OPINION

La cualidad de los niños de 'Prodigios' de TVE que falta en 'La Voz'

Prodigios.
Prodigios.

La 1 ha estrenado esta noche la adaptación española de 'Prodigios'. Un formato de éxito en Francia que es perfecto para TVE, pues busca divulgar el universo de la música clásica a través de las asequibles dinámicas del género del 'talent show'. Porque 'Prodigios' es otro talent show, como 'La Voz' o 'Got Talent', con niños jugando y con la sensibilidad de los planos de reacción de un jurado compuesto por Nacho Duato, Ainhoa Arteta y el director de orquesta Andrés Salado. La novedad está en que, esta vez, se compite en danza, instrumental y canto con el apoyo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. 

Tres categorías en las que participan niños con mucho talento pero, también, con mucha preparación. Se nota que se han esforzado en horas y horas de conservatorio. Su arte traspasa, ya cuentan con desbordante actitud en el escenario. Actitud, justo lo que falta en otros formatos del mismo género. De hecho, la deficiencia de actitud sobre las tablas es uno de los problemas que sufre la actual edición de 'La Voz'. Los participantes de la competición de Antena 3 salen al grandilocuente plató pero nadie les ha enseñado a interpretar en un escenario. Son demasiado amateurs. Alguno incluso se pasa toda la canción mirando al suelo. Así no transmiten. Así no emocionan.

'Prodigios', en cambio, puede parecer un formato más complicado para el público. Pero sus niños sorprenden, emocionan. Lo logran porque su talento está muy ensayado. Tanto que ha aprendido a controlar y proyectar la energía en un directo. Hasta con la pachorra de versionar 'A mí manera' con una trompeta. Eso es la tele, eso es la música clásica.

Danza Prodigios
Actitud.

Música clásica que, además, la productora de 'Prodigios' ('MasterChef', 'Maestros de la Costura') populariza gracias a un guion que va al grano. El show no se pierde en demasiados rodeos. Cada concursante es presentado con un rápido vídeo -que sigue la estela de los lenguajes que consumen los más jóvenes en Youtube- para, sin demora, pasar a la actuación. Después, el jurado dicta su veredicto. Pero no lo hace con frases vacías 'bienqueda' ni expresiones condescendientes. El jurado explica y argumenta. Así los pequeños candidatos aprenden y el público también.'Prodigios' tiene cierta 'chicha'. No se queda en la superficie, crucial como impulso al interés en lo que está pasando en el auditorio.

Y, como maestro de ceremonias, Boris Izaguirre, que -aunque a veces lea el guion como un robot- desengrasa con su picardía que hace más llano lo culto. Un objetivo que alcanza el programa, ya que desmonta el viejo tópico de 'la música clásica es aburrida' al quitar corsés e incorporar la emoción de la maquinaria de la televisión. Porque el prime time no es incompatible con mostrar el talento del esfuerzo que es bastante más potente telegénicamente que el talento nativo.

Así 'Prodigios' entretiene a la vez que inspira. Es más, recuerda que sin actitud la tele es menos tele. Como el resto de la cultura. 

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