Marca de agua

Cómo ahogar a Pablo Casado con una catarata de elogios a Feijóo

Pablo Casado, Feijóo y Rajoy
Cómo ahogar a Pablo Casado con una catarata de elogios a Feijóo
EFE

Como advertía Unamuno, en España hay que tener mucho cuidado con los elogios, que siempre son contra alguien. Habrá que sospechar, por tanto, de la catarata de loas y alabanzas que la izquierda mediática ha empezado a derramar sobre Alberto Núñez Feijóo, quien este domingo revalidará con holgura su cuarta mayoría absoluta en Galicia, si nada extraño sucede.

Naturalmente, los elogios son contra Pablo Casado, estigmatizado ya como el reverso oscuro de la derecha. Lo que en Feijóo se pondera como virtud, a Casado se le imputa como vicio, si el primero es ejemplar, el segundo es un mezquino, si uno arrasa en las urnas, el otro es el semblante mismo del fracaso. Y así sucesivamente.

De lo que se trata es de debilitar el liderazgo de Casado como alternativa a Pedro Sánchez, de sembrar el desaliento entre los votantes del PP mediante un simple juego de espejos: por qué la fórmula que triunfa en Galicia aparece deformada en el callejón del gato madrileño. El argumento que manosea la izquierda y jalean sus televisiones es que mientras Feijóo apuesta por la moderación, Casado se deja arrastrar hacia el abismo de la derecha radical, de ahí su estancamiento en las encuestas, especialmente en las de Tezanos.

(Es un sarcasmo que el 'sanchismo' esgrima la templanza como modelo de conducta cuando le debe el gobierno a Podemos, ERC y Bildu, tres partidos pendencieros que tienen en el chavismo su fuente de inspiración e incluso de financiación. Que Sánchez pondere la tolerancia es como si el censor Iglesias reclamara el Pulitzer por sus ataques a los periodistas).

En realidad, lo que pretende Moncloa no sólo es afear a Casado su resistencia a convertirse en felpudo, sino, sobre todo, evitar que los ciudadanos comparen la gestión eficaz de Feijóo con la chapucera de Sánchez, el estilo mesurado del gallego con la bronca 'sanchista', el éxito de la Xunta frente al coronavirus con el caos del Gobierno Sánchez-Iglesias, el modelo previsible y estable del presidente gallego con el tramposo y fullero del socialista.

En suma, lo que teme Moncloa es que la gente se pregunte por qué Núñez Feijóo ha logrado año tras año aprobar once presupuestos autonómicos mientras que Pedro Sánchez sigue aferrado a las cuentas de Cristóbal Montoro. Si de algo sabe el político gallego es de gobernar, no de hacer oposición, tarea que en Galicia ejerce la izquierda con una perseverancia admirable. No es casual que una parte nada desdeñable de sus votantes proceda del caladero socialista. Veteranos electores del PSOE rechazan la deriva que Sánchez ha impuesto a su partido y prefieren la sensatez de un gobernante previsible a la inestabilidad de un veleta sin principios.

Precisamente por ello, y volteando el espejo sanchista, los conservadores tienen en Galicia la demostración científica de que sólo la unidad del centro y la derecha, en sus diferentes acepciones, puede garantizar la victoria sobre el sanchismo, ese híbrido de socialismo, extrema izquierda y separatismo que Felipe González compara amablemente con el camarote de los Hermanos Marx. Allí donde los conservadores unen fuerzas, el modelo Sánchez-Iglesias fracasa estrepitosamente.

A Núñez Feijóo hay que reconocerle su habilidad política para neutralizar en Galicia la dispersión del voto liberal, como ha sucedido en el resto de España, entre un PP en reconstrucción, un Vox emergente que cosecha las uvas de la ira, y un desnortado Ciudadanos que padece todos los complejos de la adolescencia. Este es, sin duda, el logro más provechoso que hace del presidente de la Xunta el político más prometedor del centroderecha. De hecho, forma junto a José Luis Rodríguez Almeida, indiscutido alcalde de Madrid, la mejor línea de ataque liberal para derrotar el virus 'sanchista'.

Pero no es hoy el momento de especular con lejanas hipótesis de futuro. La sociedad española está inmersa en una doble crisis sanitaria y económica que, por sus efectos devastadores, amenaza con llevarse por delante a gobernantes y dirigentes políticos de toda condición. Se ciernen meses de especial dureza y la factura que pasen los ciudadanos en las próximas elecciones generales no será barata. Entonces sí, el centroderecha tendrá que tomar decisiones cruciales para poner fin a la aventura Sánchez-Iglesias. Y cuidado con los elogios ahí fuera.

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