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El hartazgo social también vota en Cataluña... y debería ganar

Debate elecciones Cataluña 31/1/2021
El hartazgo social también vota en Cataluña... y debería ganar.
RTVE

Si hacemos caso a las encuestas y a lo que dicen los analistas, la opción más probable que va a salir de las urnas en Cataluña es un Gobierno paralizado. Cuando se da un triple empate en la cúpula de posturas irreconciliables, el riesgo de que nadie haga nada para no inmolarse en el intento está sobre todas las estrategias políticas, sobre todo si son tres candidatos para dos opciones: independencia o constitucionalismo. Tampoco la seudo campaña electoral marcada por el virus ha servido para aclarar nada, más allá de que los debates a más de cuatro ponentes son absurdos y solo llevan al caos y el insulto a la inteligencia de los ciudadanos.

Después de más de tres años de parón institucional y economía paralizada en Cataluña, más uno de pandemia dura en los hospitales y las morgues, es increíble ver a los candidatos a la Generalitat en la tele acusándose de viejas rencillas personales, y que ninguno de ellos diga aquello de que, o nos ponemos de acuerdo en lo básico, o no salíamos adelante. Ya no se trata de vencer al virus, que estamos en ello en plenas vacunaciones, sino de devolver a los catalanes lo que les ha sido usurpado en los últimos diez años, desde la fallida renovación de su Estatuto, que fue el origen de todos los males, a la vuelta a una sociedad progresista que siempre ha sido la más europea de España y la de mayor dinamismo económico.

En la democracia y la Constitución que tanto se pone en duda últimamente en Cataluña está la base para que todas las ideologías que conviven en ese territorio puedan hacer sus reivindicaciones, como siempre ha sido, aunque parezca que a algunos se les haya olvidado cuando hablan en campaña. Con el respeto a ese sistema democrático avanzado y constitucional es con lo que se pueden plantear cambios en las cosas, adoptados por consenso, no por imposición unilateral de una DUI de urgencia chapucera y mal planteada. Habría sido muy bueno que alguien hubiera echado cuentas para saber cuánto le ha costado a cada catalán le ‘espantá’ de Puigdemont y los delirios de Torra, más allá de la cárcel a regañadientes para unos políticos catalanes penados ‘sólo’ por sedición. Pudo ser peor.

Entre el radicalismo y el postureo de unos y otros existe la mesura de un modelo autonómico avanzado con más opciones económicas, fiscales y de ordenación social para cada comunidad; incluso está la opción de avanzar hacia un sistema federal, muy estudiado y bien definido por los economistas y políticos catalanes, que tendría cabida en Europa y no sería una debacle para los ciudadanos catalanes. Las empresas industriales que levantaron la Cataluña moderna y europeísta que nos enseñaban en los colegios de toda España (burguesía industrial le llamaban con orgullo de clase y lo mirábamos desde la España vacía con envidia sana) han aguantado en suelo catalán todo este tiempo, incluida la Covid, más por pundonor histórico que por razones de lógica económica, después de dejarse casi la tercera parte de sus ingresos por el parón independentista, algo ilógico en un modelo económico cada vez más virtual y global donde las fronteras son solo impedimentos para el negocio.

Nadie sabe lo que saldrá de las urnas en Cataluña. Las encuestas y la situación de enfrentamiento político son endiablados y es mejor no usarlos como argumento de nada. Pero una cosa está muy clara y los líderes de los partidos lo deberían tener en cuenta antes de firmar papeles excluyentes o de ponerse líneas rojas: los catalanes, sean de la ideología que sean, no van a aguantar otros tres o cuatro años más como los que han pasado, sin horizonte económico ni social y con una sensación de desorden vital que ha desmoronado el ‘seny’ y la cordura en su día a día. Hace falta un ‘nuevo seny’ catalán, parecido al de antes, que sepa entender que en Cataluña caben todos los que se sientan catalanes, sean de donde sean, y que la sociedad está muy harta ya de unos políticos que no gestionan ni solucionan problemas, más allá de los de su partido. Tal vez el hartazgo político y social sea el componente tapado de la votación de este domingo que pueda decantar de un lado o de otro la balanza y evite el nuevo bloqueo institucional que todos creen que pasará. Ójala, porque así los políticos se dejarían de una vez de tanto postureo y se darían cuenta de que hace falta más gestión y menos cuento. 

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