De rendirse ante China al socialismo

Viaje al centro social del 'trumpismo': ¿Qué odian sus seguidores de Biden?

El principal valor que se pone en peligro con la elección del demócrata es el de la libertad, pero al estilo estadounidense, algo que implica la prevalencia del individuo frente al Estado.

Efe
Donald J. Trump, mientras da un mitin electoral en el Knapp Center de Des Moines, Iowa
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Todo. Esta es la respuesta a la pregunta que llevó a más de 74 millones de americanos a votar en contra de Joe Biden y a favor de Donald Trump, el que sin duda pasará a la historia como uno de los presidentes más controvertidos y polémicos de la historia de los Estados Unidos. La toma de posesión del candidato demócrata es una gota más en el vaso de la paciencia de unos seguidores que se niegan a aceptar la derrota de su líder y que ya han dado muestras de que facilitar una “transición tranquila” no entra en modo alguno en sus planes.

Entender qué está detrás de ese odio visceral implica hacer un ejercicio de desconexión con el mundo real, por lo que es terreno abonado a las teorías conspiratorias, giros estrambóticos de la ciencia política y la lidia con los muchos enemigos históricos del éxito americano. Es un universo que se aleja del de Marvel, para abrazar al de los histriónicos de Qanon, o los más sórdidos y peligrosos del ‘alt-right’.

Para el americano 'trumpista', el temor a Biden, un octogenario con aspecto de abuelo enternecedor, no es gratuito. Para ellos, detrás de esa fachada de hombre tranquilo, el nuevo presidente de los Estados Unidos encarna la esencia de todos los males que los padres precursores de la democracia moderna más antigua del mundo advirtieron en el momento de su fundación.

La libertad individual en peligro por el ‘establishment’

Para el trumpismo, incluidos Jake Angeli, el ‘héroe’ disfrazado de indio que se paseaba por los pasillos del Capitolio, o Richard ‘Bigo’ Barnett, aquel que puso sus pies encima de la mesa de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el principal valor que se pone en peligro con su elección es el de la libertad: pero al estilo estadounidense, algo que, bien entendido, implica la prevalencia del individuo frente al Estado.

Los seguidores del líder republicano consideran que la llegada de Biden al poder reducirá al máximo la libertad individual frente a la acción del Estado, como hizo, a su parecer, Barack Obama cuando decidió imponer límites a la libertad de expresión en las redes sociales, responsabilizando a los proveedores de contenidos de las opiniones que pudieran verter los usuarios en la red. La censura de Twitter y Facebook a Donald Trump ha reavivado las críticas que sus partidarios hacen del sistema de prensa americano, protagonizado por grandes medios que responden a intereses económicos y en el que resulta complicado salirse de lo ‘políticamente correcto’.

El cuerpo doctrinal del trumpismo también alienta esta concepción iusnaturalista. Aunque el asesor intelectual de Donald Trump es él mismo, la explicación racional y académica a este temor enraíza con los orígenes de los Estados Unidos. El poder del Estado debía ser limitado por los ciudadanos. Lo contrario hubiese podido degenerar en un sistema absolutista, así que los norteamericanos decidieron ‘enmendarse’ a sí mismos declarando sagradas las libertades de culto, de expresión, de prensa o el derecho de reunión.

Este movimiento libertario tiene sus orígenes en la contestación a la promulgación de la Constitución americana y que se reflejan fielmente en las diez enmiendas añadidas en 1791 a la Ley Suprema. Todas ellas han sido reclamadas insistentemente por Donald Trump frente a la intromisión de "los de siempre", del 'establishment', que en el fondo es el gran enemigo de los millones de ciudadanos que apoyan al, dentro de poco, expresidente americano.

Los más fieles partidarios de Trump se acogen a esta reivindicación y ya han dejado claro que exigirán a Biden la protección hasta el extremo de los derechos recogidos en la primera enmienda. Gene Policinski, Senior Forum del Freedom Forum, recuerda al futuro 46 presidente estadounidense que "Estados Unidos ha perdido la autoridad moral a nivel mundial sobre la libertad de prensa". Lo hace cuando rememora la calificación de Trump a los periodistas como "enemigos del pueblo", por lo que exige a la nueva Administración que refuerce todos los controles sobre esta libertad, tanto dentro como fuera de las fronteras de Washington.

Los partidarios del propietario de la Trump Tower creen que el ejercicio de esa libertad de prensa no debe interferir en la de expresión, por lo que su batalla ideológica se centra más en eliminar los límites impuestos en las redes sociales que al establecimiento de controles o incentivos para contar con medios independientes.

"Así termina la democracia" y empieza el socialismo

O, sin necesidad de citar a David Runciman: "La democracia está en peligro". Así lo veía Ashli Babbitt, la seguidora de Trump que cayó ante un disparo de un agente del servicio secreto en la toma del Capitolio. La elección de Biden supone para ellos la máxima expresión de esa amenaza.

