CATALUÑA. MASCARELL PIDE EN MADRID UNA SOLUCIÓN PACTADA PARA IMPULSAR UN “PROYECTO IBÉRICO DE COOPERACIÓN Y PROGRESO”

- Defiende que se negocie la formación de Gobierno en España sin “líneas rojas” sobre Cataluña porque la consulta es la salida “lógica” a la situación. El delegado de la Generalitat de Cataluña en Madrid, Ferran Mascarell, pidió este jueves en el Fórum Europa, en Madrid, escuchar y dialogar para acordar una solución al “déficit de acomodación” de Cataluña y hacer posible un “proyecto ibérico de cooperación y progreso” en el que se sumen las fortalezas, las culturas y las lenguas.
Mascarell intervino en un encuentro informativo organizado por Nueva Economía Fórum presentado por el secretario de Estado de Cultura en funciones, José María Lassalle, en el que ambos hicieron gala de la posibilidad de diálogo y entendimiento entre quienes mantienen posiciones ideológicas distantes.
Defendió que la primera obligación de la política es “deshacer nudos” a partir del diálogo y el razonamiento, porque solo de esa forma la práctica política puede ser “inteligente” y “útil” a los ciudadanos. A la política actual, añadió, “le fatan razones y le sobran emociones”, y abundan también las “líneas rojas”, cuando en su opinión la única tendría que ser la “defensa radical de la democracia” y todas las demás suelen ser “síntoma de impotencia”.
En esa línea, insistió en que la política tiene una razón de ser esencialmente “anticonflictiva” y su objetivo es “desconflictivizar” los litigios que nacen por los legítimos intereses dispares, por la lógica pluralidad de ideas y aspiraciones, y defendió que esas soluciones tienen que llegar siempre a través del método democrático.
Se refirió a la situación entre Cataluña y España como algo en lo que muchos quieren ver un “nudo gordiano”, y apostó por deshacer ese “nudo” y crear en su lugar un “nodo de instituciones adaptadas” a las necesidades reales de los catalanes, los españoles y los europeos. “La resistencia al cambio”, alertó, “solo retrasa un futuro que podría ser mucho mejor que nuestro presente”.
En su opinión, el “nudo” principal que hay que deshacer es “la baja calidad” del Estado español y de sus instituciones, y en ese punto precisó que no equipara el Estado, entendido como sistema político e institucional, con España, su sociedad y sus ciudadanos. Esa “baja calidad” es un problema “de todos”, dijo, y genera “notable inquietud” entre quienes constatan que no está sirviendo al derecho de los ciudadanos a mejorar su calidad de vida y a resolver sus problemas.
Cree que el “pulso de mejora” de los principales partidos españoles “se detuvo hace demasiado tiempo” y los “malos usos” que se creían “extirpados” se han acentuado en los últimos años permitiendo que emerjan la corrupción, el clientelismo y “tics” recentralizadores, homogeneizadores e incluso autoritarios, multiplicando esa “incapacidad” para un desarrollo institucional inclusivo.
Se remontó a 1978 para subrayar que se vivió como una “esperanzadora puerta para un definitivo acomodo”, y se detuvo en la reforma estatutaria de 2006 para alertar de que fue “la última propuesta de acomodo institucional que la sociedad catalana propuso al Estado”, pero esa oportunidad fue desaprovechada y a partir de ahí cientos de miles de ciudadanos decidieron “construir un nuevo relato”.
Mascarell se mostró convencido de que los libros de historia hablarán de ese proceso situando su origen en la “baja calidad del Estado” y el “crónico déficit de acomodación” de Cataluña, sumados a los efectos de una crisis que hubo que afrontar “son herramientas institucionales adecuadas” y a la “frustración” por lo que ocurrió con el Estatuto. Todo ello acrecentó “el sentimiento de desacomodación entre lo que los ciudadanos catalanes esperaban de su Estado y lo que ese Estado parecía dispuesto a ofrecerles”, y muchos de ellos apostaron “por un Estado propio distinto del español”.
