Por qué los nuevos 'me gusta' ocultos de Instagram curarán los egos enfermizos

  • Hace 60 años, experimentar una conexión emocional con otra persona que es ajena a la situación era un trastorno; hoy lo llamamos 'stalkear'.
Estar siempre a la última en Instagram puede ser agotador
Estar siempre a la última en Instagram puede ser agotador
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En 1956, Donald Horton y Richard Wohl concibieron el término de relaciones parasociales: unidireccionales, se producen cuando una persona experimenta una conexión emocional con otra aunque ésta última sea totalmente ajena a la situación. En aquel entonces, se manifestaba en trastornos mentales tales como la erotomanía -la falsa ilusión de que se mantiene una relación romática con una celebridad, como una estrella de cine-. Hoy en día, a este tipo de conductas las resumimos en una sola palabra: 'stalkear'. Y está plenamente aceptado (y asumido por todos) que plataformas como Whatsapp o Instagram son un espacio lícito para seguir la vida de alguien obsesivamente. Sin embargo, el problema sigue siendo el mismo. Por eso, algunas de las principales redes sociales se han propuesto eliminar la cultura del 'like' que fomenta tanto este tipo de trastornos como el florecimiento de egos enfermizos. Y, por eso precisamente, Instagram ha decidido ocultar los 'me gusta' que reciben otras personas.

Lo que comenzó el pasado verano como una prueba en siete países (Australia, Brasil, Canadá, Irlanda, Italia, Japón y Nueva Zelanda) se ha convertido en una apuesta decidida por acabar con un problema del que apenas somos conscientes y que, además, es solo la punta del iceberg. En la red, el valor es cuantificable. El valor de una persona, idea, movimiento, 'meme' o tuit a menudo se basa en el número de interacciones que genera. Cada me gusta, retuit, post compartido, número de seguidores, de respuestas... Cada una es una acción individual. Juntas, sin embargo, adquieren un significado mucho mayor. Por ejemplo, un vídeo de YouTube con 100.000 visualizaciones parece más valioso que uno con 10, a pesar de que las visualizaciones, como casi todas las estadísticas en internet, se pueden comprar fácilmente.

El problema es que todo este sistema ha empezado a generar ansiedad en los usuarios: "¿por qué no tengo ningún me gusta con este post?", "estoy desaparecido, voy a postear algo", "tengo que subir más alto para que se vea mejor el paisaje"... No se termina de comprender que se trata de una visión alterada de la realidad, ya que nuestro día a día no es, ni de lejos, lo que aparece en nuestras 'stories' o en las fotos que publicamos. Evidentemente, hay ciertos momentos que todos (absolutamente todos) los mortales hacemos a diario, pero que no son dignos de Instagram. De hecho, si no generasen esas estadísticas ('likes', comentarios, etc.), ni siquiera tendría mucho sentido someternos a nosotros mismos a poses forzadas en lugares que no volveremos a pisar (o, incluso, peligrosos) simplemente para sacarnos una foto de 'postureo'.

Por eso, desde el año pasado aproximadamente las empresas empiezan a dar marcha atrás, debido a los últimos estudios sobre el su impacto en la salud de internet y en la sociedad en general. Los indicadores medibles públicamente, incluidas las vistas, los retuits o los me gusta, son "una de las fuerzas impulsoras de la radicalización", según explica Whitney Phillips, investigadora de manipulación de medios y profesora asociada de la Universidad de Syracuse, en este reciente artículo de 'Wired'. Funciona en ambos sentidos: un usuario puede ser radicalizado al consumir contenido y un creador puede ser radicalizado por las reacciones positivas de los usuarios a su contenido, ya que adaptan su comportamiento a lo que atrae el mayor interés de su audiencia.

La alienación colectiva que deriva en estrés en Instagram

Hay un ejemplo que evidencia la magnitud del problema: el año pasado, una información del 'Daily Telegraph' desató el pánico entre los usuarios al filtrar una reunión en la que, supuestamente, Jack Dorsey -presidente de Twitter- cuestionaba la utilidad del botón Me gusta y decía que podría desaparecer "pronto". Los usuarios acudieron a Twitter en masa para rechazar la decisión, con muchos publicando tuits en los que amenazaban con abandonar la plataforma si desaparecían los Me gusta; docenas de tuits que criticaron la idea se volvieron virales rápidamente... Todo ello sin que Twitter hubiese hecho ningún comentario al respecto.

Es tal la alienación colectiva que no es extraño conocer a gente que deja de disfrutar de un concierto en directo para inmortalizarlo en su cuenta. Y es que la adicción a Instagram puede derivar en una presión constante, te hace perder tiempo y no aporta absolutamente nada a tu carrera profesional, tal y como explicaba recientemente Bosco Soler, un 'influencer' con más de 10.000 seguidores en Instagram y que decidió dejar de usar esta red social. Entre otras cosas, recuerda que Instagram es la red social que más depresión y ansiedad genera entre sus usuarios, tal y como señala otro reciente estudio. "Toda la perfección fingida que se muestra incita a pensar que todo el mundo es feliz y exitoso… menos tú. Tú eres un/a pringado/a que está en el sofá de su casa mirando el móvil mientras los demás están viviendo la vida de sus sueños", comenta.

Quizás por eso la decisión de Instagram está orientada a acabar con toda esa frustración. La premisa es sencilla: al ocultar el número de 'me gusta' que tiene una publicación de otra persona, se elimina tanto la dependencia de un usuario de consumir obsesivamente la vida de otros como ese componente de recompensa para quien publica el contenido. Así, se pretende convertir Instagram en una plataforma para compartir de forma más sana y responsable. Lo que no ha explicado la red social es qué hará con quienes han reorientado su carrera a ser 'influencers'.

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