Libertad sin cargas

Garamendi 'superstar' contra los cien de Sánchez

cumbre ceoe
Garamendi 'superstar' contra los cien de Sánchez.
EFE

Garamendi ‘superstar’. El presidente de la CEOE ha conseguido en estos días reunir a un plantel de empresarios ‘top’ para pulsar el minuto y resultado de una economía española a la deriva, camino de una caída del Producto Interior Bruto por encima del 10% en 2020. Lo mejor es que el concurso de los Botín, Fainé, Del Pino o Galán no se ha traducido en el previsible ejercicio de autocomplacencia que recorre estas cumbres y, por el contrario, ha alumbrado un aluvión de críticas a un Gobierno inane, transido de cortoplacismo y medidas adoptadas de cara a la galería en función de su mejor ‘venta’ en la homilía sabatina del presidente del Gobierno. Muchas veces criticado por su supuesto apego a esas grandes corporaciones, una querencia que en la visión más epidérmica le alejaría de las inquietudes sectoriales y territoriales que han mandado en la patronal con el correr de los años, Garamendi ha aprovechado su recién adquirida ascendencia para alimentar lo que más necesitan escuchar en este punto tanto el tejido empresarial como los políticos; véase, las dificultades para seguir adelante de quienes, al fin y al cabo, son quienes crean empleo y arriesgan sus patrimonios. No es malo escuchar por esas bocas que en los próximos meses probablemente nos juguemos la próxima década.

El éxito de Garamendi en ese envite contrasta con la falta de altura de miras de un Ejecutivo que, como ‘sotto voce’ confiesan algunos de los participantes en ese cónclave empresarial que se prolongará durante toda esta semana, debería haber estado lo suficientemente despierto como para diseñar la pancarta y encabezar la manifestación. Porque, guste o no a los Iglesias&Co., muchos de los presentes en el foro, ejecutivos de primera división desde Juan Roig (Mercadona) a Pablo Isla (Inditex), ayudan también a crear marca España. Tan exitosa es la convocatoria del presidente de la patronal como estruendosa la ausencia de miembros del Gobierno en tan conspicua iniciativa. Debe entenderse que el proyecto sobrepasaba el interés de un gabinete entregado en las últimas semanas a estrategias más mundanas y escabrosas, entre ellas el ‘maquillaje’ radical de las cifras de contagiados y fallecidos por cuenta del coronavirus. Desde luego, si alguien no tiene jurisdicción alguna sobre el Ejecutivo es la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyas recomendaciones para el registro del virus se han convertido para las huestes de Sánchez en una nota a pie de página.

Es más, incluso asumiendo que la dupla gobernante PSOE-Podemos decidiera ignorar el proyecto de CEOE, parecería prudente que los tantas veces alabados gurús de Moncloa hubieran dedicado un par de tardes a cuidar un tanto los mensajes y los tiempos con el fin de evitar esperpentos como el escenificado a resultas del sector turístico, a la sazón no hace demasiado tiempo vilipendiado por el propio ministro del ramo. Basta recordar cómo, en el arranque de la convención, ‘popes’ como Juan José Hidalgo, presidente de Globalia, lanzaban sentidas llamadas de auxilio. “Estamos secos, no tenemos un duro y no sabemos cómo vamos a resistir”, arreciaba el empresario, recordando que sin ayudas del calado de las recibidas desde el presupuesto público por Alitalia o Air Francia, “vamos a durar un telediario”. Acelerado, Sánchez respondía al SOS apenas horas después con un supuesto megaplan de impulso anunciado a bombo platillo y dotado con 4.300 millones. El sector -representado en Exceltur- recordaba rápidamente al político madrileño que su propuesta contrastaba con los 83.000 millones de pérdidas que prevé el colectivo. En roman paladino, que bromas las justas, que se guardara sus ‘peanuts’ y que volviera cuando entendiera de qué va la vaina. Como diría el buen asesor de comunicación, ¿no se pueden hablar y pactar antes estas cosas?

El sector turístico ha dejado claro a Sánchez que bromas las justas, que se guarde sus ‘peanuts’ y que vuelva cuando entienda de qué va la vaina.

