La Píldora Económica

La inflación en España es yacente, subyacente y de alimentos

Del campo al súper: Los alimentos en origen disparan su precio un 62,7%
La inflación en España es yacente, subyacente y de alimentos.
Europa Press

Que suban los precios un año mucho no es inflación es sencillamente un shock de precios, si sigue subiendo podemos hablar de inflación o riesgos inflacionarios, pero si la tasa de crecimiento de los precios cae, habrá que decir que la inflación está bajando, y parece que en España lo está haciendo bastante rápidamente, de hecho, la inflación ha corregido más rápidamente de lo que subió y ya está en los niveles de julio de 2021, y al mismo nivel que en enero del 17, un 3,3%.

Teniendo en cuenta los tipos de interés, hoy mucho más altos que entonces, la inflación de demanda debería seguir bajando entre otras cosas o fundamentalmente porque la renta real de los ciudadanos europeos no ha experimentado prácticamente aumentos sobre la de diciembre de 2019, dado que la inflación se ha comido sus subidas de ingresos nominales.

La inflación en España va por delante de la de la zona euro, es un indicador adelantado de la zona euro, básicamente por que transmite los shocks externos más rápidamente y en mayor porcentaje. Esto es así por cuatro razones: primera, en España hay una menor imposición sobre carburantes y por lo tanto las subidas y las bajadas de los precios internacionales se traducen en mayores aumentos y caídas porcentuales de los precios de los productos petrolíferos con impuestos. Segundo, en 2022 se produjo una mayor velocidad de trasmisión de las subidas del precio de la electricidad que se cuantificaba por el PVPC (precio de venta del pequeño consumidor) que seguía de forma rabiosa al mercado mayorista o precio internacional. Tercero, porque está mayor rapidez de repercusión del aumento del precio de la electricidad se trasmitió también a la cadena productiva de manera más rápida. Cuarto y último, pero no menos importante, porque la ganadería española, particularmente en un año de sequía, es mucho más más dependiente de los cereales y piensos ucranianos que la centro europea, que produce más cereal.

España lideró la subida de las tasas de inflación tras el shock de precios energéticos y agrícolas derivado de la invasión de Ucrania, y está liderando la moderación tras la corrección de los precios de todos los productos energéticos, hoy por debajo de los niveles de finales de 2019, y de la corrección parcial de los precios de los productos agrícolas, el trigo principalmente. Por lo tanto, el gran problema es “y si” vuelven a subir los precios energéticos y agrícolas.

Pero es sorprendente que no hablemos de que la inflación está en el 3,3% y que esto es una buena noticia y una sorpresa positiva, y sin embargo hablamos todo el tiempo de que la inflación se resiste a bajar. Si alguno dice públicamente que esto es una muy buena noticia, le contestarán automáticamente “sí, sí pero ¿y la subyacente?.

El palabro subyacente sale en los telediarios como la única pata que no funciona de la economía española, “la subyacente está muy alta en el 7,5%” y te lo lanzan como un dardo sin saber que subyacente es un concepto cambiante y cuyo significante es distinto a su significado (aquí los lingüistas que manden comentarios). El concepto de inflación central, core o subyacente significa solo que es históricamente la menos volátil, porque suele estar menos expuestas a shocks externos de oferta y depender más de las condiciones de demanda. Lo primero que tendrá que hacer en España es cambiar la definición ya que si en la medición europea de índices de precios IPCA (índice de precios armonizados) los alimentos elaborados no figuran en el concepto de inflación subyacente, nosotros también los deberíamos sacar de la definición y hacerlos al menos yacentes y no subyacente en nuestro IPC. La razón es clara, ¡el 80% de los inputs que explican el coste de los alimentos elaborados son los alimentos sin elaborar! Si además sumamos energía (que también es volátil), es el 86- 90%, tendríamos que los alimentos elaborados son tan volátiles como la energía y los alimentos sin elaborar y por tanto deberíamos hacer como en otros países y pasar ya a decir que la inflación más estable en España o subyacente no es del 7,5% sino del 5%, que es el nivel cuando se excluye alimentos elaborados de la subyacente. Yo creo que utilizar esta cifra por los gabinetes de prensa y los telediarios puede ayudar a cambiar la percepción de que no está bajando la inflación. Y a entender que “y si” la energía y los alimentos no vuelven a subir como en 2022, la inflación seguirá bajando.

Pero solucionado este tema nos volverán a decir “sí sí pero la inflación de los alimentos, elaborados o no, es muy alta y no va a bajar”. Y a esto hay que responder que ya se verá, pero que hay razones para proyectar que se van a moderar y que no bajará más por las políticas que afectan al sector agrícola y ganadero.

En cuanto a las razones por las que debería bajar se encuentran la corrección de costes de energía y fertilizantes y de los precios internacionales de los cereales ucranianos. Además, los precios de importación de productos industriales alimenticios se están moderando fuertemente y dado los 'lags' o rezagos entre precios mayoristas y minoristas es de esperar que estos último caigan y por lo tanto también lo haga la inflación de alimentos. El problema es que también se necesita incentivar la producción agraria interna que es clave en muchos productos para aumentar la oferta. Y aquí tenemos un problema.

La inflación total de la rúbrica de alimentos en marzo fue del 3,6% interanual luego, si fuese cero hoy la inflación sería negativa. Esto será difícil de lograr porque el problema es que, si se analiza, se observa que la subida de costes del sector alimentos sin elaborar no se ha repercutido al precio del consumidor, contrariamente a lo que dicen algunos. Y si queremos que aumente la producción tendremos que acelerar la reducción de costes vía subvenciones y apoyos al sector y dejar que recuperen márgenes ante la caída de costes para incentivar la producción en 2023 y 2024.

Así, la subida de costes es energía, piensos, fertilizantes gasóleo, plásticos y mano de obra, esta última en gran parte con inflación ligada al salario mínimo interprofesional que desde 2019 ha subido el 20% no ha podido ser repercutida a los consumidores. Según los cálculos que tenemos desde 2019, los alimentos sin elaborar y sin incluir bebidas y tabaco han sufrido un incremento de costes de al menos el 37% por ciento, y el IPC de alimentos no elaborados solo ha subido el 24%. Lo que implica una importante reducción de márgenes. Por lo tanto, la reducción de costes derivadas de menor precio de cereales y de energía se debería traducir en una más lenta moderación de precios, ojo esta moderación ya está en marcha, de hecho, en marzo fue solo la inflación en bebidas la que explica el aumento de la tasa de inflación de alimentos. Se necesita recuperar márgenes si se quiere más producción agrícola en 2024, si esto no se logra, probablemente, tendremos precios más altos, (la actual sequía hace el problema mucho más acuciante). Por lo tanto, reducir la inflación de alimentos requiere márgenes positivos. Si la España vaciada recupera márgenes será bueno hasta para la inflación de alimentos.

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