Tras la Cumbre de Madrid

Feijóo en pleno ascenso necesita un PP para reconquistar a catalanes y vascos

La cruda realidad que impera en España desde hace semanas: tras las elecciones de Andalucía, el 19 de junio, el PSOE y el PP se han convertido en dos partidos muy distintos de cara a los electores.

Alberto Núñez Feijóo
Feijóo en pleno ascenso necesita un PP para reconquistar a catalanes y vascos.
CONTACTO vía Europa Press

A Pedro Sánchez, posiblemente, no le guste lo que va a oír en esta crónica política, pero es la cruda realidad que impera en España desde hace semanas: tras las elecciones de Andalucía, el 19 de junio, el PSOE y el PP se han convertido en dos partidos muy distintos de cara a los electores. Y lo que es fundamental para los secretarios generales de ambas instituciones: los líderes han permutado sus cualidades y expectativas de cara a las futuras urnas. Por un lado, el Gobierno y los dos partidos que lo sustentan están en franco declive; y por otra parte, el partido mayoritario de la oposición está subiendo enteros cada día que pasa.

Todo ello sucede, sólo diez días después del subidón de la OTAN que tan buen sabor de boca produjo en el Gobierno, al menos en el ala socialista, porque la otra parte -la de Podemos- sigue atrapada en su desazón por las actitudes militaristas de sus socios. Pues bien, los fastos de la OTAN fueron simples fuegos artificiales que permanecerán en el recuerdo y en el álbum de fotos, pero ya se esfumaron de la memoria de los españoles, que han visto más urgente dar paso a los problemas reales e inmediatos.

Por decirlo de una manera clara y directa: ha llegado la hora de la verdad para Alberto Núñez Feijóo. El que fuera elegido por los dioses para descabalgar a su colega Pablo Casado (por su mala gestión en el ‘caso Ayuso’) y convertirse él en el presidente de un partido al que aspiraba y soñaba dirigir desde que se celebraron las primarias de 2018, aunque prefirió no participar y esperar su mejor hora, la actual. Si bien todo esto ya es pura historia y toca poner el foco y la lupa sobre la imagen y las posibilidades reales del presidente del PP y escudriñar su estrategia como candidato a un potencial triunfo en las urnas con un Pedro Sánchez que no da nunca una pelota por perdida.

Feijóo sabe que a pesar de la bonanza en las encuestas -todas le dan como ganador por encima de Sánchez, algunas con más de 38 escaños de ventaja- las cosa no serán fáciles para él ni para su partido a la hora de confirmar la victoria. Aunque el bipartidismo sigue pujante a pesar de la presencia de algunos partidos bisagra, el pasado de los populares y del propio Núñez Feijóo está aún pendiente de resolver cuestiones importantes, sobre todo, como candidato que debe aclarar algunas de las incógnitas políticas que circulan entre el electorado. Una de las más importantes es saber qué pasará con el PP y Vox; cuáles serán sus relaciones y “posibles” pactos. Hay que recordar una obviedad que a veces se nos olvida: Feijóo no es Casado, y la nueva versión gallega del PP es muy distinta a la que había antes en Génova, en la época en la que también mandaba Teodoro García Egea.

Por aquel entonces, Casado competía con Vox como si fuera su gran obsesión, algo que le perjudicaba a él y al partido y hacía engrandecer a los verdes de Santiago Abascal. Con Feijóo las cosas son muy distintas, él les da la espalda e ignora como si ellos no tuvieran nada que ver en los asuntos de la derecha, ni con el PP. Ha marcado unas líneas rojas para que nadie de su partido se las salte. Feijóo tiene claro que su rival es Sánchez y el PSOE, y no lo es Vox por mucho que levanten la voz y los brazos. A las pruebas y al efecto Juanma Moreno podemos remitirnos para confirmar el buen resultado de esta actitud de los populares, al menos, en Andalucía. Más pronto que tarde, Abascal y Feijóo deberán verse las caras y tantear sus posibilidades de un futuro común, aunque eso no le guste al líder de la calle Génova y luche por evitarlo; sin embargo, en el fondo saben que de una manera u otra pueden acabar necesitándose.

