OPINION

La catedral del mar: fortalezas y debilidades de un éxito de fidelidad de las series de Atresmedia

Imagen final La Catedral del Mar
Imagen final La Catedral del Mar

Tan contundente como la estructura de La catedral del mar. Así ha sido la adaptación televisiva de la novela superventas de Idelfonso Falcones. La proyección en Antena 3 ha sido un triunfo de fidelidad, aguantando con vigor los vaivenes de la contraprogramación (y de los Supervivientes de Telecinco).

La catedral del mar ha brillado en la emisión en directo, con una media de más de 2,7 millones de espectadores (17,5 por ciento de share), convirtiéndose en la serie más vista del año tras Cuéntame. También ha destacado en diferido, donde se ha hecho con una media de 515.000 visionados por capítulo. Dato que sitúa a esta producción en lo mas alto del disputado pódium de ficciones más vistas bajo demanda en España. Ya es una realidad, las cadenas también quieren liderar en el visionado 'a la carta' para vender más éxito a sus anunciantes.

La historia original de La catedral ya venía con un atractivo contrastado, que atrajo el interés previo del público pero, además, televisivamente el producto se ha sabido versionar para no decepcionar. Así, la ficción ha demostrado coherencia con la novela y ha asumido ciertos riesgos narrativos para no restar la dureza necesaria a algunas escenas. Esa dureza que indigna, emociona, tensa e incluso incomoda.

La productora Diagonal TV con La catedral del mar, de nuevo, ha sacado su destreza para hacer culebrón del bueno con series de pretensión histórica. Da igual que la luz y la alta definición evidencien que los decorados son del mismo cartón piedra que una atracción de Port Aventura. El presupuesto en España no es equiparable al norteamericano. Aún se ha realizado un costoso esfuerzo de producción que ha estado a la altura. Aunque, al final, el guion, la dirección e interpretación son los que han conseguido despertar la imaginación de un espectador que termina sumergiéndose en lo épico de la trama y, como consecuencia, creyéndose hasta los reguleros efectos digitales.

Eso también es la buena televisión: saber construir el clímax, haciendo de las limitaciones virtud, para atrapar la creatividad del espectador, que pone el resto a la historia.

Y el colofón de La catedral ha sido puro clímax. La ficción no ha tenido prisa en su desenlace y se ha recreado el tiempo suficiente para realizar un sensitivo y literal homenaje a la recién acabada catedral del mar. Enfrentando al espectador, como si fuera el protagonista, a la icónica grandiosidad de una ansiada iglesia junto al mar. Templo, esta ver grabado en la catedral original, que aparenta robustos cimientos para la eternidad. Robustos cimientos para la eternidad los de la catedral del mar en sí, no tanto la serie... pues este tipo de factura visual imperante pinta que envejecerá peor que la dura piedra. 

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