Opinión

Y la economía se frenó

Calviño y Montero
Y la economía se frenó. 
EFE

Desde el pasado verano la economía mundial y española sufre los efectos negativos del aumento de los precios de las materias primas, principalmente energéticas y especialmente del gas, que ha quintuplicado sus precios. Extrañamente la economía española aceleró con fuerza su crecimiento y creación de empleo el segundo semestre del año pasado, con todo el viento el contra. La causa de esta anormalidad hay que entenderla en clave de la pandemia que ha sido una crisis muy anómala. Las causas de la recesión en 2020 no fueron por variables económicas sino sanitarias y la recuperación de 2021 también. La exitosa campaña de vacunación y la desescalada de las restricciones explican la recuperación del pasado año, a pesar de la subida de la inflación.

Entre enero y marzo, el PIB ha crecido un 0,3% trimestral y el consumo privado se ha desplomado un 3,7% con respecto al anterior trimestre. El consumo depende del empleo, los salarios reales descontada la inflación y las expectativas principalmente. Un descenso del consumo era previsible pero no un desplome de esa magnitud. El Banco de España, con modelos de estimación del PIB trimestral similares al INE, afirmó hace pocas semanas que el crecimiento sería próximo al 1%. Habrá que esperar a los datos de ventas de empresas de la Agencia Tributaria, que se publicará el 12 de mayo, para tener una estimación más fiable del consumo privado el pasado trimestre.

El PP vuelve a aprovechar la crisis como en 2008 para recuperar el poder y llegar a la Moncloa

Pero más allá de la precisión en la medición es evidente que la economía se frenó en seco el pasado mes de marzo. El empleo sigue creciendo, con menor intensidad, pero la subida de inflación ese mes fue muy intensa por la invasión de Ucrania. En abril ya hemos conocido datos de inflación y ha caído, al relajarse los precios del gas y la electricidad. La guerra también provocó un fuerte deterioro de las expectativas, reflejadas con el desplome de la confianza del consumidor en el CIS y en la encuesta de la Comisión Europea. Esta, sin duda, es la variable más preocupante y más difícil de prever su evolución.

La crispación política no va a ayudar en los próximos meses. El PP ha adelantado elecciones en Andalucía, sin duda en el peor momento, añadiendo un grado de incertidumbre adicional. El Gobierno de Sánchez intenta frenar el deterioro de las expectativas con un discurso optimista, pero como sucedió en 2008 con Zapatero, en 2012 con Rajoy y al mismo Sánchez en 2020 cuando comenzó la pandemia, es perjudicial. Las familias se han empobrecido y el discurso optimista y alejado de la realidad les hace perder confianza en el Gobierno cuando más necesaria es.

El PP vuelve a aprovechar la crisis como en 2008 para recuperar el poder y llegar a la Moncloa. Feijóo replica el “que se hunda España que nosotros la salvamos” de Rajoy. Sorprendentemente, en Andalucía, también en Castilla y león, su discurso es optimista y niegan la crisis. La Encuesta de Población Activa del primer trimestre ha sido especialmente preocupante para Andalucía. Desde 2010 han estado alejándose en renta por habitante de España y de Europa y ya se han situado por debajo del 60% de renta media europea por primera vez en décadas. Desde que el PP gobierna en Andalucía 20.000 empresas han cerrado y hay 46.000 menores de 45 años menos trabajando. Y más preocupante, hay 136.000 jóvenes menos activos. Eso indica que el mercado de trabajo no ofrece oportunidades atractivas. Si excluimos ciudades como Málaga y Sevilla, que han sido muy dinámicas desde 2015, la situación en el resto de Andalucía y especialmente en las zonas rurales es dramática. La crisis afecta especialmente a las familias con menor renta y Andalucía concentra la mayor parte de ellas. El discurso optimista alejado de la realidad de Moreno Bonilla aumenta el cabreo y favorece a los partidos populistas. Especialmente a Vox, que en la actualidad ha sustituido a Podemos y Ciudadanos como vehículo para canalizar el descontento.

