En mi molesta opinión 

No interrumpas a tu enemigo cuando se esté equivocando

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección por el PP, Isabel Díaz Ayuso;
No interrumpas a tu enemigo cuando se esté equivocando. 
Europa Press

Desde el pasado 4-M el futuro de Pedro Sánchez ya no es el mismo que hace unos meses; ahora ha declinado en un “futuro imperfecto” y en su cerebro resuenan algunos verbos subjuntivos: sucumbir o resistir, cambiar o seguir, quitar o poner… tus barbas a remojar cuando ves las de Madrid pelar. La salud política del presidente del Gobierno de España ha quedado en entredicho, suspendida entre dos interrogantes que parecen dos pitones buscando guerra. De repente, Sánchez, tras mantenernos entretenidos y expectantes con sus juegos de coaliciones diabólicas, se ha dado media vuelta para irse a sus aposentos a reflexionar sobre Ayuso, y hemos descubierto que el presidente está desnudo por detrás, que sólo tiene cubierta su fachada. ¿Será ello un impedimento o sólo un obstáculo para su permanencia en Moncloa?

“Nunca interrumpas a tu enemigo cuando esté cometiendo un error”, lo dijo Napoleón, y la derecha parece haber tomado nota del consejo del corso. En cambio, la izquierda, y en concreto la izquierda que está en Moncloa, lleva tiempo empecinada en recrearse en sus errores. Ve fascistas por todas partes y no ve comunistas en ningún lado. Los extremismos solo son malos si vienen por la diestra; si llegan por la siniestra parecen beatíficos. Pero ese truco mediático ya no cuela, y si no, que se lo pregunten a Pablo Iglesias que ha terminado sus días políticos irritando a todos los sectores de la sociedad, exceptuando a sus cada vez más escasos votantes. Cuando tus análisis y reflexiones son incongruentes y sólo sabes apelar al frentismo para conseguir votos, consigues que el personal desconecte de ti y que el chalé de Galapagar parezca un error insalvable.

Los errores del PSOE fueron abundantes y notables durante la campaña, y ahora parecen empeñados en reiterarlos. El último de ellos, y más grave por lo que implica, les ha llevado a confundir una aplastante derrota electoral con las ganas de salir a tomar cañas y berberechos. Hay que ser muy percebe para después de un serio correctivo en las urnas guiarte por la soberbia y la ceguera que provoca la rabia de la derrota -como han hecho algunas socialistas contumaces- y arremeter contra los votantes por dar su voto a Díaz Ayuso. Si eso es todo lo que han aprendido de la derrota, puede que no eviten otro chaparrón. La incongruencia poselectoral del PSOE es de tal calibre que se resume en un: -“los actores, fantásticos; la obra de teatro, maravillosa; el público, fatal”. Cuidado con este tipo de análisis que tiene todos los ingredientes de las paranoias.

El envite electoral empezó con la alerta antifascista ¡como gran antídoto! del voto al PP, y terminó coronando a Díaz Ayuso como la reina de los tabernarios. Las elecciones del 4-M han demostrado que algunos políticos viven en su mundo y no se enteran de lo que pasa en la calle; y algunos medios de información intentan recrear su universo particular que ellos anhelan pero que no se ajusta a la realidad que viven y perciben los ciudadanos. En esta ocasión las encuestas (evidentemente no hablo de las manipuladas por Tezanos, que debería haber dimitido ya) han acertado y, en cambio, han errado muchos analistas políticos de corte progresista que confundieron sus deseos con la realidad, y no lograron convencer al electorado de que Ayuso era la tonta del bote, y Sánchez el guapo sapo que bastaba con besarle/votarle para que salvara a Madrid de las hordas fascistas.

Todos estamos presos de nuestros errores, pero Sánchez debe añadir un grillete más por sus coaliciones Frankenstein, por sus errores en la pandemia y por su empeño en hacer lo contrario de lo que dice que hará. El presidente también es especialista en no asumir la responsabilidad de sus errores. Los chivos expiatorios del frasco del 4-M han sido Gabilondo, Franco (aunque este sea otro, no podía faltar un Franco en la vendetta socialista), Leguina y Redondo Terreros. Los dos últimos han caído de rebote. Se trata de endosarle el muerto a quien sea con tal de que los de Moncloa (Sánchez & Redondo) no parezcan los verdaderos culpables. Leguina, que no suele cortarse un pelo a la hora de hablar, ha soltado un castizo “me la suda; pero yo no soy el culpable de este fiasco electoral. El culpable es Sánchez”.

Tal vez guiados por su mala lectura poselectoral, el Gobierno de Sánchez ha vuelto a cometer esta semana un grave error: confundirse y confundir con su plan para suprimir el estado de alarma. Varios ministros salieron el lunes para anunciar que hay legislación suficiente para que las Autonomías puedan tomar todo tipo de medidas que garanticen el aislamiento de su territorio y un toque de queda. Horas más tarde, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, dejaba la puerta abierta a aprobar una nueva ley -que es lo que piden varias CCAA- y poder mantener así las restricciones. Al final del día, Sánchez desoyó las críticas y anunció desde Grecia que no iba a cambiar nada, “que hay instrumentos legales suficientes”. Lo que sí es seguro que hay en toda España es un desconcierto total y la indignación de unos ciudadanos que cada día están más desorientados. Pero tranquilos, la culpa es de los berberechos y de Ayuso.

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