El medio rural no es un entorno inmóvil, sino dinámico. Y, al contrario de lo que se pueda pensar, no está muerto. En primer lugar, ha hecho falta una década para que la recuperación y dinamización del entorno rural en España, y así se ha se haya revitalizado. En la crisis de 2008, las zonas rurales habían experimentado un parón al haber un éxodo masivo del campo a las ciudades o de población extranjera que retornaba a su país de origen. Así lo explica un reciente estudio sobre Inmigración realizado por el Observatorio Social de la Caixa, que expone datos sobre indicadores migratorios en relación a vivienda, trabajo, salud, integración social y riesgo de pobreza.
A medida que han pasado los años, se ha ido recuperando tejido demográfico, llegando a un repunte en 2015. Nuevos pobladores se han ido asentando de nuevo buscando nuevas oportunidades, sobre todo en poblaciones litorales donde se vive de la agricultura intensiva, hostelería o construcción. También destaca la movilidad por economía de cuidados: las regiones de las Islas Baleares, Alicante y Almería son “retiros de oro” para jubilados extranjeros.
En porcentajes, el año pasado casi un 10% de la población rural en España había nacido en el extranjero. La cifra aumenta si se habla del tramo de edad de entre 20 y 39 años: un 16 %. El origen de esta población rural que frena la curva de la “España vacía” se centra en Marruecos (11,5%), Rumanía (9%), Colombia (6,6%), siendo Venezuela el quinto flujo de origen (4,8%) y Alemania el último (2,9%). En total, 6.539.656 son las personas extranjeras que residen en España con fecha de actualización del 1 de enero del 2019.
A parte de la presencia en levante y las Baleares, el estudio también revela que más de la décima parte de la población rural en Cataluña, Aragón y el norte de Castilla-La Mancha también ha nacido fuera de España. Finalmente, en cuanto a la razón de las zonas de movilidad, el Observatorio revela que hay un paulatino desplazamiento laboral porque no existe un centro fijo de atracción rural. Se van llenando por “saturación y contigüidad”, normalmente cerca de mercados laborales cercanos.
Las consecuencia de esta mescolanza enriquece la dinámica social. La fecundidad de las madres extranjeras y las lógicas de reagrupación familiar amplían el crecimiento, hasta el punto de revitalizar notablemente el entorno. En 2019, uno de cada cinco menores de 13 años en la España rural era hijo de madre de origen extranjero, y las cifras se elevan en las áreas urbanas de menos de 1.000 habitantes. Por ejemplo, en los municipios de hasta 500 residentes, el 25,4% de los menores de 13 años es de origen extranjero. El Observatorio concluye que en su generalidad, el 20% de las nuevas generaciones de jóvenes rurales tienen ascendencia extranjera.
Un hecho clave que refrenda el “antídoto” extranjero en la España rural es un dato de 2017. Se registró un saldo positivo demográfico a pesar de la alta mortalidad de los residentes y la poca fecundidad en el entorno, y la razón fue el flujo migratorio extranjero. Como apunta el estudio: “Los autóctonos tuvieron un papel secundario”. El informe advierte las consecuencias que tiene esto a nivel de sostenibilidad económica y social, porque estos nuevos pobladores son agentes de cambio social, y deben tener representatividad: "Son culturas que hay que escuchar y tener muy en cuenta en cualquier política pública".
Con vistas al futuro, la pandemia traerá un retroceso de la migración a la España rural pero, como ya se ha visto, “la crisis sanitaria ha mostrado claramente la dependencia que tienen los sectores agropecuarios del flujo de trabajadores extranjeros”. En conclusión, la recuperación demográfica del ámbito rural pasa por el flujo de estas nuevas generaciones, de sus familias extranjeras, su carácter cosmopolita y el impacto económico que traen.
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