OPINION

Lo que no se ve de 'Salvados' (y es crucial para su relevancia televisiva)

Salvados, los jóvenes y el sexo
Salvados, los jóvenes y el sexo

En tiempos que lo tecnológico arrasa incluso con lo más cotidiano de nuestras vidas, hay que aprender de la televisión más artesanal y creativa.

Es un hecho objetivo: los programas que trascienden con más fuerza son aquellos que apuestan por detalles que aparentemente no son necesarios y que, en realidad, son cruciales para narrar mejor la historia que sostiene su formato.

Da igual el género, el impulso final de la televisión se juega en esos carismáticos detalles que perfeccionan la experiencia de consumo de un programa. En España sucede en Cuéntame, sucede en Tu cara me suena, sucede en Late Motiv de Buenafuente, sucede en Salvados. Todos estos programas son un homenaje a la televisión que crece en los detalles. Todos se atreven con las ideas para enriquecer su relato y, además, las saben poner en marcha. Porque tener una idea no es sinónimo de saber poner en marcha esa idea.

Y lo consiguen con destreza, ya sea en una escena que se sustenta sólo en la comunicación no verbal, en una actuación musical, en un sketche cómico o durante una sesuda entrevista. Porque los detalles son la esencia de la televisión independientemente del formato y género. De una serie a un informativo.

El equipo de Salvados es exponente en la osadía de mimar una dirección artística para crear atmósferas que amplifican el interés del visionado. Aunque para ello haya que cambiar todas las bombillas de una biblioteca:

Así se mejora la experiencia del consumo televisivo. Así es más atractivo el contenido. Así se crea un clima que te diferencia del resto. Así se trasciende en el tiempo. Porque la buena televisión, la que queda marcada en la retina, es la no se queda a medio gas. Es la que se construye con pequeñas aristas que parecen que no son necesarias para el programa en sí y, a la hora de la verdad, son vitales para asentar una implicación especial con un espectador resabiado de tele y que se pregunta cómo lo habrán hecho. Pues así:

Salvados hace una propuesta visual en cada arranque del formato, a tono con el contenido, con la localización del rodaje y, sobre todo, con la habilidad de poner en contexto al espectador dibujando la percepción del vital clima que necesita el programa.

Salvados no necesitaba una grúa para hacer un travelling imposible con dos operadores de cámara en el comienzo de su última edición. Aparentemente el contenido del programa, jóvenes hablando de sexo, no iba a cambiar. Pero el equipo de Salvados lo hace. Porque el contenido sí cambia. Es más, crece. Una acción que consuma sin efectos digitales: apuesta por la artesanía que no es perfecta, pero transmite esa verdad de la televisión que se hace a sí misma. Es el trabajo de trastienda que no se ve de Salvados y es crucial para su relevancia: un programa que, en su década en emisión, ha aprendido que el periodismo que cuida el relato es mejor periodismo. 

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