La munición intelectual para sostener esta afirmación la encuentran en las demandas interpuestas por el equipo legal de Trump. El todavía presidente calificó de "fraude electoral" lo acontecido en los cientos de condados, donde sus abogados estiman que se han producido "evidentes signos de manipulación en las urnas, con votos dobles o usurpación de identidad de votantes" a mansalva. Los tribunales han ido desmontando pieza por pieza este asunto, inadmitiendo los escritos presentados o fallando a favor de las autoridades electorales de la zona.

Pero el fracaso judicial no ha impedido al 'trumpismo' mantener las acusaciones a los demócratas de "atacar la democracia americana". Para ellos, Biden no es más que una marioneta de los oscuros intereses de los oligarcas económicos, dispuestos a arrancar la soberanía popular de los ciudadanos para entregarla sin miramientos a estas mismas manos. Incluso se ha llegado a acusar a Biden de ser un socialista encubierto, capaz de acabar con la economía de mercado para sumirse en la "tiranía socialista" de otros continentes.

El fin del ‘American dream’

Gustará o no, pero lo cierto es que Trump ha encarnado como nadie la promesa que, desde 1776, se lleva haciendo a todo aquel que pise y resida legalmente en los Estados Unidos.

La aspiración de ascender en la escala social y asegurar el derecho que tiene todo americano de prosperar, fueron perfectamente definidos por James Truslow Adams, quien creía que toda persona debería poder crecer económica e intelectualmente. El sueño americano se entiende como "una oportunidad para que todo el mundo, según su habilidad o su trabajo, independientemente de su clase social o las circunstancias de las que proviene", pueda realizarse en una economía de libre mercado. El 'trumpismo' se aferra a este axioma de manera desesperada, puesto que está en la esencia de su ser. Para sus ‘followers’ Trump ejemplifica este modelo. Su imagen de hombre hecho a sí mismo, capaz de fracasar en sus negocios, arruinarse y volver a resurgir de las cenizas, contraponerse a todo y a todos y llegar a ser el hombre más poderoso del mundo es una muestra del poder moral de la democracia americana.

Es realmente paradójico que los principales apoyos de Trump provengan precisamente de un estrato social que no ha sido favorecido por este sueño. Para muchos de ellos se ha convertido en una pesadilla de la que no es posible escapar en ningún rincón de Alabama o Arkansas, con un trabajo precario con el que apenas un blanco puede aspirar a tomar una Budweiser tras finalizar la jornada laboral. No en vano, Biden apenas obtuvo un 25% de votos en los núcleos rurales, en los que Trump arrasó y que el demócrata tuvo que compensar con el 68% del voto urbano. Este es, a muy grandes rasgos, el perfil social de un movimiento radical que lleva a alguien a asaltar el Capitolio de los Estados Unidos.

Sin embargo, muchas veces en política lo importante es la imagen, el continente frente al contenido, y Trump sigue ofreciendo esa visión de luchador que nunca se rinde y que busca la victoria como si la vida le fuera en ello, precisamente por esa cualidad, que ahora se llama resiliencia, muchos de sus partidarios lo idolatran, además de impulsar a muchos soñadores a mantener viva la esperanza de prosperar en el país de las barras y estrellas.

Rendirse ante China

Los puestos de trabajo de los seguidores de Donald Trump son aquellos que Steve Jobs aseguró que "no volverán" a los Estados Unidos. El genial empresario respondió así cuando Barack Obama le preguntó qué podría hacer para recuperarlos. La industria y economía china han supuesto un varapalo a la estrategia de Donald Trump de hacer ‘América Great Again’ a través del ‘America First’.

El votante más extremo de Trump considera que estamos ante un preludio de la invasión china

La realidad ha hecho que el gigante asiático suponga una verdadera amenaza para la hegemonía económica americana. La tecnología y el 5G han puesto de manifiesto la necesidad de que los Estados Unidos puedan reconfigurar su presencia en el escenario internacional. El votante más extremo de Trump considera que estamos ante un preludio de la invasión china, ante la que solo el actual presidente puede ser capaz de revertir la situación.

Bajo el lema "Estados Unidos no se rinde" se han agrupado para evitar que Biden pueda favorecer o capitular ante los asiáticos, a los que aun se dirigen como "amarillos". En gran parte de los foros ‘preparacionistas’ americanos, caladeros de votos extremos de Trump, se pueden encontrar numerosas recomendaciones para hacerse fuertes en un escenario en el que el ejército y los trabajadores chinos dominarían Estados Unidos, desde Boston a Los Angeles.

La incomparecencia de Trump en la jura de Biden en las escalinatas del Capitolio será solo un episodio de rebeldía del 45º presidente de los Estados Unidos, que cuenta con un ejército de seguidores capaces de hacer por él cualquier cosa. Ya lo hicieron a comienzos de año y nadie descarta que puedan volver a hacerlo en los próximos días.

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