En mi molesta opinión

El Congreso no es un circo aunque algunos políticos crean que sí

Óscar Puente
El Congreso no es un circo aunque algunos políticos crean que sí
EFE

Parafraseando el famoso libro de John Gray, 'Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus', podríamos preguntarnos si nuestros políticos son de Urano y, en cambio, los ciudadanos somos de Júpiter. También cabría la posibilidad de concluir que tanto unos como otros vivimos en un mismo planeta, aunque no lo parezca cuando sus señorías dicen lo que dicen en el Congreso. Sobre todo, porque los electores acusan con frecuencia a la clase política de ser gente "distinta y distante" al resto de los mortales, y que parece que vengan de otro mundo; un mundo en el que no existen los valores, la sensatez, la honradez y esas otras virtudes que tanto se necesitan hoy en día en España. Algo de eso vimos ayer cuando el diputado del PSOE, Óscar Puente, por indicación de Pedro Sánchez le dio la réplica al candidato Alberto Núñez Feijóo.

El show de la primera investidura dio más vergüenza ajena que otra cosa. Será que los políticos que tenemos son realmente de otro planeta, aunque luzcan pinganillos y sean unos 'pringadillos' o pringados, según el caso. Palabras duras, intenciones apoyadas en argumentos, utilizadas por el candidato a la investidura, Feijóo. Luego, llegaron las bofetadas y el cinismo como respuesta de un Pedro Sánchez que se puso en plan ventrílocuo y lanzó al ex alcalde de Valladolid, Óscar Puente, desbocado y de lo más insidioso, mientras él se reía desde su escaño como si fuera José Luis Moreno y sus muñecos.

La pregunta es clara y directa: Sabría Sánchez ejercer el gobierno con serenidad y sin populismos exacerbados, sin despreciar a sus rivales; o su estilo político sólo es apto para el enfrentamiento y la discordia. Es una cuestión retórica pero no baladí. Desde que empezó a meterse de lleno en los tinglados del poder, Sánchez siempre ha estado remando en contra de alguien y haciendo lo contrario de lo que anunciaba iba a hacer. Sin embargo, su atrevimiento autoritario y sin mesura le penaliza en las urnas pero le salva de momento en la previsible investidura que se avecina, aunque convierte en grandes cínicos a los simpatizantes del 'sanchismo' que justifican sus actos y sus pactos. El ridículo de ayer merece tres cosas: que lo vean, que lo entiendan y que alguien procure hacer enmienda, para que la política española -principalmente la socialista- no siga cayendo tan bajo y arrastre a todo el país al sectarismo y el pasotismo. Por mi parte, el show de la investidura no merece más atención.

Siguiendo la estela marcada por su 'jefe', Pedro Sánchez, la otra gran extraterrestre de este Gobierno, la simpar Yolanda Díaz, ha demostrado tener una capacidad para el ridículo a prueba de bombas. Su visita, mejor dicho, su entrega y baboseo incondicional a Carles Puigdemont en Waterloo describe perfectamente la manera de ser de la persona que lidera Sumar, convertida a su vez en portavoz de besos y abrazos por orden del mismo presidente Sánchez.

Pero la extravagancia persigue a Yolanda Díaz a todas horas, y no hablo de su adicción a las peluquerías como tampoco hablo del bótox que utiliza Sánchez para tener las mejillas tersas y su pelo bien cepillado. Hablo de las fantasías animadas que Yolanda Díaz suelta sin saber muy bien qué dice ni por qué lo dice. Según ha podido saber la vicepresidenta del Ejecutivo español, los ricos van a huir en cohetes a otros planetas o a Nueva Zelanda. Ojo al dato. Además añadió con la solemnidad del que no sabe lo que dice: "Son conscientes -los ricos-, y cito palabras textuales, que nos vamos al carajo". Pues eso.

Esta claro, y perdonen la obviedad, que nos vamos a ese sitio que pregona Díaz si nuestros políticos en el Gobierno siguen siendo lunáticas que no entienden ni lo que leen. Alguien le habló del libro de Douglas Rushkoff, 'La supervivencia de los más ricos', y la 'vice' se permitió el lujo de parafrasearlo sin haber leído ni media línea, o al menos haber entendido medio párrafo, y así salió el churro pseudo-político en el que hablaba de cosas que nadie entendía ni sabía de qué iban y por qué las decía. Qué necesidad tenía la vicepresidenta de parecer una… extraterrestre sin cohete ni sentido común.

Por último, Yolanda Díaz, que le ha cogido gusto a hablar mucho aunque acabe haciendo el ridículo -la osadía del enterado no tiene límites-, se lanzó de nuevo el lunes a la palestra para venirse arriba y meterse con todo un ministro griego, Adonis Georgiadis, porque aprobó en su país una ley que permitía legalizar hasta 13 horas de trabajo ¡siempre y cuando se sumen dos empleos! Metedura de pata total ya que en España ni siquiera existe una limitación como la que ahora impone Grecia.

El postureo y la simpleza de Yolanda Díaz no tiene límites y quedó una vez más patente al fijar su posición en una red social -X- sobre una medida pactada y dictada por un gobierno legítimo de la UE. La imprudencia de la vicepresidenta, que no se cansa de fracasar con sus entuertos, llevó a Georgiadis a recordarle a su homóloga que él estaba dispuesto si lo deseaba a brindarle consejos para reducir la tasa de paro, ya que después de mucho esfuerzo el desempleo es por vez primera más alto en España (11,7 %) que en Grecia (11,1%). Insisto, no hay nada peor que un político presumiendo de listo y hablando más de la cuenta.

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