ANÁLISIS

Ancor gana 'Maestros de la Costura': sus tres virtudes televisivas

El premio está dotado con 50.000 euros, además de varios cursos.

Ancor, ganador de 'Maestros de la costura'
Ancor, ganador de 'Maestros de la costura'
RTVE

No basta con tener talento para destacar en un casting de televisión, hay dos cualidades más importantes aún: sumar al talento la creatividad y, además, cierto carácter propio. Ancor ha reunido las tres virtudes. Talento, ideas y autenticidad. Su talento crece con esa inventiva que te hace especial. Incluso que te permite esquivar los obstáculos. Hasta cuando se cometen errores. Así, Ancor ha ganado la cuarta edición de 'Maestros de la Costura', tras superar en el duelo final a Lluis, otro de los más carismáticos protagonistas de esta temporada. Ancor destacó desde el estreno por su perfección como modista, pero sufrió una inesperada expulsión melodramática. Gajes de los giros de guion de la tele-realidad. Por suerte, después, fue repescado para seguir brillando. No había otra opción, era el mejor. O, al menos, era el más televisivamente único.

Ancor transmite la ingenuidad de la verdad, el gran tesoro que busca la televisión y no siempre lo encuentra. Porque es muy difícil ser en plató uno mismo. Sólo unos pocos lo logran transmitir en pantalla. Más complicado aún cuando un reality lleva cuatro ediciones en las que los participantes vienen con supuestos roles de éxito incorporados tras estudiarse las etapas anteriores. Error, pues los creadores de estos programas suelen ser más astutos que los participantes para pillar al personal desprevenido. 

'Maestros de la costura' se instaló en TVE con una dificultad añadida: los talleres de la moda no son tan reconocibles socialmente como cantar o cocinar. Todos nos vestimos, pero no todos cosemos. El reto de 'Maestros de la Costura', con una fórmula muy similar a 'MasterChef', ha estado en divulgar la moda española a través del entretenimiento de un talent show. 

El formato ha acertado con la complementariedad de los miembros del jurado: la incontrolable espontaneidad del transparente Lorenzo Caprile, la rectitud rigurosa de María Escoté y la complicidad con sonrisa afilada de Palomo Spain. Pero sin un buen casting, que reinvente patrones, no hay show. También en un concurso donde los patrones son cruciales.

En este sentido, el nervio naif de Ancor tenía la fuerza televisiva de una persona difícil de pronosticar y, luego, encima, su minuciosa destreza cosiendo. Porque de eso va el programa, de enseñar el esfuerzo que hay detrás de los talleres de la cultura de la moda nacional. Palomo Spain llegó a decir de la primera prueba de esta final que el resultado de su vestido estaba mejor que el original que servía de inspiración.  

Otros talents shows han fracasado, pues priorizaron buscar a personajes antes que a artistas en la materia. No tenían el talento, ni la creatividad, ni el carácter. Sólo un arrebato superficial o emocional. Pero eso cae por su propio peso con la evolución del concurso, ya que en un formato de estas características la audiencia espera descubrir mientras se divierte. Sin destreza de los participantes no hay juego. Un objetivo que es más valioso aún desde una televisión pública en la que no haya que vender, haya que divulgar con honestidad. Y la divulgación no es incompatible a la diversión. De hecho, la experiencia del entretenimiento se multiplica si enriquece porque desmonta estereotipos y descubre realidades. También creando referentes profesionales. Es el caso de 'Maestros de las costuras', un show bonito de ver que no ha pulverizado audiencias pero ha abierto caminos.

TVE debe indagar en producciones de entretenimiento que movilicen la curiosidad social como estas costuras. Eso sí, pero que no sean siempre clones de 'MasterChef'. Ancor ejemplifica justo lo contrario: no es repetitivo, no es un patrón para el triunfo, es simplemente y cándidamente de una verdad que no crea indiferencia.

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