Derriban mitos sobre la pobreza

Cada vez más ciudades: los laboratorios de la renta básica se extienden por EEUU

La idea del ingreso garantizado lleva décadas circulando y estuvo a punto de convertirse en ley con Nixon de presidente. Ahora, varias ciudades sacudidas por la pobreza quieren demostrar que funciona.

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Los laboratorios de la renta básica universal en EEUU
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El valle del Hudson en Nueva York y la bahía de San Francisco en California están separadas por miles de kilómetros de distancia en un país que tiene el tamaño y la diversidad de un continente. Pese a la distancia y las diferencias culturales, afrontan un reto similar al hacer frente a la pobreza de sus poblaciones. En ambos extremos, atravesando la gran planicie de Dakota del Sur, se están poniendo en marcha planes basados en la renta básica universal.

La localidad de Hudson se acaba de convertir en una especie de laboratorio económico y social de referencia de lo que puede ser la idea expuesta por su residente a tiempo parcial Andrew Yang, cuando era candidato a la nominación demócrata en las presidenciales de 2020. La fundación Humanity Foward del ahora aspirante a la alcaldía de Nueva York patrocina un pequeño programa piloto por el que se da 500 dólares mensuales a 25 residentes escogidos de forma aleatoria.

El 23% de esta población de unos 6.000 habitantes situada a unas dos horas en coche de la gran metrópoli vive por debajo del umbral de la pobreza. Para acceder al programa piloto hay que tener una renta anual inferior a los 35.000 dólares. Su alcalde, Kamal Johnson, señala que el concepto del ingreso garantizado es algo que lleva décadas circulando y estuvo a muy poco de convertirse en ley con Richard Nixon de presidente. Ahora quiere demostrar que funciona.

El experimento se desarrollará durante cinco años, con el propósito de hacerlo permanente. La mayoría de los estadounidenses lo ven favorable tras la devastación creada por la pandemia. Por eso el alcalde de Hudson no quiere esperar a que el Congreso decida actuar más allá de los tres paquetes de estímulos que se adoptaron para rescatar a la economía. El último incluye un crédito fiscal reembolsable de 300 dólares por hijo, destinado a combatir la pobreza infantil.

El caso de Hudson es especial porque se convirtió en un lugar de destino durante el confinamiento para los neoyorquinos que escaparon de la gran ciudad. Eso disparó el precio de la vivienda y creó una dificultad adicional para los residentes de siempre, un éxodo que a su vez aceleró el proceso de gentrificación que ya estaba en marcha desde hace un par de décadas. El alcalde indica en este sentido que este dinero extra permitirá a muchas familias seguir en la comunidad.

Cada vez más ciudades, grandes y pequeñas, se apuntan. El mayor programa piloto de renta básica lo acaba de poner en marcha esta misma semana Oakland. Beneficiará a 600 familias, que recibirán también 500 dólares mensuales durante año y medio. Y como en el caso de Hudson, los fondos que financian el programa provienen de donaciones de la propia comunidad y otras iniciativas filantrópicas.

La lógica en ambos casos es la siguiente. Al poner más dinero en las manos de las familias para gastar, se estimula la economía y eso se espera genere una serie de efectos positivos para toda la sociedad. Si este colchón de efectivo reduce la dependencia en las subvenciones y contribuye a su vez a reducir el desempleo, se estudiará cómo convertirlo en un programa que combine al sector público y al privado. San Francisco está explorando establecer un mecanismo similar.

Los primeros beneficiarios en Oakland empezarán a recibir los pagos esta misma primavera y a lo largo del verano, sin ningún tipo de condiciones. Los patrocinadores de la iniciativa admiten que este dinero no será suficiente por sí solo para pegar un mordisco a la pobreza en la localidad, pero sí contribuirá a reducir la brecha racial. La renta media de las familias negras es inferior a los 50.000 dólares anuales mientras que en las blancas es muy superior a los 100.000 dólares.

Stockton, también en California, fue la primera localidad en EEUU en hacer un experimento similar al de Hudson y Oakland. Distribuyó 500 dólares mensuales entre 125 residentes en tarjetas de débito. Un equipo analizó las transacciones y descubrió que los mitos sobre la manera en la que gastan las personas en dificultad económica eran falsos. El efectivo les ayudó a pagar la gasolina, la factura de la luz y otras necesidades básica, nada de alcohol ni drogas.

Es más, en lugar de desincentivar la participación laboral, la liquidez adicional les dio la estabilidad financiera y la tranquilidad anímica que necesitaban para buscar un empleo estable. Así determinaron que si estas personas estaban en paro, no era porque no quisieran trabajar sino porque la economía no les ofrecía la oportunidad de hacerlo. En palabras que pronuncio Martin Luther King Junior hace medio siglo, dar una renta garantizada permitirá abolir la pobreza.

La proporción de ciudadanos en la pobreza en Hudson es muy similar en Dakota de Sur. Es uno de los estados más conservadores de EEUU pero el golpe de la pandemia le está forzando a replantearse algunas políticas y abrazar ideas progresistas, como expandir los requisitos para poder ser elegible en el Medicaid, el programa federal de asistencia sanitaria. Curiosamente era uno entre la docena de estados republicanos que se opusieron a aplicar el Obamacare.

El coronavirus, por tanto, contribuyó con su efecto letal a dinamitar la idea de que la gente pobre es pobre porque hizo malas elecciones en su vida y que los ricos son ricos porque trabajan duro. Es lo que llevó durante las últimas cuatro décadas a que las políticas de asistencia impusieran requisitos de empleo para poder beneficiarse. Y la ayuda directa que se movilizó a las familias no solo mantuvo la economía a flote, demostró que combatir la pobreza ayuda al conjunto.

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