No ha bastado una gala. Telecinco ha estirado en dos prime time la final de Supervivientes. Ha sido tal el éxito de esta edición que había que exprimir al máximo los últimos coletazos de un reality show que, al final, ha ganado Sofía Suescun, quedando como finalistas Logan Sampedro y Raquel Mosquera.
Una victoria comunicada a la 1,29h. de la madrugada para no perder las trasnochadas costumbres de la televisión en España, donde quien más tarde se acuesta con más cuota de pantalla se levanta.
Termina Supervivientes 2018 que en sus finales ha venido con más de un suceso paranormal, que ha despertado los comentarios maliciosos en las redes sociales. Así ha aterrizado, tanto el miércoles como esta noche, el helicóptero con los concursantes en el parking de Mediaset a plena luz del día cuando, a esa hora, ya era noche cerrada en Madrid.
Al final, Jorge Javier Vázquez lo tuvo que explicar: según la normativa de aviación civil este helicóptero no podía tomar tierra a partir de las 10 de la noche y se ha falseado. No pasa nada, es televisión. Y en televisión se falsea más de lo que parece. Aunque aquí el truco narrativo saltaba por los aires. Ya no están en Honduras, ya no hay diferencia horaria.
El segundo fenómeno paranormal, que se repite año tras año, está en que aunque los Supervivientes lleven ya días en Madrid, siguen vistiendo en Telecinco como si fueran unos náufragos en una isla perdida en el océano. Han viajado en un largo vuelo internacional, han pisado aeropuertos, aduanas, se alojan en hoteles, pero visten como si no hubieran salido jamás de la isla.
Gran licencia dramática del programa, pero que es crucial para que el ojo del espectador siga percibiendo que no han estado en contacto con el exterior y, además, vea la dureza de la competición en los cuerpos de los concursantes. Bronceados, con su belleza en paños menores para el disfrute de la audiencia, pero también con la tensión de sentir su sufrimiento en sus pieles. Están más delgados, más desaliñados.
El tercer suceso paranormal de Supervivientes, SUCESO PARANORMAL con mayúsculas, ha sido que, de repente, el maestro Joao ha leído el glúteo a Jorge Javier Vázquez. En riguroso directo, no como lo del helicóptero, el vidente ha consumado una lectura anal -vía toqueteo- que ha dilucidado que Jorge Javier cuenta con un glúteo más alto que el otro y eso, oye, significa cambios. Así que, tal vez, el comunicador venda ya su casa. Información que ha sido publicada en los medios y que, por supuesto, el vidente desconocía por completo. Ja. Surrealismo apoteósico.
Aunque, en realidad, el mayor efecto paranormal de Supervivientes ha estado en que el programa ya no siempre parece Supervivientes. La evolución del reality no ha estado tanto en la competición como en el cabaret cómico en el que se convierte cada gala.
En Supervivientes son importantes las pruebas para que surjan los conflictos, pero es igual de decisivo las tramas que se crean con los protagonistas en el plató. Eso sí, todo mejor si se toca desde el prisma del humor. Porque la audiencia ya no se cree los realities que se toman demasiado en serio. El público relativiza, no quiere dramas artificiales, quiere comedias entretenidas en este tipo de género de lagrimas de cocodrilo, folclores de polígono y delirios de extrarradio.
La ironía sin piedad de Jorge Javier Vázquez, que se nota que disfruta condiciendo este gran programa, ha sido perfecta para crear un ambiente distendido para el regodeo cómplice del espectador. Si en la despedida de su primer Gran Hermano, JJ dijo a sus anónimos concursantes: "me lo habéis puesto difícil", el casting de este Supervivientes ha sido perfecto: pues los supervivientes han sabido que iban a jugar no sólo a la isla, también con su presentador. Han sido unos buenos replicantes y, por eso mismo, ha brillado el show. Porque la televisión es trabajo en equipo y eso nunca será un fenómeno paranormal. Supervivientes lo ha evidenciado en una final con una escaleta milimetrada para atrapar a su espectador con una combinación de sorpresas, suspenses, exageraciones, mucha telepromoción de Telecinco para aprovechar el tirón del reality ("sólo me falta un cartel de 'Compro Oro'", concluyó el propio Jorge Javier) y, sobre todo, delirios que son desternillantes porque nacen de lo más cotidiano y universal.
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