Luz de cruce

El amigo ruso de Pere Aragonès le hace una butifarra

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.
El amigo ruso de Pere Aragonès le hace una butifarra. 
Europa Press

“Por lo que más se nos castiga es por nuestras virtudes” (Friedrich Nietzsche). No le demos más vueltas. Los cofrades de la “estelada” odian a los que somos y nos sentimos españoles porque les queremos. Mucho. Frente a sus desplantes groseros, practicamos a su favor la virtud teologal de la caridad. Frente a los insultos que nos lanzan a la cara, reaccionamos con las virtudes ordinales de la templanza y la prudencia (quizás demasiada). Y, por si fuera poco, nos esforzamos por enseñarles lo que no saben, que es una obra de misericordia. Está claro. Puigdemont, Aragonès y los jinetes de su “cavalleria rusticana” tienen todos los motivos del mundo para separarse de unos apestados como nosotros. ¿Cómo no iban a hacerlo si nos enfrentamos a su ferocidad grosera y pomposa con excusas gubernamentales, genuflexiones ante “La Moreneta”, regalos de mesas de juntas y ofrecimientos de la otra mejilla?

Al odio hay que sumar un grave trastorno de la personalidad que hace estragos en el ejército independentista. El gran Jordi Pujol inoculó a los suyos la enfermedad mental de la limerencia, una obsesión amorosa compulsiva que busca correspondencia, sin obtenerla, del sujeto amado. ¿Por qué algunos hombres y mujeres sienten una atracción sexual irresistible por los criminales? ¡Que responda el gran seductor! ¡Que hable el amado Vladímir Putin, el novio de la muerte para los carlistas catalanes! 

El “Molt Honorable” Pere Aragonès acaba de aprobar el Decreto-ley 4/2022, “de medidas urgentes en el ámbito tributario y financiero”. Con dicha norma, el “Molt Honorable” se convierte en médico de urgencias y pone un parche aquí y otro allá para taponar -¡pobrecillo!- el enorme agujero negro por el que desaguan las finanzas de Cataluña en un desierto hostil en el que ni siquiera brotan los higos chumbos. ¿El responsable del cráter catalán?: “La situación reciente de inestabilidad en la Europa del Este”. Así, con la ambigüedad habitual de los cínicos. ¿Y Rusia? Respuesta: “es un país centroamericano, creo”. ¿Y Vladimir Putin? Respuesta: “le preguntaré a mi hijo pequeño, que está muy puesto en el fútbol eslavo”. El mayor atrevimiento del gran amante de la verdad que se llama Pere Aragonès es su mención, horizontal y equidistante, del “enfrentamiento bélico” entre dos ejércitos de la Europa del Este. Un enfrentamiento nacido por arte de magia, ya que en el palacio de la Generalitat no saben pronunciar las palabras “invasión” o “agresión”.

Sea como sea, la economía catalana, como la del resto de España, está siendo laminada `por el irresistible ascenso de los precios de la energía y de las materias primas, un desastre al que coadyuva la retracción del comercio internacional. “From Russia whith love”, con el papel estelar (de estelada, naturalmente) a cargo de Pere Connery.

Análisis de las medidas adoptadas

1.- En el Impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono de los vehículos de tracción mecánica (Ley 16/2017).

La exigibilidad del tributo comenzó el 31 de diciembre de 2020, a tenor del Decreto-ley 33/2020. Esta norma demoró hasta el ejercicio 2021 la aplicación de la tarifa inicialmente prevista para el año precedente. Por tanto, el impuesto se puso en marcha de forma efectiva en 2021 (liquidación correspondiente al periodo 2020).

Este decalaje ha parido otro. La citada Ley 16/2017 (artículo 44) bajó el umbral de emisión de dióxido a partir del cual se incrementan los tipos de gravamen marginales del Impuesto, con la consiguiente elevación de la cuota a ingresar. Sin embargo, ahora Pere Aragonès se retracta y dice que hay que replantearse la aplicación de la tarifa agravada por la coincidencia en el tiempo de tres circunstancias apocalípticas:

A) La economía catalana todavía sufre la crisis derivada de la pandemia del Covid- 19. ¡Vaya por Dios! El Decreto-ley que habilita la aplicación de los tipos agravados se aprobó en septiembre de 2020, seis meses después del primer Decreto que declaró el estado de alarma en todo el país. La posposición de la tarifa incrementada no habla muy bien de la profesionalidad de la Consejería de Economía y Hacienda del Govern. La pandemia es la excusa absolutoria ideal para poner al universo por testigo, como hizo Felipe II con el desastre de La Invencible, de que ni el rey de España ni el reyezuelo de Cataluña pueden luchar contra los elementos.

B) La subida de la inflación a la azotea de La Sagrada Familia causada por la subida no menor de los precios de la energía.

C) La guerra en Ucrania, que ha disparado los costes de de los combustibles.

En este escenario, “se mantiene la tarifa aplicable en el ejercicio 2020, con carácter indefinido y con efectos también, para el ejercicio 2021, ya devengado”. El Decreto dota a esta medida de una retroactividad de grado máximo. Su validez es indiscutible, puesto que sus efectos favorecen al contribuyente (artículo 9.3 CE). Sin embargo, en este caso la retroacción jurídica y la regresión política van de la mano. Pere Aragonès renuncia, con carácter indefinido, a la generación de energías verdes, deserta de la lucha contra la emergencia climática y apuesta por la contaminación ambiental causada por el dióxido de carbono. ¡Visca el CO2, que es algo mes que un club verde!

