En mi molesta opinión

El muñeco de Ferraz cabalga de nuevo

El muñeco de Ferraz cabalga de nuevo
El muñeco de Ferraz cabalga de nuevo
Europa Press

En Moncloa saben que ahora se lleva mucho hacerse la víctima, aunque realmente uno sea lo contrario a un héroe caído. Es decir, aunque seas el que más manda y más poder tiene, es el caso del jefe de Gobierno, tienes que aparecer ante la opinión pública como un ser indefenso al que apalean, igual que a un pobre pelele o a un cachorro de gato. Sin embargo, todos saben que Sánchez controla los hilos de la gobernanza y todas las instituciones del Estado -“¿La Fiscalía de quién depende? Pues ya está…”-, y nadie se atreve a toserle lo más mínimo, ni en el PSOE, ni en el Congreso con la servicial Francina Armengol recortando la palabra a la Oposición, o en el Constitucional con Conde Pumpido a la cabeza.

El talante autoritario que desprende Pedro Sánchez con su actitud y comportamiento -cada uno proyecta la imagen que tiene-, no es compatible con el perfil de mártir que quiere transmitir a la sociedad para inspirar lástima y que todos le compadezcan. Sánchez olvida que un gobernante electo no puede dedicarse a lloriquear falsamente como si fuera un damnificado del propio sistema y mucho menos después de tener toda una cohorte de medios de comunicación a su servicio, que no cuestionan ni un ápice sus decisiones ni las de Moncloa -muchas de ellas controvertidas y muy discutibles-, ni tampoco ejercen su imprescindible papel de controlar al poder para salvaguardar la libertad.

Sánchez es ese pobre político tan castigado por la sociedad y por los medios que ha tenido que levantar un muro -un muro virtual pero real- para protegerse de los conservadores, aunque quizá deban ser los otros los que necesiten protegerse de Sánchez. Un muro que también sirve para aislar a su Ejecutivo de la otra mitad de la sociedad, de la que se desentienden sin mayor problema. Lo que sorprende es que Sánchez y Patxi López, por ejemplo, se escandalicen y practiquen un nuevo victimismo cínico cuando el PP se niega a apoyarles sus decretos, en lugar de enfadarse y molestarse con sus socios: Junts y Podemos, que son los que realmente se niegan a pasar por el aro de Moncloa.

Volviendo a los líos de la calle Ferraz, estos días pasados no llegaban a un centenar los atolondrados que se desfogaban en plan cafre dándole garrotazos a una piñata con cara de pelele, una actitud totalmente criticable y condenable, pero que hay que encajar como el socorrido derecho al pataleo. O según palabras de Pablo Iglesias cuando montaba sus escraches contra políticos conservadores: es el “jarabe democrático” al que deben acostumbrarse algunos políticos, pero no todos; al parecer, los progres progresistas están exentos.

No soy partidario de las discusiones subidas de tono. Sí soy, en cambio, partidario de las discrepancias. Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho. Y se trata de eso, de pensar y crecer en inteligencia todos juntos, aunque no revueltos. De ahí también, que sea muy necesario rebajar la tensión política hoy día, para frenar también la presión ambiental que se vive actualmente en la sociedad. Si bien, el primero que debe fomentar esta rebaja de temperatura es el propio Pedro Sánchez, que con su actitud provocadora y ofensiva mantiene indignados a la mayoría de los ciudadanos del país. Cada día vemos a los ministros salir como loros a repetir las consignas facilitadas por Moncloa con el inequívoco objetivo de polarizar a la sociedad. El muro de Sánchez no se construye con piedras, pero sí con palabras e insultos proferidos, principalmente, contra Feijóo y el PP.

Las maneras dialécticas del presidente del Gobierno son las que marcan a la postre el estilo de funcionamiento de una sociedad. Lo malo es que el líder del PSOE ya no sabe gobernar sin crear tirantez y sin sembrar cierto nerviosismo social con sus actitudes dominadoras, impulsivas y cambiantes. El que está en el poder tiene una mayor responsabilidad a la hora de contener su actitud y encajar las críticas, ya que goza de la autoridad gubernamental y de todo el aparato del Estado. Con Sánchez se ha inaugurado un nuevo estilo de hacer política. Por un lado, se trata de machacar constantemente a los partidos de la oposición, desde todos los medios públicos y afines, y luego salir corriendo a pedir ayuda porque unos locos han apaleado a un muñeco en Ferraz. Tanto cinismo es difícil de digerir.

Estos son algunos ejemplos recientes, pero hay más. Por ejemplo, el PSOE le regala la alcaldía de Pamplona a Bildu; sin embargo, el problema central según los periodistas del Gobierno es que la exalcaldesa dijo que ella prefería fregar escaleras a aceptar el apoyo de un partido contaminado por el terrorismo. Quien me presta una escalera para contarles un cuento a esos que se chupan el dedo. La frase deja claro, salvo para los tramposos, que fregar escalones es mucho más duro e ingrato que ser alcaldesa de Pamplona y vitorear a San Fermín cada 7 de julio.

En frente están esos políticos que suben otros peldaños para trepar en el partido y alcanzar los muros de la desvergüenza; son los mismos que ven “clasismo" en limpiar escaleras, pero no ven ninguna clase de repudio en traficar con escaños a la hora de blanquear el terrorismo en perjuicio del dolor humano. Total, ETA sólo cometió 853 asesinatos, 2.632 heridos, más de 7.000 víctimas, 86 secuestrados, cientos de amenazados, miles de extorsionados… pero tranquilos, el problema es de la exalcaldesa clasista de UPN que prefiere fregar escaleras antes que blanquear el rostro de los de Bildu. El día que los proetarras entonen un “mea culpa” por tantas muertes y tanto dolor, quizá veamos las cosas de otro modo.

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