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Las previsiones 'mágicas' de 2024 si la avaricia política lo permite

Debate de investidura del candidato Alberto Núñez Feijóo
Las previsiones 'mágicas' de 2024 si la avaricia política lo permite.
Agencia EFE

Una vez vistas las proyecciones sobre la economía del Banco de España y de las principales instituciones y servicios de estudios, hay dos conclusiones muy claras y, supuestamente, complementarias: por un lado, es evidente que la actividad y el crecimiento van a menos, a medida que los tipos de interés asfixian a familias y empresas, y se estrecha el chorro del crédito por parte de los bancos, que saben de antemano que no pueden dejar abierta la puerta a un exceso de morosidad con tanta incertidumbre delante de sus monitores; por otro lado, cualquier tipo de recuperación para el año que viene y el siguiente se fía del todo a una recuperación del consumo privado, la variable que más cae este año y la que es más volátil de todas las manejadas por los analistas. Es como si a partir de enero del año que viene se abriera la ventana a un nuevo paraíso económico en el que, de repente, todo el mundo va a ganar más, las empresas van a invertir sin miedo, los sueldos suben y se gasta el dinero con alegría.

Si volvemos a la realidad y vemos el euríbor al 4,1%, camino de sus máximos, con lo que eso supone de azote de las hipotecas sobre los sueldos; los precios de la luz instalados en un nivel alto (la mitad que hace un año pero el doble que antes de la guerra); un ticket de 100 euros para llenar el coche sí o sí; y los alimentos, con el aceite a la cabeza, instalados en unos niveles del 10% por encima de lo que antes era normal, con pocas esperanzas de que bajen de ese nivel con facilidad, se nos cae el alma a los pies cada vez con más plomo y no vemos esa recuperación del consumo doméstico que prevén los analistas más avezados por ningún sitio.

Puestos en plan tecnócrata pasa lo mismo con el final de 2023 y la llegada de 2024. Todavía no sabemos qué previsiones le va a enviar el nuevo Gobierno (si sale alguno) a Bruselas, pero si hacemos caso a la media del BdE o de Funcas, todo apunta a que el consumo apenas llegará a crecer este año la cuarta parte que el año pasado, pero en el ejercicio que viene se duplicará; la inversión se quedará en apenas un punto a final de este año, pero volverá a crecer cuatro, como el año pasado, en 2024, de forma milagrosa, con bienes de equipo en mínimos y la construcción residencial casi parada. Todo ello con el empleo a la baja y el comercio exterior, que es lo que ha sostenido la economía junto con el turismo, en horas bajas. Lo que menos fuerza de voluntad necesita para ser creíble por ahora son los índices PMI (previsiones de compras de las principales empresas) que apuntan ya por debajo del cero. Y los últimos datos sobre el ahorro que las familias acumulan todavía desde la pandemia son muy buenos como tales y para las entidades financieras, pero más ahorro solo indica menos consumo.

A la espera del milagro que sobre el papel se ha pintado para 2024 -con el maná de los fondos europeos que todo lo arreglan encima de la mesa-, lo que le queda a la economía española es recuperar la confianza de una población que nunca deja de pagar la hipoteca, aunque tenga que ahorrar en comida, y un tejido empresarial que nunca se ha echado atrás a la hora de invertir, arriesgar y sacar adelante proyectos que hagan avanzar al conjunto del país. Pero para eso se necesita más estabilidad jurídica y política, ayuda financiera para asegurar apuestas arriesgadas y muchas ganas de trabajar. Y eso no sabemos si vendrá en 2024 como las previsiones macroeconómicas, porque no se puede poner en un papel que lo aguante todo ni cambiar de la noche a la mañana. Eso es precisamente lo que más en duda está ahora con una investidura fallida y otra en el aire.

Un buen trabajo de investigación universitaria a futuro debería ser el coste que para España va a tener el super año electoral 2023, aunque tal vez sea para corroborar que va a ser el año en el que lo decidimos todo, pero no acertemos en nada. Feijóo daba al país la estabilidad que necesitan los empresarios, pero sus opciones se han diluido en el Congreso por el momento. Ahora llega la hora de la verdad para el candidato socialista, que deberá recomponer un puzzle político muy complicado, por no decir imposible, dentro de las reglas del juego, las que marca la Constitución. Y si hay que repetir las elecciones, que se haga lo antes posible, porque la economía doméstica, es decir, las lentejas que todos nos ganamos y nos comemos cada día, están al límite de sufrir un colapso y desbaratar una a una todas las previsiones mágicas de 2024. 

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