La prioridad es establecer una política energética de consenso que no cambie cuando haya alternancia en la Moncloa

La inflación y la crisis energética seguirá un tiempo entre nosotros y es urgente hacer un diagnóstico realista, establecer un plan y ejecutarlo con diligencia y eficacia. Lamentablemente ningún partido político tiene el diagnóstico realista y acertar con el plan sería una lotería. La prioridad es establecer una política energética de consenso que no cambie cuando haya alternancia en la Moncloa. El Gobierno de Sánchez la tenía cuando envió sus planes de transición energética a Bruselas en marzo de 2021. Pero desde el pasado verano ha estado improvisando y poniendo en riesgo su propio plan.

España es el país que mejor planificación energética ha hecho para afrontar esta crisis y que menor riesgo tiene de un corte de suministro de gas. El Presidente de Argelia afirmó recientemente que garantiza el suministro a España “en cualquier circunstancia”. El contrato privado con Naturgy ya ha renegociado los precios que vencían el pasado septiembre. Las obras del gaseoducto que llega directo a Almería van a toda velocidad y en breve casi podrá doblar su capacidad. Además, contamos con la mejor red de regasificadoras de Europa en los puertos y de barcos metaneros.

La solución a esta crisis es avanzar en la instalación de energías renovables y reducir la dependencia del gas. El Gobierno se obsesionó en culpar de la crisis a las empresas eléctricas pero la realidad ha demostrado la falsedad de sus argumentos. Iberdrola ha presentado sus resultados del primer trimestre con un desplome de sus márgenes en España del 30%, con respecto al primer trimestre de 2021. El 80% de sus contratos con clientes son a precio fijo, pero sus costes de aprovisionamiento, principalmente de gas, han subido con fuerza.

Por fortuna, esta crisis nos pilla en Europa y la Comisión Europea ha evitado el desastre que habría supuesto grabar con un impuesto al viento y a sol el tope al gas. Al final, el tope del gas será financiado por los consumidores. Permitirá bajar significativamente el precio a 10 millones de consumidores de tarifa regulada y a las empresas y los que tenemos tarifa fija, dos tercios de los hogares, pagaremos una cantidad mínima.

España tiene empresas tractoras con tecnología e ingeniería española y proveedores que pueden crear cientos de miles de empleos con buenos salarios

Feijóo viene con la visión energética de Galicia, una comunidad afectada por el cierre del carbón y las centrales térmicas y los efectos sobre las industrias más contaminantes. Pero ni tiene un plan energético para España ni se le espera. Del resto de partidos mejor ni hablar. Podemos sigue con su obsesión peronista y bolivariana de nacionalizar empresas energéticas y Vox está con Le Pen y la ultraderecha europea para acabar con la agenda 2030 y quitar los molinos de viento que ya se han puesto. Si llegan a los gobiernos y cumplen sus promesas los españoles estaríamos pagando mucho más por la energía y el país no tendría futuro en la realidad energética global.

El debate lamentablemente sigue centrado exclusivamente en la política fiscal, aunque los economistas nos paramos de avisar que en este tipo de crisis no es eficaz. Si bajas impuestos o aumentas el gasto generas más inflación y más crisis. Y si subes impuestos y recortas el gasto aumentas el desempleo y empeoras la crisis. Avanzar en las energías renovables, sol viento y agua, sería un plan de empleo a corto plazo. España tiene empresas tractoras con tecnología e ingeniería española y proveedores que pueden crear cientos de miles de empleos con buenos salarios. Esto sería especialmente útil para Andalucía con un 20% de tasa de paro. La alternativa es recortes y subidas de impuestos como ya hizo Moreno Bonilla en 2012 cuando estaba en el Gobierno de Rajoy. Veremos.          

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