Artzaia

Las medias verdades de los políticos llevan a "la gente" a la ruina

Sánchez y Díaz
Las medias verdades de los políticos llevan a "la gente" a la ruina.
EFE

Por si alguien tenía alguna duda, las incursiones de los líderes políticos en fin de semana dejan claro que la carrera electoral ha comenzado y que nadie va a escatimar en retorcer la realidad con bulos y medias verdades vendidos como axiomas incontestables para rascar votos sin escrúpulos ni contemplaciones. Mientras el recién llegado Feijóo carga contra la mala gestión económica de Sánchez, con un discurso repetitivo y poco renovado, los socialistas se han sacado de la manga una campaña de larga distancia basada en defender “las cosas de la gente”, para echar en cara al PP todo lo que hizo mal en la anterior crisis frente a la gestión que se está haciendo de la actual, algo que parece pensado para sacar los errores pasados de Rajoy o Casado, dado que a su sucesor actual no le ha dado tiempo a cometer ninguno aún.

En esa dialéctica económica que roza la demagogia hay que tener una serie de ideas claras para no perderse a la hora de sacar conclusiones, y que pueden servir para descubrir esos argumentarios falaces en ambos lados de la política (izquierda y derecha) que, sin ser mentira, nunca cuentan toda la verdad, porque les interesa más manipularla. Para empezar, a la hora de defender unas políticas que tengan en cuenta a la gente -argumento que se ha defendido en esta columna desde hace mucho tiempo-, hay que saber que Rajoy hizo lo que pudo con una crisis financiera en la que estaba solo y no había dinero para nadie en ningún sitio, ni en el Estado, ni en los hogares ni en las empresas. Fue una crisis dura, larga y sin ‘cash’. Frente a ello, Sánchez afronta una crisis energética ahora de la mano de Europa y marcada por una inflación alta que, además de castigar a la población, llena las arcas del Estado, que no ha deflactado ese empobrecimiento artificial de los ciudadanos (la gente) para tener ‘cash’ con el que financiar y vender medidas sociales para la “clase media trabajadora”, aunque no sepamos todavía quienes conforman ese extracto social que se ha inventado Sánchez.

Curioso, Rajoy tuvo que subir impuestos en contra de su ideología, porque no había más remedio, mientras que Sánchez se puede permitir el lujo de bajarlos, también en contra de su ideario político, porque tiene margen para ello y puede administrar ajustes del IVA de la luz, del gas y de lo que quiera después de un año de precios disparados, porque sabe que ese coste fiscal está más que superado por el incremento recaudatorio que le da, en esa partida y en otras muchas, una inflación del 10%. El problema vendrá más adelante, cuando sea imposible afrontar esos costes por parte de “la gente”, el empleo confirme su agonía y la economía se pare y entre en recesión técnica, que es donde te lleva una situación de precios altos sin crecimiento.

Tampoco es real, como nos quieren hacer creer, que las empresas sean de un partido o de otro. Sánchez sabe que sin las grandes empresas de este país no progresa nadie y su empeño en ponerles las siglas del PP delante no es más que una falacia que le puede venir bien para rascar algún voto de izquierdas, pero poco efectivo, porque a largo plazo la realidad pone a cada uno en su sitio y esa deriva contra la reputación de los empresarios, pudo ser efectiva en los orígenes del socialismo moderno, pero no ahora. Hay muchos grandes empresarios de ideología progresista que defienden la socialdemocracia que predica Sánchez (mucho antes que él), que se sentirán maltratados y cuestionados cuando se simplifica el mensaje de que son las empresas las que tiran del ramal del PP, y no del PSOE. Eso no se lo cree nadie, como tampoco se creen ni siquiera los técnicos de Hacienda de María Jesús Montero que el nuevo impuesto a la banca tenga justificación legal alguna. Se puede ver, con dificultad, la tasa a las eléctricas por los beneficios de la guerra, mientras no se reforme la formación de precios el mercado europeo, pero lo de la banca es un triple salto mortal fiscal que puede pasar una factura muy cara más adelante, cuando se demuestra su falta de fundamento.

Tampoco nos vamos a tragar a pies juntillas que un pacto de rentas es posible en este país con los salarios subiendo al 2,5% y la inflación cuatro veces más. La distorsión se completa al convertir esa imposibilidad en la base de una revuelta social de los trabajadores, alentados por unos sindicatos que ya no representan a casi nadie y que, sobre todo, se basan en el carisma y el tirón de una ministra de Trabajo con ascendencia sobre ellos, que quiere ser presidenta y no ve un conflicto de intereses en mezclar su trabajo en el Consejo de Ministros con el lanzamiento de su propia plataforma política. Maneja tanto la amenaza sindical constante de las bases sindicales de clase, como la alta gestión de Moncloa, sin contagiarse con un Podemos en plena decadencia. En un símil arriesgado, Yolanda Díaz es como las grandes eléctricas que tanto critica: domina la producción sindical en origen, la distribución mayorista y la comercialización generalista de su producto, todos los pasos de la cadena de valor política. Menos mal que, por ahora, no pasa recibo…

Lo peor de las medias verdades políticas es lo que queda como pura realidad: con una inflación del 10%, los tipos de interés al alza, el Euríbor fuera de sus casillas y la guerra energética en la que nos ha metido Putin, lo único de verdad real es que todos los españoles, “la gente” que Sánchez dice defender, estamos pagando cada mes más dinero por los mismos servicios, o menos; y vamos a tener que ajustar mucho el cinturón para no perder los pantalones por el camino. Y ese va a ser el principal argumento que tengamos en la cabeza en las eternas citas electorales que nos quedan por delante, el bolsillo. 

Mostrar comentarios