La acogida de refugiados, un símbolo maltratado de la solidaridad europea

El hallazgo en las costas turcas del cadáver de un niño sirio de origen kurdo, Aylan Kurdi, cuya foto dio la vuelta al mundo, provocó en septiembre de 2015 una ola de solidaridad con los refugiados en Europa.

Sin embargo, un año después, el referéndum en Hungría ilustra la división que existe entre los países de la Unión Europea en torno a la acogida de los refugiados.

Días después de la muerte del niño sirio, los 28 países de la Unión Europea aprobaron un plan de reubicación de 160.000 solicitantes de asilo presentes en Grecia e Italia, naciones en primera línea de la crisis migratoria, con más de un millón de migrantes llegados a sus costas en 2015.

Aunque Hungría, Eslovaquia, República Checa o Rumanía votaron en contra de ese plan, la adopción por mayoría lo convirtió en obligatorio para todos, a partir de una cuota calculada en base al tamaño del país y su situación económica.

El objetivo inicial era reubicarlos antes de septiembre de 2017. Sin embargo, a un año del término fijado, sólo 5.651 personas han sido trasladadas a otros países, es decir un 3,5%. En concreto, 4.455 desde Grecia y 1.196 desde Italia, según cifras publicadas el miércoles por el ejecutivo europeo.

Francia es el país que, por el momento, acogió a más personas (1.952) en virtud de este mecanismo, mientras que Austria y Hungría son los únicos que aseguran no tener plazas disponibles.

El acuerdo con Turquía en marzo, por el que Ankara se comprometía a frenar la llegada de migrantes a cambio de contrapartidas europeas como la exención de visados para sus ciudadanos, redujo además este objetivo en unas 54.000 personas.

Bruselas celebró el miércoles los "importantes avances" realizados estos últimos meses y estimó "posible" la reubicación de 30.000 personas desde Grecia antes de finales de 2017.

Los países del este de Europa, especialmente los cuatro del Grupo de Visegrado (Hungría, Eslovaquia, República Checa y Polonia), no parecen en cambio dispuestos a ceder en su idea de "solidaridad flexible", es decir que cada país elija cómo contribuir al esfuerzo colectivo frente a la crisis migratoria.

Además de criticar la obligatoriedad del plan europeo, estos países estiman que sus sociedades no están preparadas para acoger tantos extranjeros, en su mayoría musulmanes. De hecho, los sirios que huyen de la guerra civil en su país son los que tienen más posibilidades de acabar obteniendo el estatuto de refugiado.

La retórica xenófoba también penetra en otros países más favorables a su acogida, como Francia o Alemania, donde los partidos ultraderechistas progresan en los sondeos de cara a las elecciones legislativas del próximo año.

Budapest y Bratislava han llevado incluso el plan de reubicación ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), al considerar abusivo el carácter obligatorio.

Esta presión parece haber hecho efecto, a tenor de las recientes declaraciones del presidente del ejecutivo europeo, Jean-Claude Juncker, quien estimó que la solidaridad "no pueden imponerse".

El plan actual seguirá vigente sin cambios, pero la reforma prevista de las reglas europeas de asilo podría tener en cuenta las reticencias de algunos países, según une fuente del entorno de Juncker.

En el futuro, la Comisión plantea que rija en tiempos normales el principio de que el país de llegada de los migrantes sea el encargado de gestionar su demanda de asilo.

Pero en casos excepcionales, como ocurrió en Grecia en 2015, el ejecutivo plantea un nuevo reparto automático de solicitantes de asilo, si bien estudia que los países opuestos a este mecanismo propongan otras formas de contribución, como una participación creciente en la protección de las fronteras exteriores del bloque.

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