En noviembre de 2013 tuve la oportunidad de asistir a la conferencia pronunciada por Artur Mas en la universidad de Tel Aviv. Arropado por decenas de palmeros venidos desde el Panadés (naturalmente, a costa del erario), el entonces presidente de la Generalitat sorprendió a los profesores y alumnos israelíes declamando que Cataluña era la doncella más aventajada de la “Star-up Nation”. Su destino era fraguar la mayor economía “hight tech” de Europa, como en su día lo fueron las fábricas catalanas de tejidos de algodón. Don Artur, con los ojos anegados en lágrimas de autocompasión mercantil, remató la faena diciendo que si las tecnológicas de su país no habían podido ascender hasta lo más alto del podio se debía a las maquinaciones anti-catalanas de la malvada España. Artur Mas incluso conjuró al fantasma de Ben-Gurión para que el Instituto Weizmann volara desde Rehovot hasta Sabadell. Un viaje malogrado por la inquina genovesa de Mariano Rajoy. Pero da igual. De la necesidad hay que hacer virtud. Cataluña es una autarquía que no necesita que nadie le haga mimitos. ¡Visca el dióxido de carbono de Mollerusa, el mejor del mundo!

2.- En el Impuesto sobre las instalaciones que inciden en el medio ambiente (Ley 5/2020).

¿Quién tiene la culpa de la intoxicación catalana por el consumo masivo de dióxido de carbono? ¿La tiene el chachachá o las compañías eléctricas? Oigamos a Pere Aragonès, “en modo Teresa Ribera”: “La culpa es de las eléctricas y de sus `beneficios caídos del cielo´. ¡A por ellas, que son pocas y cobardes”! Antes de dictar su condena, Aragonès reconoce –Artur Mas no es el mejor futurólogo del planeta- que la “transición energética” va con mucho retraso en Cataluña. A pesar de todos los pesares, las inversiones en fuentes de energía fósil siguen gozando de buena salud. De forma abracadabrante, don Pere justifica la fortaleza de las inversiones en fuentes de energía fósil en la nada más radical. Una vez más parece que la culpa del mal endémico catalán (y español) la tienen, a pachas, San Isidro y los enemigos de Rusia. “La situación de inestabilidad en la Europa del Este […] ha puesto de manifiesto la necesidad de disponer de fuentes de energía alternativas”.

¿La solución a los males de la patria? El aumento del tipo de gravamen que recae sobre las actividades de producción, almacenamiento o transformación de energía eléctrica. El incremento de la recaudación, derivado de la comparación entre los tipos de gravamen aprobados en el Decreto-ley 4/2022 y los establecidos por la Ley 5/2020, se destinará a la financiación de la “transición energética”. A tales efectos, el exceso de cuotas derivado de la diferencia de tipos quedará afectado a la financiación de las “inversiones verdes” que se realicen en el futuro. El malabarismo trilero con el que Aragonés deslumbra a su clientela le permitiría contratar más payasos para su circo. Con su mano derecha activa la tecla “on” del dióxido de carbono. Con la izquierda les “roba” la cartera a los consumidores catalanes de electricidad (los que reciben todos los golpes) por la vía militar-tributaria. 

3.- En la Tasa de pesca fresca (Ley 10/2019).

El alza de los costes del carburante, y su traslado a los precios que paga el consumidor final limita la demanda de productos del sector pesquero. Por ello Aragonés ha modificado la legislación portuaria para eximir del abono de la tasa al armador del barco durante seis meses. El impacto producido por la pérdida de recaudación será asumido por el Presupuesto de Puertos de la Generalitat.

4.- Mayor dotación al Instituto Catalán de Finanzas.

La “inestabilidad en la Europa del Este” –nos dice Aragonès o “les” dice únicamente a “los suyos”- se ha cebado especialmente con “las empresas agrarias, agroalimentarias, forestales y del sector de la pesca y la acuicultura de Cataluña”. El campo, la montaña y el mar están siendo azotados por “el conflicto ruteno” tanto en el camino de ida como en el de vuelta. Para empezar, las empresas han visto severamente reducidas sus exportaciones a los países enfrentados y a los del entorno más próximo al escenario bélico. Además, las mercantiles catalanas se desesperan por la carestía de los inputs recibidos de “la Europa del Este”, que resultan imprescindibles para mantener encendida su cadena de producción, amén del aumento de los costes de la energía.

La salida del pozo de las empresas catalanas del sector exige la ayuda financiera de la Generalitat. A tal efecto, el Govern potencia la capacidad del Instituto Catalán de Finanzas “para otorgar préstamos destinados a las pequeñas y medianas empresas y a los trabajadores autónomos de los sectores afectados”. Esta es la razón por la que el Decreto-ley 4/2022 (disposición final primera) autoriza al Govern a prestar garantía al Instituto hasta un máximo de 39 millones de euros (hasta ahora ese tope era de 7 millones) para que este último pueda incrementar su ayuda financiera a las empresas perjudicadas por la “inestabilidad en Europa del Este”.

Rusia ama al Pedro el Grande catalán. Pero hay amores que matan, don Pere. Más que el dióxido de carbono.

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