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El BCE despierta de su viaje a Fantasía

La Historia Interminable
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Si alguna fue un niño o un joven amante de los libros como Bastián, el protagonista humano de ‘La Historia Interminable’ de Michael Ende, es probable que se haya quedado alguna noche colgado de una lectura apasionante, que le ha tenido tan absorbido que al asomarse el día por la ventana viera la cara de un dragón volador dispuesto a ofrecerle un servicio de taxi. Si le sucedió, y a pesar de la borrachera de la falta de sueño, seguramente el despertador actuó como una ducha de realidad poniendo fin a su aventura en Fantasía y dejándole todo un día con el cuerpo tocado por el cansancio y cierto arrepentimiento.

2022 fue ese despertador para el mundo de la ESG y el número de quienes van dándose cuenta de que el camino es más empinado de lo que parecía, aumenta. El último que lo ha reconocido es el BCE. Esta semana, Isabel Schnabel, miembro de su Comité Ejecutivo, avanzaba que el balance del banco central estaba lejos de los objetivos del Acuerdo de París y que habría que retocar la estrategia sobre la marcha en un discurso.

“Aunque nuestras acciones relacionadas con el cambio climático son ambiciosas, están lejos de las metas del Acuerdo de París porque no son suficientes para asegurar que nuestra estrategia de descarbonización nos lleve a ser neutros en carbono en 2050”, reconocía Schnabel, que lleva un tiempo adelantando muchos de los pasos que va dar el BCE en materia climática.

El banco central no es el único que, tras el aterrizaje ‘post subidón COP 26’, ya ha confesado que es más difícil de lo que se pensaba que las promesas climáticas del 2021 a las que se sumó gran parte de la industria financiera y muchas empresas e instituciones, sean consolidadas sin giros, modificaciones y resbalones de diferente magnitud.

Vanguard, el segundo gigante de la gestión de activos mundial, comunicaba hace unas semanas que abandonaba la Net Zero Asset Managers. El estadounidense ha optado por asumir las consecuencias reputacionales de desertar del grupo de inversores que se han comprometido a ser ‘cero netos’ en 2050.

Especializado en la creación de productos de inversión indexados, Vanguard debería descarbonizar todos los subyacentes de sus productos -también los índices de terceros- para dar la vuelta a su balance, lo que requiere una transformación casi completa del negocio. Es cierto que podría cambiar toda su gama, pero el riesgo de perder clientes probablemente sea demasiado elevado (los republicanos están peleando muy duro en Estados Unidos para frenar el avance de la ESG por el gran peso de la industria del petróleo y del gas en muchos estados que gobiernan).

Y el problema que se le plantea al BCE no es muy diferente al del gigante de Wall Street. El banco central cuenta con capacidad para plantear todos los límites que desee a sus inversiones en bonos de empresas (y no cabe duda de que lo va a hacer), pero está muy atado de manos en lo que se refiere a la deuda pública, que supone alrededor de la mitad de su balance, valorado en unos 8 billones de euros tras sus multimillonarios programas de QE.

Independientemente de posibles programas de estabilización a futuro, el BCE está limitado por la “regla del capital”, como recordó Schnabel este martes, algo que le impide inclinar su cartera hacia emisores más ‘verdes’ como parece dispuesto a hacer en el caso de la deuda corporativa, porque debe tener en cuenta el peso relativo de cada país miembro dentro de la institución.

Como alternativas para ‘solucionar’ a corto plazo este hándicap, el BCE plantea la compra de emisiones supranacionales (los eurobonos que tanto costó emitir) o colocaciones verdes. Sin embargo, para que su actividad pueda ser intensa en estas últimas emisiones la oferta debe aumentar; algo complicado de forma inmediata no solo por la subida de tipos de interés, sino porque el proceso de colocación de esta deuda es muy laborioso, al estar asignados los fondos a proyectos concretos, lo que impida que cubra las necesidades de financiación generales. España, por ejemplo, apenas cuenta con 8.000 millones de deuda verde soberana emitida y se estima que el BCE controla más de 400.000 millones en deuda español. Con ese volumen, si el BCE se dedicara a comprar bonos verdes nacionales probablemente distorsionaría el mercado, alterando de forma muy significativa los precios.

Aunque Schnabel no lo cita, otro gran problema es el político, algo a lo que ya se enfrentan los inversores institucionales. Si bien el BCE está protegido por la “regla del capital” que le fuerza a la neutralidad, el gran problema de los gestores de deuda ESG es que sus labores de influencia para que los distintos gobiernos pongan en marcha medidas climáticas pueden ser muy mal vistos.

¿Se imagina a BlackRock lanzando mensajes a determinados gobiernos por su bajo ‘performance’ climático? ¿Y las respuestas de estos? ¿Qué sucedería si el BCE anunciara que comprará deuda de acuerdo a cómo un país esté recortando emisiones? La cartera de inversiones de BlackRock, con unos 10 billones de dólares, no está muy lejos de la montaña de deuda que esconde el balance del banco central de la Eurozona.

Las empresas son conscientes de que la presión vendrá para ellas tanto desde el mercado, como desde las instituciones financieras, pero exigirle algo similar a los gobiernos es algo todavía muy complicado de plantear -los gestores reconocen que su capacidad para forzar a los estados a transicionar energéticamente es limitada y que plantear estrategias de presión como la venta de deuda pueden dar lugar a muy malas interpretaciones-. Una solución podría ser que la adscripción al ‘Acuerdo de París’ fuera voluntaria, pero conllevara obligaciones de permanencia y de compromisos (como la OTAN), lo que ya daría un marco de ‘presión’ aceptable para los inversores y para otras instituciones, como el BCE.

Sin ello, o un compromiso similar, y con unas finanzas públicas fuertemente endeudadas (se calcula que existen más de 70 billones de dólares de deuda gubernamental en el mundo y 300 millones incluyendo el resto) lo de descarbonizar la economía mundial en 2050 gracias a la buena voluntad parece un sueño de la Emperatriz Infantil de Fantasía.   

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