de Wework, Adam Neumann
El creador de Wework, Adam Neumann

Adam Neumann. Su nombre es desconocido para la inmensa mayoría. Detrás de él se encuentra el empresario que quiere levantar un 'imperio' del coworking que, al menos sobre el papel, vale más de 42.000 millones de euros. Durante la última década ha convencido a los mayores fondos de inversión para que financiaran su plan para crear la mayor red de oficinas compartidas del mundo. Ahora, WeWork se prepara para una de las salidas a bolsa más sonadas de Silicon Valley y aquel niño criado en una granja colectiva en Israel se dispone a desafiar de nuevo a Wall Street, tras los golpes de otras grandes tecnológicas como Uber. Lo hace con unas cuentas teñidas de rojo, una gestión rodeada de polémica y con las dudas en torno a su elevada valoración y su modelo de negocio sobrevolando la sede central de la compañía en Nueva York.

Neumann nació en una familia formada por dos médicos en Israel. Tras el divorcio de ambos, se quedó con su madre, con la que cambió numerosas veces de casa. Tras un periodo en Indianapolis (Estados Unidos), vivió a principios de los 90 en un Kibutz, una comuna agrícola en la que ella trabajaba como doctora especializada en Oncología, según aseguró él mismo en una entrevista a la revista Forbes. Él fue a una escuela en una zona cercana a la Franja de Gaza. Su infancia no fue sencilla con tantos cambios y la falta de estabilidad y de una comunidad cercana, como ha reconocido. Unas dificultades que le han marcado. Tampoco fue sencillo hacer amigos. Con dislexia, acabó cumpliendo el servicio militar obligatorio en la Armada de Israel. Tras ello viajó a Estados Unidos, con su hermana, la modelo Adi Neumann.

Rozando la veintena, probó con varios proyectos. El último, la venta de ropa de bebé. No funcionó. Neumann quiso probar suerte con el alquiler de oficinas compartidas junto a Miguel McKelvey, un estadounidense al que conoció allí y que tuvo también una infancia en un colectivo de madres solteras activistas. Tratar de quedarse con espacios que luego dividiría para ofrecérselos a empleados 'freelances' sin centro de trabajo fijo. La idea se puso en práctica tras alquilar un piso en Brooklyn. Montaron Green Desk, junto al dueño del local, Joshua Guttman. Tras diferencias en la estrategia de expansión, tanto el propio Neumann como McKelvey le vendieron su participación en la empresa por 3 millones y con ello montaron la primera oficina. El israelí mantenía una relación con la que hoy su pareja y madre de sus cinco hijos, Rebekah Paltrow Neumann, prima de la actriz Gwyneth Paltrow. Cofundó junto a ellos dos lo que hoy es Wework. Era sólo el primer paso.

Poco a poco fue abriendo más y más oficinas. Logró los primeros apoyos de algunos de los principales fondos de inversión de Silicon Valley. Pero esos inicios tuvieron algunos problemas. Las formas de Neumann fueron muy criticadas. Lo reconocía el propio McKelvey: "Se dio cuenta de que motivar con miedo no es efectivo; solía pensar que el miedo era algo positivo". Así lo aseguraba el cofundador en una entrevista a finales de 2017. Esa cultura machista impregnó la estructura de la empresa. Y durante años se ha visto salpicada por denuncias por agresiones sexuales o por discriminación o por las condiciones de trabajo. En este sentido, el propio Neumann tuvo que afrontar en 2015 la batalla de los limpiadores de las oficinas, subcontratados a través de una tercera empresa, y en 2016 la denuncia de una exempleada que se negó a firmar un empeoramiento de esas condiciones. Estas denuncias implicaron algunos cambios, como por ejemplo, la limitación del alcohol gratuito en sus oficinas.

Hacia fuera, ahora trata de vender lo contrario. No sólo a inversores, sino también a sus propios empleados y a los miembros de su comunidad. Con un mensaje marca de Silicon Valley, Neumann ha tratado de ejercer como de Mesías en la compañía, con mensajes grandilocuentes y lemas 'buenistas' sobre la misión de la compañía. El lema con el que arranca el folleto de la OPV no deja lugar a dudas: "Nuestra misión es elevar la conciencia del mundo". Aseguran buscar "una cultura de inclusión y la energía de una comunidad inspirada".

