Militarismo y populismo...China triunfa con lo que Occidente nunca permitiría

  • Refleja el orgullo de una maquinaria engrasada y poderosa que cada vez está más cerca de convertirse en la gran potencia militar del mundo.
China celebra los 70 años del triunfo de Mao
China celebra los 70 años del triunfo de Mao
EFE

A quien le gusten los desfiles, habrá disfrutado con las más de dos horas de parada militar en la Plaza de Tiananmen en Pekín el pasado 1 de octubre. El ejército con más conscritptos del mundo paseó con precisión cronométrica a 15.000 soldados, misiles balísticos intercontinentales, drones de terrible destrucción, con el objetivo de impresionar a 1.300 millones de chinos, pero también al mundo, en el 70 aniversario de la conquista de los comunistas del poder en China (1949).

Los expertos militares occidentales lo critican diciendo que esto es un 'showcase': un ejército para desfiles. Solo hay que ver la preparación y la puesta en escena. Todos los soldados son de la misma altura, escogidos solo para eso. En los ensayos, se usan cordeles que se les ponen a la altura de la nariz, de las piernas y de las gorras para que mantengan la posición al marchar. Y en las marchas de ensayo, se les hace desfilar en cámara lenta, para mantener el paso. Es una obra de teatro.

Luego, para aquellos a quienes les guste la historia y las curiosidades, este ejército chino es heredero de las mejores tradiciones militares… prusianas. El paso de la oca, es de origen alemán. Los cascos de combate siguen el diseño del 'stalhhelm', o casco de acero, introducido por el ejército del emperador Guillermo en la Primera Guerra Mundial hasta el punto que se le llama “casco alemán”, y hoy lo usan casi todos los países del mundo porque es el que mejor protege la nuca ante los disparos del enemigo. La banda de música con su conductor y su bastón, las canciones, las botas de caña alta y hasta los gorros proceden de la tradición militar alemana, que influyó en los ejércitos de todo el mundo.

Si un ejército así estuviera desfilando en un país de la UE todo el mundo se echaría a temblar. ¿Y por qué tanta fanfarria china? Porque China quiere demostrar dos cosas: el orgullo de una maquinaria engrasada y poderosa, para dar sentido de cohesión nacional a los chinos. Se llama nacionalismo. Y al mundo entero le quiere demostrar que cada vez están más cerca de convertirse en la gran potencia militar del mundo. Un desafío armamentístico.

Es decir, militarismo, populismo, nacionalismo… ¿No es precisamente de lo que está huyendo Occidente? Un país nacionalista, populista y armamentista es lo más lejos del canon de democracia occidental europea que uno puede imaginar.

Pero allí les funciona.

China, además, se ha convertido en una superpotencia económica tras aplicar las leyes del libre mercado, aunque jugando con sus reglas. Fue el presidente Deng Xiao Ping quien, a finales de los 70, acabó con el viejo régimen de planificación centralizada, para dar paso a un sistema que se podría calificar como “lo mejor del capitalismo con lo mejor del comunismo”, aunque esto último hay que cogerlo con pinzas. Deng lo llamó “gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”. Y vaya si los cazó.

Lo mejor del capitalismo fue que se aplicaron las leyes del libre mercado en cuanto a liberalizar la economía, permitir el establecimiento de empresas, proteger la propiedad y buscar el beneficio. La renta per capita en China subió de forma escalada a partir de 1980 hasta conformar tasas del 10% anual. Eso permitió sacar a millones de chinos de la pobreza y convertirse en la segunda economía del planeta. En ese crecimiento hay muchas trampas como copiar las patentes occidentales, por supuesto, y poner miles de trabas a las empresas occidentales para producir y vender en China. El resultado es que China se ha convertido en “la fábrica del mundo”.

El complemento lo dio la visión estatal de la economía comunista: centralizada y bien atada. Centralizada porque así ponían a trabajar a masas de población con formas de trabajo cercanas a la esclavitud, con jornadas de 14 horas, y sin derecho a rechistar. Y por supuesto, contraviniendo todas las normas laborales que defienden los sindicatos occidentales, de izquierdas, que en el mundo Occidental suponían defender al trabajador de los abusos. Pero en China no saben qué es eso: se llama dumping laboral.

Es decir, mientras en las fábricas occidentales los trabajadores disfrutan de derechos garantizados, y cuya hora de trabajo es muy cara, los trabajadores chinos son explotados en factorías insalubres y no tienen los mismos derechos, pero gracias a eso sus fábricas compiten en precios imbatibles contra fábricas occidentales.

Para evitar levantamientos obreros, como los ha habido en Occidente contra los excesos del capitalismo, en China sigue existiendo el régimen comunista en el verdadero sentido del término. No hay libertad de expresión, no hay respeto a los derechos humanos (como denuncia Human Rights Watch) y tampoco organizaciones sindicales. Hay represión. Es como ganar una partida de ajedrez contra Occidente usando unas reglas que no son las de Occidente: ellos usan sus propias reglas.

Pero como a los consumidores occidentales solo les interesan las cosas que son baratas (pura economía de mercado), entonces los chinos han ido desplazando a muchas fábricas occidentales enviado a los trabajadores al paro.

El resultado es que la balanza comercial del mundo con China… es favorable a China. Ellos nos venden más de lo que nosotros les vendemos. Como resultado, tienen más divisas que nadie, y hasta pueden hacer tambalearse al dólar cuando quieran.

La parte buena de todo eso es que millones de chinos han visto mejorada su calidad de vida. Tienen un nivel que jamás tuvieron con su sanguinario dictador, Mao Zedong. Lo malo es que Occidente, tan exigente con sus normas, le ha permitido casi todo a los chinos, incluso las ejecuciones en masa, el tráfico de órganos y cosas peores.

En lugar de denunciar todo eso, se idealiza a China. Las fotos de Mao se pueden ver en camisetas occidentales (el artista neoyorquino Andy Warhol llegó a hacer unas singulares pinturas de colores con la cara de Mao), y hasta en un restaurante famoso en Madrid, situado nada menos que en el estadio Bernabeu, se recibe a los comensales con un inmenso busto de Mao.

Solo por recordar un dato: con Mao murieron en China entre 40 y 60 millones de personas por hambre, persecuciones y torturas. Hoy se persigue y encarcela a los disidentes. Hay censura y persecución política.

¿Alguien se ha quejado? ¿Alguien denuncia la falta de derechos humanos o de libertad de expresión en China? No. Todo lo contrario. Las cadenas de televisión occidentales dieron el 1 de octubre varios segundos de gloria a los chinos, exhibiendo las imágenes de un hermoso desfile militar.

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