En mi molesta opinión

Los españoles estamos hartos de que nuestras papeletas no sirvan para nada

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo
Los españoles estamos hartos de que nuestras papeletas no sirvan para nada.
Europa Press

A los españoles lo que les preocupa es lo importante, y no lo que tiene importancia. En concreto, a los catalanes les inquieta que la gente que va en traje de baño pueda molestar a los que van desnudos: “Los nudistas denuncian la invasión de gente en bañador en las playas a las que siempre fueron”, anuncia La Vanguardia. Vaya por Dios, ni desnudo puede estar uno tranquilo. También preocupa mucho estos días tórridos si los pechos de Amaral son concretos o difusos, o bien oportunos o desventurados. No tanto por el calor, sino por la estética y la ética de mostrarlos arriba de un escenario.

Como verán, todos estamos despreocupados y felices mientras nuestros políticos resuelven a su manera, es decir, con poca inteligencia, el pequeño contratiempo de ponerse de acuerdo para ver quién gobierna el país. Aprovecho para recordar que Bélgica estuvo 541 días -entre 2010 y 2011- sin un Ejecutivo pleno y no pasó nada malo, es más, los belgas se sintieron mejor y más aliviados. ¿Por qué no hacemos lo mismo en España? Sin Gobierno ni nuevas leyes ni líos políticos, los españoles nos sentiríamos mucho más desahogados.

Siento ser yo quien les desengañe, pero los políticos, incluidos los independentistas de península, no parecen capaces de solventar sus problemas -que son los nuestros- y de llegar a acuerdos serios para alcanzar una gobernanza sólida. Y lo que resulta mucho más grave, esos mismos políticos que elegimos el 23-J quieren que seamos nosotros los que resolvamos el problema de su incompetencia porque ellos son incapaces de llegar a un acuerdo, y así obligarnos a pasar por las urnas en diciembre y sacarles las castañas del fuego para desatascar su ineptitud.

Me parece excesivo que su incompetencia la tengamos que resolver los votantes. Llevamos años mareando la perdiz con una reforma electoral. Analizando lo interesante de instaurar una segunda vuelta para esclarecer las dudas y darle al ganador definitivo la oportunidad de gobernar sin ataduras exigentes ni chantajes. También hay otras fórmulas más imaginativas que proponen que en vez de facilitar la repetición de elecciones, si a los dos meses los políticos no se han puesto de acuerdo para formar gobierno, estuvieran obligados a alcanzar un pacto entre las dos primeras mayorías antes de volver a votar. Dos años gobernando el PSOE, con Feijóo de vicepresidente, y dos años gobernando el PP, con Sánchez de vicepresidente. Es una propuesta arriesgada pero no imposible.

También es arriesgado lo que estamos viviendo ahora, y parece inevitable repetirlo si nadie lo remedia a última hora. Para este jueves hay desatada una guerra de nervios ante la decisiva composición de la Mesa del Congreso, mientras en paralelo sigue otra guerra para resolver los pactos que permitan formar Gobierno. Hasta que se rompa la partida por la incompetencia de los partidos, el chalaneo continúa. De momento todo parece que sigue sin solución, se espera un gesto de última hora de Puigdemont, pero no se ven fisuras en su entorno que puedan anunciar grandes sorpresas. El expresidente catalán ha demostrado en todo momento que mantiene firmes las riendas de los suyos y no se aprecian indicios de que cambie de opinión. Aunque lo de mañana solo es un asalto de tanteo, lo importante empieza después con el pacto de presidencia.

Es más, JuntsXCAT mantiene la especificidad de ser el partido clave y que además posee una marca muy clara: la imagen del “mártir” Puigdemont, que en Cataluña y en detrimento de ERC puede funcionar muy bien si saben jugar sus cartas, que no pasan por hacer lo mismo que los republicanos de Oriol Junqueras. Sin él, sin el peculiar prófugo de Waterloo, la formación catalana no tendría nada de especial, sería una más en la larga lista de partidos independentistas que quieren ordeñar y decidir el futuro de España. Ahora, en cambio, tiene el marchamo de poseer un prófugo ilustre como estrella rutilante en unas elecciones que pasan por Madrid pero se deciden en Cataluña. La situación actual del país no sólo blanquea a Puigdemont, sino que lo eleva a los altares de la alta política.

Por último, recordar lo dicho por Fernando Clavijo, presidente de Canarias, que propone que el PNV presida el Congreso. Una idea arriesgada pero audaz. Los peneuvistas callan y el PSOE por boca de Nadia Calviño niega cualquier posibilidad, porque el presidente ha de ser socialista, según ella, y según la voluntad divina de Sánchez. Tampoco ha gustado a Bildu que su rival directo en el País Vasco esté en el eje de la votación del día 17. Algo que los jeltzales debieran interpretar desde sus intereses como un acierto político que pone nerviosos a sus rivales más directos. ¿Por qué Arnaldo Otegi desmiente que hubieran valorado la propuesta de Coalición Canaria, y que el bloque de izquierda da por zanjado el tema? ¿A quién preocupa tanto que el PNV se coma la tostada y Bildu se quede sin nada?

Las cosas pueden cambiar si el PNV sabe dar un golpe en la mesa y alterar el panorama político en su beneficio, y en apoyo del centro derecha. Ganar sin fisuras en Madrid significa ganar en el País Vasco porque los ciudadanos entienden que siendo fuertes en el Gobierno de Feijóo, es más fácil y próspero serlo también en tu propia autonomía, logrando toda una serie de beneficios. De ahí el nerviosismo de Bildu. El éxito son vasos comunicantes que hay que saber vender y manejar. O prefieres ser uno más en la larga lista de “pretendientes” de Sánchez o, en cambio, prefieres ser reina madre de un solo partido que te permite decidir en Madrid y en Euskadi. Hay que ser ciego para no ver que te ha tocado el premio gordo, y en su lugar eliges la pedrea.

Los ciudadanos seguimos a la espera de ver cómo los políticos dejan de ser el problema nacional para convertirse en la solución global. El partido que lo logre -sin ceder a chantajes ni exigencias disparatadas- ganará mucho prestigio social si consigue de paso evitar unas terceras lecciones en seis meses. Los españoles ya estamos hartos de que nuestras papeletas no sirvan para nada.

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