En medio de la polémica, el Ejecutivo buscaba desviar la atención y anunciaba el ‘fichaje’ de cien economistas vip para diseñar la España poscovid. Claro que, superado el primer impacto publicitario inicial, no falta quien apunta a que el tiro puede salir por la culata a los aprendices de brujo que alientan la medida. Basta con leer algunos ‘papers’. Por ejemplo, Fedea publicaba recientemente uno titulado ‘Por la estabilidad macroeconómica y Presupuestaria tras el Covid-19’, que venía a echar un jarro de agua fría al keynesiasmo rampante y recordaba que “hay que prevenir” que los necesarios estímulos fiscales “pongan en peligro la sostenibilidad financiera de las cuentas públicas”. Y hasta enmendaba la plana al Gobierno, con un aviso a navegantes: “A pesar de la contundencia y efectividad con la que el BCE ha actuado en esta crisis, no puede esperarse que su financiación sea ilimitada y permanente. No podemos engañarnos pensando que la UE y el BCE financiarán indefinidamente a España, con independencia de las políticas que adoptemos y de nuestro grado de cumplimiento de las reglas de la Unión. No podemos volver a pecar de un exceso de confianza, apostar la recuperación al escenario más benigno y retrasar el ajuste fiscal más de lo debido, como hemos hecho en los últimos años antes de la crisis de la Covid-19”. La gracia del estudio es que lo coordina Rafael Domenech, conspicuo economista director de análisis de BBVA Research y, a lo que se ve, uno de los ‘cien de Sánchez’.

Es más, la propia Fedea, un ‘think tank’ de larga trayectoria que aportaría más miembros a ese cuerpo de conocimiento ‘gubernamental’ y que cuenta como patronos con Santander, BBVA, Telefónica o Bankia, entre otros grandes del Ibex, ha publicado otro ‘papel’ aún más interesante si cabe en el que reflexiona sobre ‘La recuperación financiera de las empresa tras el Covid-19’ y en el que deja claro que, por mucho que sea imprescindible dotar de liquidez a las empresas en un momento tan delicado, solo se dilatará el problema si no se afrontan con decisión eventuales problemas de solvencia. “En algunos casos, algunas empresas llegarán a un nivel de sobreendeudamiento (‘debt overhang’) que dificultará o hará imposible su supervivencia, especialmente en el caso de empresas más pequeñas, que son las predominantes en España”. ¿Y por qué el Ejecutivo se ha concentrado en los créditos ICO y no en otro tipo de ayudas más estructurales? “Las diferencias entre los países analizados guardan sobre todo relación con el distinto margen de política fiscal con que contaba cada uno de ellos al comienzo de la crisis”, remacha el documento. Como en una película de Hollywood, los pecados del pasado que vuelven para castigar en el presente. Y no se necesitan más trabajos para entender la cicatería del Ejecutivo -aunque el discurso diga otra cosa- y el desamparo de los empresarios reunidos en torno a la CEOE.

Ante semejantes limitaciones con el parné, reducirse a aplicar la lógica tampoco iría mal. Por ejemplo, Isla recordó al Gobierno que no existen soluciones mágicas ante la crisis que viene pero que sí es fácil echar más leña al fuego si se revierten reformas útiles, como la laboral. Carlos Torres, presidente de BBVA, deslizó algo tan básico como que una fiscalidad estable apuntala la seguridad jurídica y ayuda a atraer inversores. O Lorenzo Amor, cabeza visible de los autónomos, se preguntó qué sucederá cuando haya que devolver los créditos ante las caídas de facturación que se esperan este otoño: “Las moratorias han estado bien, pero la duda estará cuando haya que hacer frente a esos pagos. ¿En qué situación financiera estarán esas empresas?”. La cumbre organizada por la patronal ha tenido la inesperada virtud de alejarse de lo políticamente correcto y ha mostrado la realidad empresarial sin tapujos. Más inquietante y por la misma razón, ha destapado las vergüenzas de la relación entre Gobierno y empresarios, y cómo, en este punto, ambos actores circulan por caminos paralelos que no aspiran a converger. Esta vez no bastará con el marketing. Ni con cien economistas ni con mil. Mal negocio. 

Mostrar comentarios