El directivo ha sabido transmitir ese optimismo a los inversores que han elevado la valoración de la empresa a cotas muy altas: la última ronda de financiación, con el gigante japonés Softbank como principal participante, la colocó en los 47.000 millones de dólares, por encima de la mayor parte del Ibex 35 en España. Todo ello después de haber recibido, entre capital y diferentes operaciones de deuda, casi 13.000 millones de dólares. Pero, ¿es una cifra que muestra una sobrevaloración de la empresa? 

¿Sobrevaloración?

Con todos estos mimbres, hay quien pone el grito en el cielo ante lo que entiende como una sobrevaloración de la compañía. Principalmente por su modelo de negocio, que se basa no en la compra de propiedades (las que tienen en su balance como activos son muy minoritarias, al menos por ahora), sino en el alquiler a largo plazo (10-15 años) de espacios por todo el mundo para luego alquilarlos a corto plazo a empleados freelances o empresas para que éstas instalen a parte de sus plantillas. Un modelo muy expuesto a posibles recesiones en el futuro y que, según algunos analistas, no tienen tantas barreras de entrada.

Hay otros analistas que defienden algo diferente. Ven a Wework como una empresa que no sólo se centra en la actividad inmobiliaria, sino que se convertirá en un 'sistema operativo' laboral. El propio Neumann lo dejaba claro en Forbes: "Nadie está invirtiendo en una empresa de trabajo compartido por valor de 20.000 millones. Eso no existe. Nuestra valoración y tamaño se basan mucho más en nuestra energía y espiritualidad que en un múltiplo de ingresos". Traducido: siguen vendiendo que no sólo será un 'alojador', sino también ofrecerá otros servicios vinculados -entre ellos la posibilidad de movilidad de los empleados entre diferentes centros de trabajo- que elevan las barreras de salida de sus inquilinos. A esto hay que sumar otra potencial línea de negocio: la exportación de su modelo a otras compañías. Convertirse en una consultora de espacios de trabajo, gracias a todos los datos que recaban a diario a través de sensores y herramientas de 'big data'.

Esa es la visión. La realidad es que hoy la compañía se encuentra con una cuenta de resultados teñida de rojo. Durante los primeros seis meses de este año 2019 ha ingresado algo más de 1.500 millones de dólares procedentes de sus 528 oficinas y 527.000 miembros activos, pero debido principalmente a los gastos vinculados a la apertura de nuevas oficinas las pérdidas operativas se dispararon por encima de los 1.300 millones. No es algo que haya preocupado en exceso a Softbank, el gigante japonés que ha apostado de lleno con más de 10.600 millones de dólares de inversión en diferentes operaciones. Es el máximo accionista de la empresa, después de los fundadores.

Una gestión, bajo sospecha

Ese control de los fundadores es algo que llama la atención. Neumann controla un porcentaje superior al 50% (y todo ello pese a las enormes cantidades de capital recibido en las diferentes ampliaciones). Y lo seguirá haciendo después de la emisión de nuevas acciones con la OPV que tendrá lugar en los próximos meses. Pero lo llamativo es la estructura accionarial. Repite el esquema de otros gigantes tecnológicos como Google: él tiene 'superpoderes'. Cada una de sus acciones equivalen a 20 votos en una potencial votación. Es muy superior al resto de compañías. "Por mucho tiempo, nosotros somos una empresa controlada", apuntaba en el folleto. 

Esos 'superpoderes', vistos con cierto recelo por los inversores y analistas, no es lo único que hace fruncir el ceño a Wall Street. También están algunos casos vinculados a una gestión muy personalista del propio Neumann. Por ejemplo, la compañía prestó cientos de millones de dólares al directivo para comprar propiedades que luego la compañía alquiló, en lo que muchos han señalado como un grave conflicto de interés. O el pago al fundador de casi 6 millones de euros por la marca 'We' que estaba registrada con una sociedad a su nombre. O la contratación de varios familiares de Neumann y el nombramiento de su pareja como uno de los tres miembros de un comité encargado de reemplazar al directivo en caso de que muriera o quedara discapacitado durante la próxima década.

Todos los ojos están puestos en Neumann, cuya fortuna ha sido valorada por Forbes en más de 4.000 millones de dólares. El empresario pondrá a prueba a Wall Street y su confianza en un modelo con grandes riesgos. Los precedentes de Uber y su salida a bolsa -también con importantes números rojos en su cuenta de resultados y la escasa visibilidad de los beneficios a medio plazo- no son especialmente halagüeños.

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