OPINION

Britney Spears: cómo crear un mito mundial en menos de cuatro minutos

Britney Spears
Britney Spears

3:56 minutos dura el videoclip Baby one more time de Britney Spears. Comienza con un nervioso tic tac de un reloj. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Un tic tac que crece con una pierna dando golpes a un pupitre. Tic, tac. Es Britney, que, como una adolescente más, está esperando a que suene el timbre para salir corriendo del instituto.

Pero ella no es una adolescente más. Ella sale del aula al pasillo y se pone a cantar y bailar una coreografía diseñada con una iconografía de movimientos, vestimenta, trenzas y gestos hechos para conquistar al mundo de manera fulgurante. Y en poco menos de cuatro minutos.

Esta semana, se han cumplido 20 años de aquel Baby one more time que catapultó a Britney a una fama mundial instantánea. El video resultó una campaña de marketing perfecta, con una reconocible historia de high school norteamericana en el que cada plano podía convertirse en un póster para colgar en una habitación de la edad del pavo.

Britney atesoró una popularidad global tan abismal, que ni ella misma logró digerir bien. Su primera vez en televisión fue en un programa de niños prodigios y después participó en El Club Disney hasta que la industria discográfica norteamericana le convirtió en un producto redondo: la adolescente virginalmente sexy que demandaba la cultura pop venida a menos del fin de milenio.

Pero para lograr un mito teen, se necesitaba definir bien la carta de presentación de la nueva diva. Además de una canción, era necesario un icónico videoclip como el de Baby one more time. Es un detalle crucial que muchas veces se olvida en nuestra industria musical, especialmente cuando se intenta lanzar a algún joven cantante salido de un talent show y se le hace un videoclip insulso en un plató en donde no hay ningún concepto artístico claro y con una historia coherente. 

No basta un single machacón si no lo acompañas de unas imágenes adecuadas que se queden en la retina. Que se lo digan a Rosalía, cuyos videoclips de Malamente y Pienso en tu mirá han sido esenciales a la hora de disparar su carrera, fuera incluso de nuestras fronteras, en lugares donde no entienden lo que cantan pero se dejan fascinar por la fuerza magnética de las imágenes.

Los americanos siempre lo han tenido más claro, y Baby one more time sigue siendo un buen ejemplo tantos años después. Una lección de cómo construir una estrella en tres escenas:

ESCENA 1. La reconocible felicidad de salir de una aburrida clase como buena colegiala que termina moviendo los brazos con un vaivén que no se parece al baile de nadie. Es recordable e imitable.

ESCENA 2. El escaparse a la calle para hacerse la chica mala con un top rosa escogido para marcar tendencia.  También es recordable e imitable.

ESCENA 3. La intensidad enamoradiza final, en un oscurecido pabellón deportivo de un instituto que no puede parar de danzar. Alumnos con uniforme de colegio conservador pero con el clásico punto eróticofestivo en el que Spears destaca como si estuviera en posición de confesándose, sembrando la imagen de candidez virginal que ansiaba la discográfica, pues servía de cebo de interés de titular mediático.

Y todo sin que Britney deje de mirar a cámara de manera seductora. Como posando para Instagram mucho antes de que existiera Instagram. Porque el videoclip estaba concebido con una línea y evolución visual definida para ser una explosión de imágenes . Porque el producto Britney nació para seducir y conquistar a chichas y chicos por igual como un referente adolescente. Y lo que dijera la pegadiza canción daba un poco igual. Lo importante es saber crear una iconografía que nace con la consciencia de querer hacerse inmortal.

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