En mi molesta opinión

'Bye, bye Génova-13' o el incierto futuro del centro derecha

Imagen de la sede del PP, en la calle Génova de Madrid
'Bye, bye Génova-13' o el incierto futuro del centro derecha
Agencia EFE | Fernando Alvarado

En 2016 todos pensábamos que Pedro Sánchez era un ‘cadáver político’ intentado reconquistar a los militantes del PSOE con su loca tournée nacional montado en un viejo Peugeot 407. Hoy, cinco años más tarde, Pedro Sánchez viaja en Falcon y goza de buena salud política, aunque no exenta de achaques pandémicos y económicos, y de ciertos ataques internos del sector podemita. Hoy, tras las siempre peculiares y excepcionales elecciones catalanas, el que empieza a ‘oler mal’ es el líder de la oposición, Pablo Casado, que no ha sabido rentabilizar la debacle de Ciudadanos, a diferencia de Vox, y ha perdido además un escaño de los cuatro escasos que ya tenía.

¿Cuál es el futuro del centro derecha, tanto en la versión conservadora del Partido Popular, como en la liberal de Ciudadanos? De entrada, parecen condenados a una fusión ‘consoladora’ y a la vez regeneradora que evite la desaparición agónica de los ‘naranja’ al estilo UPYD. Una fusión o adquisición que salvaría a C’s y refrescaría la imagen algo mustia de los populares. Ya sé que estas uniones nunca son fáciles porque los egos políticos son complicados de gestionar, y meter dentro de la jaula de las gaviotas a Inés Arrimadas y su escasa cohorte no es una tarea fácil de negociar, pero sí necesaria a todas luces para ambas formaciones. La derecha precisa unirse, al menos por el centro, esperando que Vox y PP resuelvan sus diferencias y firmen las paces de cara a tener un futuro político más prometedor. Acuerdo nada fácil, pero sí necesario para sus intereses.

Que PP y C’s acaben sellando su matrimonio de ‘conveniencia’ no será tan difícil como lograr el abrazo de Vergara entre Casado y Abascal. El PP tiene ahora la misma difícil papeleta que tuvo antaño el PSOE con Podemos, pero que este supo resolver tras duros enfrentamientos con los morados y después de renegar abiertamente de ellos. Hasta el extremo de advertir reiteradamente a los españoles de los múltiples desvelos y pesadillas que supondría su presencia en el Gobierno. A pesar de ello, Sánchez se tragó sus duras acusaciones -e Iglesias los insultos- y formaron coalición. La izquierda sabe que la unión de la derecha es nefasta para sus intereses, ya que esa fusión provocaría un crecimiento exponencial, de ahí el gran empeño del presidente del Gobierno para dividir y enfrentar a la derecha, principalmente a Vox y PP; sin olvidar la gran campaña de desprestigio que se montó por la foto de Colón que visualizaba la unión de los partidos de derechas: PP, C’s y Vox.

Más allá de las fusiones y los pactos, el centro derecha debe encontrar su marco referencial y su identidad propia del siglo XXI, que les identifique de manera más clara ante la sociedad en estos nuevos tiempos donde han cambiado y siguen cambiando los paradigmas políticos. No basta con que Pablo Casado sea joven en edad, debe demostrar que lo es mentalmente, y sobre todo que sus ideas, de corte conservador, son las mejores para afrontar el presente y el futuro. A todo el mundo le gusta apostar por un líder inteligente, que además de compartir buenas ideas, ofrece seguridad y muestra gran capacidad para luchar y crear opciones políticas más creativas. Casado tiene que dejar muy claro que significa hoy día apoyar a un partido de centro derecha conservador, que no apuesta por el progresismo como ideología pero sí por el progreso como modelo social.

Los resultados electorales en Cataluña han dolido mucho a la dirección del PP, y esto se traduce, en parte, en el anuncio de ayer martes del cambio de sede. El PP deja la calle Génova y se va a otro edificio, aún por definir, para desmarcarse y romper con su pasado repleto de juicios por corrupción; en una especie de borrón y cuenta nueva, o si se prefiere, en un gesto simbólico para intentar vender la imagen de un “nuevo” partido: Somos el PP, pero no somos el PP de Barcenas, Correa, etc. Sin embargo, esto se ha anunciado dos días después de las elecciones catalanas, de cuyo nefasto resultado Casado y García Egea responsabilizan a la Fiscal General del Estado, Lola Delgado, y a Pedro Sánchez, por hacer coincidir la campaña de la catalanas con un nuevo juicio de Luis Barcenas. Se pueden poner múltiples excusas pero el fracaso del PP en Cataluña es más atribuible a una mala campaña gestionada desde Madrid y a una falta de ideas atractivas en el liderazgo.

Fantasmas del pasado o explicaciones oportunistas, lo cierto es que Pablo Casado debe mover algunas fichas para demostrar que es una alternativa creíble. En los próximos 20 meses no hay en el panorama político español elecciones previstas -aunque la liebre puede saltar cuando menos te lo esperas-, y el líder del PP tiene un tiempo prudencial para hacer cambios y ajustes en su partido y en su estrategia y convencer a una sociedad desencantada por la pandemia y la crisis económica de que su partido y el centro derecha tienen soluciones reales para reconducir a España. Es cierto que en las Autonomías donde gobierna el PP la gestión sigue siendo un baluarte del partido, pero hoy día se necesitan más motivos para conquistar al electorado. Vivimos en el “turno” de la izquierda, pero la derecha, y principalmente el PP por ser el partido mayoritario y con mayor vertebración territorial, no puede hundirse en la indefinición y dejar de ofrecer una propuesta alternativa que aliente a esa otra mitad de españoles desanimados con el Gobierno de Sánchez e Iglesias.

Además de exponer buenas ideas, Casado necesita también fichar a un ‘Iván Redondo’, como tiene Pedro Sánchez, que le ayude a explorar nuevas fórmulas políticas que hagan posible su recuperación y potencien su atractivo electoral, incluso en territorios tan complejos como Cataluña y el País Vasco. Iván Redondo ya trabajó para el PP, y además con éxito demostrado, pero por celos y envidias internas acabaron dejándolo escapar a la “competencia”. Seguro que hay en España más “hechiceros” áulicos de la nueva política capaces de lograr que el PP -‘conservando’ sus esencias ideológicas- encuentre nuevas propuestas políticas que le catapulten como un partido útil y necesario para España. No basta con cambiar de sede, los populares necesitan cambiar también de estrategias y mensajes.

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