CARTA DE MARAGALL EN 2006
El delegado de la Generalitat considera que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto tuvo “un efecto devastador” en esos ciudadanos y provocó un “cisma político y emocional” porque muchos no entendieron “las políticas de tensión, acoso y derribo” a sus demandas ni el “desinterés” de ese Estado por años de movilizaciones en las que intentaban expresarse. Un catalán cabreado, sintetizó, se fue convirtiendo en un catalán “esperanzado en una realidad política distinta”.
Para sustentar su tesis se remitió a una carta que Pasqual Maragall envió a Felipe González a comienzos de 2006 en la que le explicaba su apuesta por una “nueva España en la que de una puñetera vez” la vieja Cataluña, la vieja Castilla o la vieja Andalucía tuvieran un “lugar honorable” mediante un federalismo que garantizara tales condiciones de “habitabilidad conjunta” que no pudieran ser rechazadas por el soberanismo. De otra forma, advertía, se abriría la puerta a que una mayoría decidiera “formalizar su desinterés por España”.
Mascarell recordó lo que llegó después con el “cepillado” de Alfonso Guerra al Estatuto y la sentencia del Constitucional, y subrayó que todo eso hizo mella en una sociedad “inequívocamente democrática”, con gran criterio cívico, muy diversa en sus orígenes y que en una mayoría ha llegado a la conclusión de que sus aspiraciones, también las solidarias, tendrían mejor respuesta con un sistema institucional propio.
Insistió en que ese problema es político, institucional, pero no cultural ni social, porque los ciudadanos catalanes se sienten “profundamente cercanos” a los del resto de España pero no entienden “por qué las instituciones españolas han hecho tan poco esfuerzo por entender el fondo de lo que estaba sucediendo” y por qué algunas declaraciones públicas de sus responsables parecen pensadas para alimentar “mayor desconexión”.
Esos ciudadanos, dijo, apuestan por un Estado propio pero también por un “sistema asociativo” que permita la mejor cooperación posible con la sociedad española y con la europea, porque “nuestra prioridad, además de Cataluña, es España y es Europa”.
Pidió, en ese punto, imaginar lo que supondría convertir la actual situación en un “referente mundial de buena práctica política” llegando a una “solución pactada del conflicto” que permita impulsar un “proyecto ibérico de cooperación y progreso”, una especie de “países nórdicos del sur”. Es posible, sentenció, pero hace falta “dejar de mirar el dedo y mirar directamente a la Luna, a ese conjunto de cosas importantes que podríamos hacer si dejáramos de mirar las que nos atenazan”.
NEGOCIAR SIN "LÍNEAS ROJAS"
Preguntado expresamente por si ve posibilidad de una marcha atrás en la demanda de consulta, aseguró que hacerla es “la salida lógica y natural” a la actual situación. Su transición desde el PSC, explicó, se debió en parte a la incapacidad de ese partido para entender la forma en la que se construye la identidad de las personas y de las sociedades, que no tiene tanto que ver con el nacionalismo como con el sentimiento de pertenencia. La falta de ese sentimiento, dijo, se está viendo en muchas ciudades europeas y está provocando “cosas que ustedes conocen bien y que no son precisamente positivas”.
Aseguró que el proceso emprendido en Cataluña no está afectando a las inversiones extranjeras y expresó su confianza en que la posible reunión entre los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont sea “positiva” porque “siempre vale la pena” hablar, conocerse, “que se sepan cuáles son las razones” del otro.
Sobre las negociaciones para formar Gobierno en España, cree que no lograrlo sería “un fracaso” y apuntó, en ese sentido: “cuantas menos líneas rojas y cuanta más vigencia del imperativo democrático, mejor”, por lo que “se está equivocando” quien plantee la negociación con “líneas rojas” sobre Cataluña.
Mascarell se refirió también a la gestión de la crisis de refugiados y aseguró que en Cataluña “se ha hecho todo lo que se debía hacer” y además se ha hecho “a buen ritmo” y en colaboración con los ayuntamientos. “El problema es que no todo el mundo ha hecho su trabajo” en España y eso tiene que ver con esa “poca calidad” que denuncia y también con la “poca humanidad” de algunos.

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