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El juego de las 'politiquerías' que nos puede arruinar a todos

Sánchez y Díaz
El juego de las 'politiquerías' que nos puede arruinar a todos.
CONTACTO vía Europa Press

‘Politiquerías’, así es como definía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la actitud de partidos como ERC, amigos de investidura, pero que no dudaron en mezclar el supuesto espionaje a algunos de sus miembros durante la intentona independentista para hacer valer sus reivindicaciones soberanistas, sin tener en cuenta que lo que había que decidir en el Hemiciclo era bueno, necesario y útil para todo el mundo, incluso para ellos y sus votantes. El líder socialista reivindicaba así la “política sana”, pero mal se puede hacer si se sacan esos decretos en los que todos deberíamos estar de acuerdo por una carambola con otro partido independentista, aunque más consciente de lo que tenía entre manos. La política sana de Sánchez es inviable en un modelo en el que la avaricia partidista de algunas formaciones en las que se basa la mayoría minoritaria que gobierna, más que por las ‘politiquerías’, apuestan por la ‘poliarquía’, el modelo medieval del que hablaba el alemán Hegel, caracterizado por una pluralidad de centros de decisión en permanente conflicto potencial.

Todos los manuales de parlamentarismo advierten, con el ejemplo italiano del último siglo como ejemplo, de los grandes riesgos de los gobiernos de coalición: escasa capacidad de gestión, profunda inestabilidad por los conflictos internos y ausencia de transparencia en debate con la oposición por la tendencia a las carambolas más que a llegar a pactos medianamente sólidos. Si lo aplicamos a lo que hemos visto esta semana en el Congreso, la teoría cuadra a la perfección con la realidad de un Ejecutivo cuyos ministros piden la dimisión de sus colegas de Consejo (órgano colegiado) cuando se ponen la camiseta del partido, pero quieren recomponer la situación cuando ven que eso les puede quitar su acceso a la tarta del poder. ¿Eso es política moderna o ‘poliarquía’ medieval?

Hay quien llama a eso “el juego democrático” o la “aritmética del poder”, pero se acerca mucho más al concepto de democracia ‘consociativa’ (perdón por el palabro), que no es más que aquella en la dominan los pactos de todo tipo, tamaño y color, basada más en el poder de los partidos que en el debate parlamentario, y donde la opacidad y las maniobras de desestabilización política son el pan nuestro de cada día. Sánchez debería saber que, a medio plazo, los manuales también advierten que el gran riesgo de esta forma de funcionar son las dificultades que supone para afianzar el liderazgo de un presidente o un primer ministro, aunque solo sea porque gasta demasiado tiempo en mantener la cohesión interna de su coalición y la lucha contra las intrigas de palacio.

En un estado de derecho sólido como el español, con una Constitución garantista pensada para estabilizar el Gobierno y reforzar la figura del presidente, todas estas ‘politiquerías’ fruto el puro egoísmo político oportunista no tendrían tanta importancia para la gente sensata si no fuera por el contexto económico y social en el que se están gestando. Por más que Calviño y Montero se desgañiten con la inercia del crecimiento y la buena marcha de la recaudación, la economía va mal. Sin paliativos y, por ahora, sin forma de frenar el tremendo golpe que los precios de la energía llevan más de medio año asestando. El Plan de Estabilidad que se ha enviado a Bruselas nos pone como los primeros de la clase, pero de la clase de los malos, de los del muy deficiente. Es más, en el propio documento se admite que una subida de los tipos al 1,2% en un año (30 puntos básicos al trimestre) a partir de este verano, detraería todavía seis décimas más al PIB, de la misma manera que una desviación de 10 euros en el precio previsto del petróleo (99 euros el barril) o del gas (94 euros MW/hora), retraería otro medio punto de riqueza el primer año y casi un punto y medio en tres ejercicios.

Llegados a este punto de la reflexión, no hay que ser un genio para saber que el cuadro macroeconómico que se ha enviado a la Comisión Europea es una cosa y el escenario real sobre el que se debe desarrollar, otra muy distinta. Si releemos las historias de la admirada Transición Política que dio paso a la mayor etapa de democracia de nuestro país, nos daremos cuenta de que lo que falta en el Hemiciclo y en la cabeza de muchos políticos de este país es la generosidad que entonces se tuvo, el ponerse en el lugar de la población y decidir qué es lo mejor para todos. Era una situación social y económica crítica, salíamos de un sistema en el que un líder carismático ordenaba y mandaba sobre todo y sobre todos. Era lo que había que hacer para no perder las riendas de la situación. Parece mentira que algunos diputados de este país no se den cuenta de que la situación actual de Europa, con una guerra y un líder carismático incluidos, es tan crítica o más que lo que fue entonces y necesita de la generosidad y las ganas de salir adelante que allí se tuvieron. Nos estamos jugando el bienestar y el progreso que ha costado mucho esfuerzo lograr como para estar jugando a las ‘politiquerías’.  

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