En mi molesta opinión

Yolanda Díaz o adivina quién no viene a cenar esta noche

Yolanda Díaz o adivina quién no viene a cenar esta noche
Yolanda Díaz o adivina quién no viene a cenar esta noche
Europa Press

No es nada personal, son sólo negocios, que se diría en 'El Padrino'. Pero la vicepresidenta Yolanda Díaz desafina o desatina cada vez que intenta imponer sus manías, y a su vez demuestra un gran desconocimiento de las costumbres españolas, que parece que ella no acaba de apreciar. Ahora, se empeña en meternos pronto en la cama por exigencias de su autoridad gubernamental y como buena comunista que no ama la libertad. Quiere que el personal se encierre en casa a la hora que se acuestan las gallinas, las gallinas finas, se entiende. Pero hay otras gallinas que son más noctámbulas o más golfos y prefieren acostarse al alba o cuando les salga a ellas de la calva o de su ancho albedrío.

Cada día me inclino más por los horarios nórdicos, esos en que los comensales se ponen a cenar a las seis o a las siete de la tarde, cuando en España casi todavía no hemos terminado de comer, o de empezar a vivir cuando la noche languidece y renacen las sombras. Procuro pactar mis cenas con mis amistades a eso de las 20:30 o 21:00 hora peninsular, para no dilatar demasiado la retirada o para todo lo contrario, para que la fiesta se alargue hasta que el cuerpo aguante. Pero esas son cosas mías y de mis compañeros de mesa, pero no me atrevería a obligar a nadie a que se someta a la misma disciplina u horario. Cenar a las once, a las doce o a la una de la noche puede ser un exceso para algunos, pero también puede ser una necesidad laboral o personal para otros muchos que aman la nocturnidad y la vida justo cuando la luna empieza a rumbear.

España entró en la Unión Europea en 1986, bajo la presidencia de Felipe González, y muchos creyeron que íbamos a cambiar los horarios de los bares, restaurantes, cines, tiendas, teatros… Pero no, estábamos muy equivocados; han pasado 38 años y aquí seguimos siendo diferentes en nuestras costumbres de día y de noche. ¿Mejor o peor? Vaya usted a saber. Yo diría que es diferente. Que son dos bellezas distintas pero ambas necesarias. Con ventajas e inconvenientes. Nuestro peculiar horario solar y el buen clima determinan los hábitos cotidianos y las costumbres de cenar a una hora u otra.

Para cualquier extranjero que nos visite la vida en España puede ser una locura sorprenderte, un carrusel imposible de seguir, pero nadie se queda indiferente. Comparado con otras capitales estilo muermo, nuestro modo de vida es único y posee grandes diferencias en todo. Pero aquí a nadie se le obliga a trasnochar, te puedes ir a dormir cuando te dé la gana; hay espacio, y sobre todo hay libertad, para organizarse como uno quiera.

Europa no pudo, no supo o no quiso cambiar nuestros horarios. Pero ahora, viene Yolanda Díaz con su torbellino mental y su actitud de flagrante comunista a poner orden en nuestras vidas. Mucho 'bla-bla-bla' para no decir nada nuevo ni nada serio; pero, en cambio, todavía no ha dicho ni pío de la corrupción de sus socios de Gobierno, el PSOE presidido por el ausente y desaparecido Pedro Sánchez. En lugar de desear que brille la verdad y la justicia, se dedican a ocultarla y a mirar hacia otra parte. Siguen pensando que los ciudadanos se olvidarán de todo cuando lleguen las elecciones, quizá se olviden de las propuestas absurdas de Yolanda Díaz para cerrar antes los restaurantes, pero de su actitud y de la corrupción socialista no creo que se olviden tan fácilmente.

Por cierto, hablando de la necesaria UE, que siempre ejerce de árbitro entre los incorregibles españoles, esta semana se ha difundido el informe de la Comisión de Venecia. No es un plan de viajes del Imserso para maduritos con ganas de ver canales y góndolas, sino la Comisión Europea para la Democracia por el Derecho, más conocida como Comisión de Venecia, órgano consultivo del Consejo de Europa responsable de brindar asesoría legal sobre cuestiones constitucionales y derechos fundamentales entre Estados miembros. Pues bien, su informe acerca de la amnistía organizada en España a medias entre Sánchez y Puigdemont ha puesto algunos puntos sobre la mesa, que los opinadores afectados han soslayado y sólo han querido remarcar la parte interesada del enunciado.

Por ejemplo, ¿respalda la Comisión de Venecia una amnistía? Los expertos de la UE la avalan, pero indicando que deben darse importantes condiciones para que sea democrática. No es algo tóxico una amnistía, siempre que se den las disposiciones adecuadas, pero hoy por hoy nadie las conoce al completo y hay que esperar a un resultado definitivo. Lo que no encaja bien para la Comisión es comprobar que sean los propios amnistiados los que han dictado las leyes a la medida de sus delitos personales, caso de Carles Puigdemont y compañía. Sobre todo, cuando media España está en contra de la amnistía, y no se da una mayoría cualificada como la que reclama Venecia para mantener la cohesión social del país.

La grave amonestación de esta Comisión radica en apelar a la reconciliación política como objetivo legítimo y primordial para las amnistías, pero en realidad no han buscado la ligazón de la sociedad, básicamente porque esta Ley pretende primar las necesidades particulares y exclusivas de Sánchez y Puigdemont. No estamos hablando de mejorar la convivencia, sino de mejorar la supervivencia política del presidente y del expresidente fugado. Otro aspecto conflictivo es comprobar que la Ley sigue un procedimiento de urgencia sin apreciar “el tiempo necesario para un diálogo significativo” que piden los miembros de la Comisión. También se cuestionan los delitos que cubre la amnistía, ya que de incluir el terrorismo y la alta traición chocarán con la Constitución y el derecho europeo.

En definitiva, este país no tiene desperdicio. Mientras el Gobierno se dedica a configurar una ley de amnistía a la medida y con tintes partidistas, y la utiliza de repente como cortina de humo para tapar la propia corrupción del ‘caso Ábalos y Koldo García’, llega la virtuosa Yolanda Díaz con su habitual desfase para intentar zarandear con sus ocurrencias la principal industria nacional de este país. Sí, ya sé, a mí también me gustaría, a veces, ser un poco sueco, pero no, yo he nacido en el Mediterráneo… a mucha honra y a muy buena hora.

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