Veremos si en las próximas elecciones autonómicas y en las generales también el PP conseguirá distanciarse de Vox. No está tan claro. La sombra alargada de Mariano Rajoy persigue de refilón a Núñez Feijóo. Muchos creen que el actual líder gallego del PP es una nueva versión del anterior ex presidente, que para muchos ciudadanos cometió graves errores. Por ejemplo, no supo aprovechar la mayoría absoluta que obtuvo tras la caída de Zapatero para hacer determinadas reformas; no derogó ninguna ley socialista, ni la de la Memoria Histórica; le dio a la izquierda un canal de televisión para que pudieran insultar y menospreciar a la derecha; estas y otras cuestiones ponen en entredicho que Feijóo pueda presumir de ser “rajoyista”, y deberá aclarar qué hará, entre otras cosas, con algunas leyes bastante nefastas aplicadas por la izquierda estos años, según la opinión publica, una vez llegue al poder, ¿las mantendrá como hizo Rajoy o las derogará como muchos votantes desean y exigen? ¿tendrá en cuenta la cuestión cultural o sólo se dedicará a solucionar -en lo posible- la cuestión económica?

A Núñez Feijóo le preocupa menos la acusación que a veces le hacen de ser un nacionalista “light”, tópico que arrastra desde que destronó a los partidos galleguistas y convirtió desde el PP el gallego en lengua compartida con el castellano. En más de una ocasión ha reconocido que el predominio de la lengua debe ser cultural y no político, una manera de ocupar el espacio que quieren protagonizar los otros partidos simplemente con la imposición de la lengua por encima de todas las demás circunstancias. Para Feijóo el gallego es una herramienta para comunicarse y expresarse, y no es un motivo de enfrentamiento para provecho de partidos políticos que no buscan el bien social y sí la desunión y la discriminación política -caso de Cataluña- entre ciudadanos y lenguas de un mismo país.

Pero en la autonomía antes mencionada, Cataluña, y también en el País Vasco, el Partido Popular tiene graves problemas de identidad y de cantidad, y en ambas sus números electorales son ridículos, y como bien dice Feijóo si se quiere gobernar España hay que ser más influyentes en todo el territorio, especialmente en esos dos. De ahí que para empezar, el jefe de la oposición haya incrementado sus visitas, especialmente al territorio mediterráneo. La idea de Feijóo no es mágica pero intenta remediar algunos males endémicos que su partido tiene en su núcleo duro, como “frenar las cuestiones identitarias” y la “política partidista”, y preocuparse por otros discursos más positivos y más influyentes como “la recuperación económica” o “el bolsillo de las familias”. Parece que desde el PP se ve esta fórmula -más económica y menos social- como una importante posibilidad de mejora para cambiar las cosas tanto en Cataluña como en el País Vasco.

Quizá por ello, el jueves pasado Núñez Feijóo regresó a Barcelona por segunda vez en una semana. Allí quiso presentar “un nuevo PP” que fuera capaz de darle la vuelta a una “tortilla” muy difícil de cocinar bien, desde el punto de vista político, sobre todo para los intereses de los populares, y que a su vez sean capaces de corregir la “polarización y la ruptura social en Cataluña”, y ofrecer una nueva etapa de “convivencia”. Para coser los desgarros existentes entre el PP y una buena parte de la ciudadanía catalana, Núñez Feijóo cree que la economía podría ser el mejor trampolín para limar asperezas. En esta nueva visita el líder de la oposición evitó meterse de nuevo en el charco de la “nacionalidad catalana”, el mismo que le costó algún disgusto y tener que aclarar sus posiciones políticas respecto a las autonomías.

El tono conciliador del presidente del PP fue la constante de estos encuentros que despertaron cierto interés entre personas e instituciones no radicales de Cataluña que también apuestan por un mayor entendimiento entre catalanes, y entre catalanes y españoles. Feijóo llegó a afirmar que “los vecinos no deben ser vistos como un enemigo, sino como un aliado para construir el presente y cimentar el futuro”. Y sentenció que “el momento actual exige que los políticos sirvamos a los intereses de la mayoría”. Palabras que habrá que ver cómo se traducen en acercamientos sociales y políticos.

Por último, Pedro Sánchez sigue dando su respuesta particular al ascenso de Núñez Feijóo y del PP, pero los resultados no le acompañan. Además de la terrible situación económica que no mejora, el propio Gobierno se ha metido ahora también en el desconcertante lío de apoyarse en Bildu para aprobar la “Ley de Memoria Democrática”. Una ley muy particular que no satisface a casi nadie, y que no busca los objetivos de concordia y unidad que tanto precisa España. Al final serán ellos, los sucesores de ETA que no han condenado todavía los cientos de muertos y el terror por ellos causado, los que decidan cuándo se establece temporalmente la Transición y en qué circunstancias. Un error, un inmenso error, de un presidente del Gobierno que se hunde en las encuestas mientras intenta salvarse por la puerta de atrás aliándose con Bildu, y eso sólo consigue acelerar la hora de Feijóo.  

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