ANÁLISIS

'The Dancer': el peligro del plano de reacción en los programas de baile

Análisis de debilidades y fortalezas del programa de baile presentado por Ion Aramendi y Sandra Cervera,.

The Dancer
The Dancer
RTVE

TVE ha estrenado este lunes 'The Dancer', un programa de baile que sigue la dinámica de otros espacios de cazatalentos como 'Got Talent' o 'X Factor'. La gran premisa que diferencia este show de otros está en que los candidatos realizan su número en la aparente soledad de una gran sala de ensayo. Detrás del espejo, un auditorio de público está viendo... y votando la actuación. Si la propuesta supera un 75 por ciento de los votos de esa escondida grada, el espejo se abre y surge la emoción de actuar para esa gran audiencia, que ha 'ajuntado' al concursante.  Si no, los aspirantes se marchan por donde han venido. Pobres.

Mimi -Lola Índigo-, Miguel Ángel Muñoz y Rafa Méndez son los jueces que, luego, deben hacer equipos con los aspirantes que han sido escogidos por las personas en la grada. Lo interesante de este formato es que innova para engrandecer el relato incorporando al personaje de una recepcionista, algo despistada, que recibe a los concursantes y sirve para presentar a cada candidato con una entrevista que no parece entrevista. Una conversación orgánica y cómplice. No hay la típica pieza de presentación de siempre y se opta por un personaje que recibe en el plató. Una cierto, pues los videos de introducción de la personalidad de cada candidato y su esfuerzo saturan a un espectador que ya se las sabe todas. 

Lo que ese público no ha visto es toda la tipología de danza en un programa sólo de danza. En este sentido, 'The Dancer' trae a España lo inesperado de no poder prever qué coreografía va a aparecer. Ya no sólo hay bailes de salón en prime time, que también. Ahora, cualquier arte coreográfico puede  irrumpir y sorprender. De hecho, la gran sorpresa del estreno ha sido el baile menos popular, el de Leandro. Porque, a veces, no hay que reconocerlo todo en televisión.

Los creadores de 'The Dancer' intentan equilibrar el orden de la diversidad de las apuestas de cada candidatura para no caer en la monotonía. El programa es un ir y venir de artistas. Si bien, al estreno le ha faltado percepción de nervioso acontecimiento. La primera actuación no ha enganchado como espectáculo. Tampoco ha existido un prólogo lo suficiente efectista. Mucha explicación, poca acción. Las medidas de seguridad de una grabación en tiempos de covid no ayudan, pues falta ese mogollón de personas en escena que favorecen el grandilocuente espectáculo. Así se ha echado en falta un preliminar más apoteósico para ir sumando a espectadores que no estuvieran en La 1 de TVE. 'The Dancer' ha empezado más discreto y, en cierto sentido, encorsetado en orden de presentaciones, comentarios de jurado y cuchicheos del público (al estilo de 'Got Talent', con micrófonos puestos a espectadores en la grada para que con sus comentarios dar más narración a lo que sucede en el estudio). Pero todo se siente como ya visto, como piezas testadas de muchos talents shows repetidas y, de nuevo, otra vez, encajadas, cuando justo el furor de un show de estas características va más hacia la espontaneidad incontrolable. Ahí estuvo el trampolín del fenómeno de 'Mira quién baila' en TVE, famosos con un reto por delante para asombrar o, en su defecto, para hacernos reír.  La armonía de comedia y belleza del arte es vital en formatos de esta tipología. 

La otra y gran debilidad del programa es que 'The Dancer' llega en un instante en que si se apuesta por baile en horario estelar queda raro que la coreografía sea cortada por la realización. En una coreografía hay que ver los pies de los pasos de los bailarines o el espectador se siente frustrado. Peor aún cuando se insiste en planos de reacción del jurado o del público. Los planos de reacción de jueces, audiencia o presentadores son fundamentales para remarcar el tono emocional del relato en cualquier espacio de entretenimiento -Chicho Ibáñez Serrador era maestro en su uso, no sólo durante actuaciones musicales-, pero se transforman en un peligroso obstáculo en el ojo del espectador si corta el desarrollo natural de los pasos de baile.  Y, entonces, no se ve el baile. En este caso, hay que construir la coreografía planificando el plano reacción con una realización limpia. Cosa que no sucede en este programa. 

Una coreografía no es una canción que sigues escuchando cuando se enfoca a una persona del público que se ha quedado boquiabierta y, por tanto, se pierde el hilo. En los tiempos que corren, para suplir este embrollo se puede introducir el contra-plano de expresividad apostando por una realización visual a base de pantallas partidas. El espectador ya está acostumbrado a ver dos imágenes (o tres o cuatro) a la vez. Incluso se podría jugar a mosaico de imágenes en el que pudiera ver cómo reacciona los tres jueces al unísono, mientras sigue pinchada la imagen de la danza. 

Un plano secuencia de un buen baile sin ningún corte puede ser espectacular en televisión. Más aún en tiempos de Tik Tok, la red social en la que todo el mundo puede sentirse bailarín. Ahí, 'The Dancer' ha llegado en el momento correcto. Tiene el baile, tiene la diversidad, tiene la generación más preparada de bailarines en España. Sólo le falta ese rodaje para que el jurado y sus pupilos transmitan más esa verdad cómplice entre sí que provoca una percepción de espectacular acontecimiento único que hasta hace olvidar que un talent show de estas características sí tiene cortes de edición.  Y muchos. Algunos, de hecho, impiden ver los bailes bien. Paradojas.

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