En mi molesta opinión

El oráculo de Delfos y la NO corbata de Sánchez

Sánchez
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EFE

A Alberto Núñez Feijóo le encantaría convertirse en Juan Manuel Moreno Bonilla, más conocido también como Moreno 'nocilla' por sus dulces formas de manejarse en política. A Feijóo le encantaría ser el presidente de la Junta de Andalucía, no tanto en lo coyuntural, ni porque el clima en el sur sea más cálido que en Madrid o Galicia, sino básicamente por el resultado electoral que obtuvo el andaluz el pasado mes de junio. Esa es la cuestión y el objetivo de Feijóo, desbancar al PSOE en su territorio y en el territorio nacional, y alcanzar el poder sin precisar la ayuda extra de Vox. Y ahí reside la difícil tarea de repetir el milagro de San Telmo en versión 'san Juanma Moreno', cuando falta todavía un largo año.

Aunque el pescado no está aún vendido y la piel del oso está por cazar, las caras en la sede de Génova -apenas seis meses de la salida de Pablo Casado- reflejan un mayor sosiego, una mejor coordinación y una razonable esperanza de futuro. Siempre y cuando Pedro Sánchez no lo impida con sus atrevidas piruetas y siga errando su estrategia electoral con extrañas decisiones que no convencen a la mayoría. Las encuestas, que no son el oráculo de Delfos pero se le parecen bastante, siguen dando como claro favorito al PP de Núñez Feijóo.

El sueño dorado de Feijóo sea emular el éxito de Moreno Bonilla

Casi todas las semanas por no decir todos los días, hay una muestra demoscópica en algún medio de comunicación español, y hasta la fecha todas ellas siguen dando, incluido 'El país' que es el más impermeable a toda realidad que no beneficie a Sánchez, que el Partido Popular amplía su ventaja frente al PSOE, que se estanca electoralmente. Pero hay una pregunta principal de obligada respuesta si uno quiere averiguar cuál ha sido la tendencia desde el día de las elecciones del pasado 19 de noviembre de 2019 hasta la comparativa del 6 de octubre de 2022. El PSOE estaba en un 28% en 2019, mientras que el PP llegaba al 20,8%, Vox al 15,1% y UP al 12,9%. Por su parte, los datos reflejan cambios sustanciales este octubre de 2022, el PP sube a 31,4%, el PSOE baja a 25,3%, Vox sigue en su 15,1%, y UP cae a 10,3%.

A pesar de estas tendencias, los porcentajes finales no se rigen a rajatabla y suelen marcar variaciones, probablemente todavía mayores dentro de un año. La escalada de Núñez Feijóo ha sido muy pronunciada desde su llegada en abril, pero puede que sea insuficiente para garantizar una mayoría parlamentaria, y a pesar del supuesto y pretendido apoyo de Vox la suma de ambos partidos puede no superar la mayoría absoluta que se exige de 176 diputados, quedándose en 170 escaños.

Ello exigiría negociar con otros posibles aliados, cosa nada fácil ya que la presencia de Vox puede frenar las ganas de pacto de otros partidos de centro como PNV, por ejemplo. De ahí que el sueño dorado de Feijóo sea emular el éxito de Moreno Bonilla, pero Andalucía, aún siendo muy grande en todos los sentidos, se queda estrecha salvo que la línea marcada por el PP andaluz sea el camino a seguir para las otras comunidades. Esto lo sabremos en mayo de 2023, con las elecciones autonómicas y municipales, que son la primera escala del repleto año electoral que nos aguarda.

El presidente quiere ser más 'podemita' que el propio Podemos

Podríamos resumir esta extraña situación política con la idea de que Sánchez es un gobernante que va a la suya, que es capaz de decirte una cosa y al día siguiente hacer la contraria; como, por ejemplo, le ha sucedido a la exvicepresidenta, Carmen Calvo, que se puso en contacto para que frenara la disparatada ley trans de Irene Montero que atenta y afecta a niños y adolescentes que caen en las redes de ese espeluznante proyecto de ingeniería y cirugía con hormonas; y la no menos dañina intención de destruir el feminismo y a la mujer, abogando para ello que ser mujer es un constructor social y no un hecho biológico. Pues bien, Sánchez dijo que sí pero al final fue que no. El presidente quiere ser más 'podemita' que el propio Podemos.

En verano decidió quitarse la corbata -para distraer la atención de sus líos y pifias- con la excusa de que “ahorras” calorías y gastas menos energía. ¿Por qué no quitarse también la chaqueta que refresca mucho más? También le sirve para parecerse a Pablo Iglesias. Sin embargo, ha terminado el tiempo del calor, estamos ya en otoño, pero el presidente sigue luciendo su 'look' de sindicalista despistado, es decir, descorbatado, que además usa como si fuera el intermitente del coche: ahora sí, ahora no… se va a ver a los ricos y poderosos capitalistas de los fondos norteamericanos, sin olvidar la Fundación Bill y Melinda Gates, para que le hagan caso, y se pone corbata por todo lo alto. Luego, en el mismo acto, se la quita porque una invitada entre risas le pilla su estrategia y le recrimina en público quitársela y ponérsela según la ocasión.

La estética tiene una gran importancia en el comportamiento humano y forma parte de la ética

Días después, se va a dar explicaciones al Congreso, donde reside la soberanía nacional, algo que a él le importa poco salvo cuando hay elecciones, y se quita la corbata aunque haga frío. Para hablar con el canciller Scholz en La Coruña y demostrar respeto al mandamás alemán, se la vuelve a poner. Si tiene que despachar con la oposición a la que no respeta, por ejemplo, última reunión con Feijóo en La Moncloa, se la quita para menospreciar a su interlocutor que sí la lleva.

El presidente del Gobierno de España, que sigue siéndolo aunque no lleve chalina, continúa sin respetar a sus invitados cuando acuden a Moncloa, y tampoco respeta a los ciudadanos, a los que debe representar de forma ejemplar con la dignidad que merecen todos, hasta los más humildes, y por ello no debe presentarse ante los demás como si fuera a merendar al campo o a tomar una cerveza a un chiringuito, o a un mitin del PSOE. Las exigencias del cargo no pueden saltarse por capricho, lo de vestir correctamente no es un antojo, ni un adorno conceptual, forma parte del respeto que se tienen las personas, y los que ostentan un lugar principal deben corresponder con los ciudadanos que no poseen ese puesto, pero merecen la misma dignidad. Vestir bien es una manera efectiva de convivir y ser educado.

La estética tiene una gran importancia en el comportamiento humano y forma parte de la ética. El simple gesto de aparecer ante miles de personas sin llevar puesta tu corbata no refleja informalidad sino más bien poca formalidad, es decir, poca seriedad y escasa formación en el cumplimiento de obligaciones y compromisos. Lo digo con todo el respeto que merece el cargo del que hablamos, cuando el presidente del Gobierno de España aparece sin motivo aparente como si fuera descamisado en un acto oficial, nos rebaja a los demás ciudadanos. Las formas sí tienen importancia para valorar y destacar la dignidad que los demás tienen para uno, no se trata de la comodidad o apariencia sino del saber estar en cada momento. Como dijo la escritora y editora Anna Wintour, “si no puedes ser mejor que tu competencia, al menos vístete mejor”. 

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