Opinión

Crisis eléctrica: soluciones que no lo son y otras propuestas

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Crisis eléctrica: soluciones que no lo son y otras propuestas
EFE

El precio de la energía eléctrica, la luz, se ha multiplicado por más de tres el último año. Unos expertos dicen que es por el aumento del precio del gas (un 50%, según el Banco de España) y a causa de los derechos de emisión de CO2. Otros, en cambio, lo atribuyen a la parada en la apuesta nuclear; porque las comercializadoras han aumentado el precio kWh por el sistema de fijación de precios; o por la carga fiscal, incluido el impuesto sobre el valor de la producción de la energía eléctrica.

Lo cierto, en cualquier caso, es que no tenemos control del coste de la energía porque no somos productores, dependemos de la demanda asiática, de la estabilidad de las relaciones con Rusia o de otros factores externos que no podemos controlar. Así, si el sistema de producción energética y de fijación de precios no funciona, deberíamos plantearnos encontrar nuevas soluciones a largo plazo. 

Las ideas propuestas para superar la crisis de precios de la energía en las últimas semanas, como mucho, amortiguarán en parte el golpe al bolsillo de los consumidores, pero no arreglarán nada a medio y largo plazo. Porque el Real Decreto-Ley que obliga a las compañías eléctricas a devolver los beneficios por costes de gas que no soportan, es parcial y limitado en el tiempo: hasta marzo 2022; porque la rebaja del impuesto Especial sobre la electricidad o la suspensión transitoria del IVA de Producción de Energía Eléctrica y la bajada del IVA de la luz al 10%, no son soluciones siquiera a medio plazo. Igual ocurre con la aireada creación de una eléctrica pública, pues nuestro gran problema es de generación, no de distribución o comercialización. Lo mismo sucede con la propuesta de fijar una tarifa única: no es una solución sostenible porque el excedente del coste lo terminaríamos pagando todos.

Debemos aspirar a soluciones que den respuestas de futuro a nuestras necesidades no resueltas como son:

1.- Aspirar a una autonomía energética que no nos haga depender de terceros países.

2.- Realizar una transición hacia energías limpias que haga sostenible el planeta.

3.- Que el precio de la energía sea asumible y estable para el pequeño consumidor y las empresas a largo plazo.

4.- Impulsar una conexión e involucración de la ciudadanía en los asuntos estratégicos del país porque necesitamos que las personas recuperen la responsabilidad que han ido delegando en un mundo de ideologías en decadencia.

Es decir, necesitamos una solución que genere autonomía energética, asumible para todos y que conecte a los ciudadanos con su responsabilidad innata ante la comunidad.

Al impulso irrenunciable de las energías renovables, ya en marcha o en proyecto, debemos incorporar una apuesta decidida y urgente por el hidrógeno, investigando sobre sus aplicaciones industriales y creando una industria a su alrededor porque puede ser, en gran medida, la solución energética para España. Deberíamos convertirnos en un espacio de prototipado continuo donde las empresas del sector puedan venir a probar, aprender, compartir e inspirarse.

En paralelo deberíamos dar la oportunidad a los ciudadanos para que produzcan la energía que consumen e incluso sean remunerados por su excedente. ¿Cómo? En una primera fase, potenciando la creación de comunidades de individuos-productores de energía que tengan acceso a tecnología de generación, asesoramiento y financiación. Si las personas tenemos el derecho y la oportunidad de producir la energía que consumimos, no sólo como autoconsumo, sino convirtiéndonos en productores energéticos, en mi opinión, sería una solución a medio plazo.

Una vez establecidas las comunidades de producción, en una segunda fase, se plantearía la creación de un Plan de Ordenación de Producción Energética (POPE). Se repartirían derechos de producción a las distintas regiones, y éstas las cederían a sus ciudadanos constituidos en comunidades de productores. Al igual que en las comunidades de vecinos, los individuos se responsabilizan por el correcto funcionamiento de su producción, administrar bien las instalaciones y demás derechos y responsabilidades.

Al ordenar territorialmente la capacidad productiva, las regiones más despobladas son las más favorecidas en la cuota de producción que a cada individuo le corresponde. El sol y el viento pueden llegar a convertirse en la riqueza natural que cree más valor a los habitantes de zonas más despobladas. Además, atraería industria directa alrededor de los sistemas de producción energéticos sostenibles.

Entramos en un tiempo nuevo en el que las personas reconectan con su espíritu responsable, creativo e innovador que les impulsa a retomar responsabilidades que habíamos dejado a otros. A menudo las personas necesitamos una crisis para entender una oportunidad.

*José Almansa es cofundador de LOOM e Impact HUB Madrid.

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