En mi molesta opinión

¿Quién manda más en el Gobierno de coalición: Sánchez o Iglesias?

La subida fiscal se concentrará en las 50.000 rentas más altas del país.
¿Quién manda más en el Gobierno de colación: Sánchez o Iglesias?
Bruno Pérez | EFE

Dicen los exégetas de la antropología social que la soberbia es muy mala consejera. Y en ese sentido, Pedro Sánchez sufre un problema de reflejos: tiene demasiados 'espejos' aduladores en Moncloa que le agrandan de manera exagerada su imagen y sus virtudes hasta el extremo de creerse mejor y más inteligente que Pablo Iglesias, y de estar convencido de que puede controlarle cuando desee.

Esto último es un error por muchas razones, pero sobre todo porque Iglesias sin ser un estadista sí es un habilidoso profesor de teoría política y un lustroso estratega del oportunismo y del comunismo, del que se siente huérfano, aunque reniegue de él -pero sólo en apariencia- porque perjudica su imagen de Vicepresidente. Sánchez también ha demostrado en estos meses que no anda mal de táctica y astucia sin escrúpulos, pero con la salvedad de que en los temas importantes de Estado y de Gobierno corre a rebufo de lo que dicta Iglesias.

La gran diferencia, y quizá la más importante, es que el líder de Unidas Podemos tiene un proyecto -bueno o malo, eso es otra cuestión- de país o de modelo de Estado en su cabeza; y Sánchez sólo tiene una cosa entre las orejas: su ambición. Una enorme ambición que crece a medida que pasa el tiempo en Moncloa y saborea el embriagador néctar del poder. Es una especie de lujuria triunfal que le empuja a aceptar lo que propone Podemos aunque eso tenga un alto precio y demasiados riesgos electorales y de imagen. Hasta el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, confesó públicamente sus temores sobre esta cuestión: “Veo con preocupación que Podemos nos marca la agenda y nos arrastra a una esquina del tablero político, muy fuera del sitio habitual de las grandes mayorías del PSOE”.

García-Page no es el único socialista relevante que se ha quejado de la deriva política de este Ejecutivo de coalición, en el que cada día parece más claro que quién manda realmente y diseña los movimientos políticos es Pablo Iglesias. Al menos, la mayoría de las medidas adoptadas hasta la fecha por el Gobierno parecen tener un color más morado, y complacen más al electorado podemita que al socialista. Cuando muchos temían que en esta coalición Sánchez podía 'devorar' y fagocitar a UP, el partido menor y actor secundario, la resultante ha sido la contraria: Iglesias está pintando de violeta la rosa del partido que fundara -¡qué paradojas!- otro Pablo Iglesias. De ahí que muchos votantes del PSOE no hablen ya de partido socialista obrero español sino de “partido sanchista oportunista expañol”.

Lo de “Expañol” con X no deja de ser una boutade, pero quizá venga a cuento por los acuerdos del Gobierno con ERC y Bildu que tanta polémica han provocado. Bueno, polémica en el lado socialista, porque en casa de los dirigentes de Podemos no ha existido ningún malestar, más bien todo lo contrario; y el silencio valorativo es una señal inequívoca de que están convencidos de que son ellos los que se están llevando el gato al agua y están ganando al PSOE la batalla partidista por el predominio y liderazgo de la izquierda española. Una izquierda que pastorea con solvencia y sin ningún disimulo Iglesias.

En enero se cumple el primer año de coalición gubernamental, lo que significa que el panorama electoral se presenta aún a largo plazo, unos tres años, pero pensar que Sánchez se deje robar la cartera -y el espacio ideológico- tan fácilmente es no conocer al político con menos escrúpulos del territorio patrio. Quizá Sánchez se esté dejando utilizar para asegurar el apoyo a los Presupuestos de la izquierda radical, y que le garanticen un apoyo más duradero. Pero por otra parte, creer que Iglesias es una meretriz de quita y pon según le convenga a Sánchez, es desconocer la habilidad política y vengativa de su actual socio de Podemos. Se abren las apuestas para saber qué ocurrirá el año que viene cuando los temas económicos empiecen a pasar factura y no haya salvavidas para todos.

El cúmulo de errores de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, aunque los intente disimular con su aparato mediático adiestrado desde Moncloa, empieza a ser tan gravoso que no resulta fácil convencer al votante de izquierdas inteligente, no el forofo que se traga todo, sino el que exige una actuación de gobierno coherente y ética. Son muchas las torpezas y la última, propiciada por Iglesias y tragada por Sánchez, aceptar el apoyo/acuerdo con Bildu, tendrá un desgaste mayor del que espera el presidente, porque la mayoría de la opinión pública de izquierdas no lo acepta. Es decir, no se entiende que invites, por poner un símil, a la cuadrilla o manada de un violador a tu barbacoa para celebrar las fiestas del pueblo, aunque el violador siga en la cárcel, y menos cuando los de su cuadrilla o manada andan libres pero sin condenar aún los actos de su criminal 'colega', de los que ellos fueron testigos.

El PSOE tenía un proyecto histórico para España que ha desaparecido con la llegada de Sánchez. Han dejado la centralidad y se han lanzado a la misma aventura radical de Podemos y ERC, para no ser menos que ellos: destruir la Constitución y los consensos del 78. Sánchez tiene ambición pero no tiene grandes ideas ni claras -se las prestan Iglesias e Iván Redondo-, y además olvida que los votantes acérrimos de izquierda apoyarán antes el original -UP, ERC, Bildu…- y, sin embargo, los votantes centrados de izquierda no volverán a confiar en el PSOE, que ya no es socialista sino sanchista y veleta, con todos los problemas y riesgos que ello conlleva. ¿Alguien sabe cuál es el proyecto de país que tiene Sánchez para España? Nadie lo conoce porque no lo tiene. Pero todos conocemos el modelo de Estado que le gusta a Iglesias: empieza por V y no es el que hay en Venecia, precisamente.

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