En mi molesta opinión 

Sánchez y Casado víctimas de Ayuso, o viceversa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acude a recibir a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Sánchez y Casado víctimas de Ayuso, o viceversa. 
Europa Press

Si en la ciudad de Milán el Instituto Bruno Leoni te concede un premio por la gestión de la crisis de la pandemia del coronavirus, y además la distinción lleva en su título una palabra que te alumbra grandes recuerdos: “Llama de la Libertad”, lo primero que debes hacer, después de agradecer el galardón liberal, es doblar la apuesta y ponerte en plan Marianne ante “La libertad guiando el pueblo”. Y aunque te llames Isabel y seas de Chamberí aprovecha la ocasión para anunciar que los “tabernarios” nunca más volverán a pasar hambre o sed fuera de sus casas, ni de madrugada, y que el personal se vaya preparando porque el próximo lunes 20 en Madrid desaparecerán todos los límites horarios a la hostelería y al ocio nocturno y se restablecerán los aforos normales en cines y teatros. Un gesto oportunista que sin embargo hará que Madrid vuelva a encabezar el aperturismo restaurador de barra y terraza, y de paso su presidenta podrá seguir levantando el dedo en señal de victoria, aunque no se sepa muy bien cuál de los cinco dedos levanta con más ganas.

Como han demostrado en los últimos tiempos, Ayuso y su equipo de gobierno saben jugar bien sus cartas ideológicas, aunque se marquen faroles y hagan trampas como casi todos los tahures de la política. Las juegan en beneficio de los madrileños, pero también para fastidiar a Pedro Sánchez, y eso que el presidente del Gobierno de España tampoco se corta un pelo con el autobombo y el navajeo. Este mismo lunes se hizo a sí mismo una entrevista-masaje en el Telediario de las nueve de TVE en la que el presentador, Franganillo, sólo estaba de oyente, sobre todo desde que osó preguntar por los subidones de la luz y si ahora él veía las cosas distintas a 2018, cuando era el doctor Jekyll-Sánchez en la oposición y criticaba a Rajoy por una subida de la luz del 13%, y ahora siendo Mr. Hyde-Presidente no se indigna tanto con un alza de la luz del 195%.

Pero no seamos ingenuos con la auto-entrevista-masaje, Pedro Sánchez no sólo salió el lunes en el primetime de TVE para intentar frenar su mala imagen y la hemorragia de votos que provoca la constante subida de la electricidad -sin olvidar el creciente descenso del poder adquisitivo de todos los españoles-, en su objetivo también estaba eclipsar de paso cualquier protagonismo -con galardón internacional incluido- de su ferviente y constante enemiga, Díaz Ayuso. No hay que olvidar que el jefe del Gobierno es de aquellos que no perdonan ni olvidan, y si no, que se lo pregunten a Carmen Calvo, J.L. Ábalos o Iván Redondo, por poner tres damnificados de última generación. Los ataques a Ayuso no volverán a ser directos, porque la benefician a ella, pero Sánchez intentará desgastarla y anularla siempre que pueda, no vaya a ser que la crisálida autonómica se convierta en mariposa nacional.

Pero sigamos avanzando y pasemos al salón del ángulo oscuro. Donde Ayuso afila sus uñas liberales, sin olvidar que ella es dueña y señora de su destino, a pesar de que Pablo Casado sea el presidente del partido. Casado vive sin vivir en él, por un lado está feliz y satisfecho con las encuestas que le dan como vencedor de unas futuras elecciones generales -con el apoyo de Vox- y, por otro, vive receloso con la larga y ambiciosa sombra de la presidenta de Madrid. Sobre todo porque no olvida que el PP ha vuelto a la vida gracias a la victoria de Ayuso en mayo. Los otros barones autonómicos también pintan bastos, pero la presidenta de los madrileños está más cerca de Génova, no sólo geográficamente, y ahora quiere ser la jefa regional del partido. Demasiado poder, demasiado riesgo para dejarla crecer aunque sus intenciones no vayan dirigidas -aún- hacia la cúspide nacional.

En política existe el axioma de que si no creces, menguas; y los susurradores de la Puerta del Sol se lo han hecho ver a Ayuso, y ella está empeñada en no retroceder, principalmente, para que su buena imagen actual no se vea perjudicada de cara a las futuras elecciones de 2023. La lucha de poderes está servida. La presidenta de Madrid siempre juega con ventaja, la ventaja de parecer una dulce macarra, pero cuando se pone respondona y altiva su imagen se agiganta, y eso siempre gusta a los que apuestan por el menos poderoso. Casado tiene un nuevo obstáculo en su carrera hacia La Moncloa. Sánchez es el enemigo a batir, pero en el camino tiene que convencer/vencer a Santiago Abascal y Díaz Ayuso para que no se interpongan demasiado en su objetivo.

La misión no es fácil, el líder del PP manda mucho en el partido pero no gobierna, es decir, no ha ganado unas elecciones, y eso siempre es una espada de Damocles. En las próximas semanas veremos si en el Partido Popular hay inteligencia estratégica suficiente para minimizar este alboroto de egos empoderados, que cuenta con la inestimable pérfida ayuda de Esperanza Aguirre, y una víctima colateral como es el alcalde Almeida. Casado puede acariciarse con las encuestas que le dan como vencedor, pero esta carrera no es de velocidad sino de fondo, y todavía no ha sonado la campana de la última vuelta.

Además, no debe olvidar lo que ya advertía la Biblia hace milenios: una casa dividida contra sí misma, no tiene futuro, y en política la discordia interna se paga muy cara. Ayuso intenta defender su feudo y su predominio político para no perder comba, pero el líder del PP debería adquirir no sólo la empatía conciliadora del que sabe dirigir y mandar, sino añadir otro retrovisor a su monoplaza para vigilar los movimientos de Sánchez, Abascal y, ahora también, de su “amiga” Ayuso, más que nada para que no acaben perjudicando al partido y se hagan daño mutuamente, como en el caso del dentista y la paciente.

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