Cuaderno de venta

Bitcoin y la caja de Pandora del dinero 'offshore'

Las cotizaciones de las criptomonedas vuelven a echar humo, en máximos históricos, resucitando el debate sobre qué sucederá con toda esa riqueza fuera del sistema y cuyo origen, en gran parte, parece irrastreable.

Un manifestante anti-Bitcoin en El Salvador, país donde la cripto es de uso legal.
Un manifestante anti-Bitcoin en El Salvador, país donde la cripto es de uso legal.
DPA vía Europa Press

Detrás del pseudónimo Carmen Molas, que acaba de ganar el millonario Premio Planeta, había tres hombres, tres mentes guionistas que tejieron una identidad ficticia para construir un proyecto literario que ya había encandilado a miles de personas. Hasta ahí, lo romántico pero este es un espacio de reflexión económica y, como diría el del concurso, aquí hemos venido a jugar: ¿cómo lograron monetizar su éxito previo y mantener el anonimato tanto tiempo? Bien podrían haber usado una CB (Comunidad de Bienes) que permite dar entidad jurídica a personas físicas manteniendo en secreto sus identidades. También podrían haber recurrido, si sus lectores las usasen, al cobro vía criptomonedas, un 'best seller' de otro pseudónimo que todavía no ha salido de la sombra: Satoshi Nakamoto.

Detrás del 'autor' japonés probablemente hay otro proyecto coral que se ha convertido con el paso de los años en una revolución tecnológica que aspira a cambiar radicalmente el mundo del dinero. Su software Bitcoin, la cadena de bloques (blockchain) que hace que funciones, parió una unidad de cuenta que hoy vale 1 billón de euros y ha convertido a Nakamoto en una de las mayores fortunas del mundo con una cartera que contiene un millón de bitcoins (el 4,7% del total) que vale hoy alrededor 52.000 millones de euros al cambio. Quizá algún día sus promotores salgan del armario pero lo curioso es que mientras siga en la sombra, ese dinero alternativo seguirá no fiscalizable ni negociable por el sistema tributario en el que resida. ¿Por cuánto tiempo?

Las criptodivisas se han convertido en un ecosistema de riqueza con  más de 12.000 tokens, valorado en 2,1 billones de euros, cuya adopción parece inevitable. Sin embargo sigue fuera del sistema pese a que sigue abriendo puertas y ventanas para su regreso a través de múltiples fórmulas. Bien con la voluntaria declaración de bienes, como producto de inversión, legalizándolo como divisa o, a las bravas, a través de la confiscación. El Salvador ha sido el primer país del mundo en adoptar el Bitcoin como moneda de curso legal; China lo ha prohibido y ha lanzado su yuan digital con la funciones de la invención de Nakamoto pero sin opacidad, ni anonimato y bajo control. Esa será la gran batalla de 2022 en la escena cripto: abrir el melón para la regulación masiva de un gigante antisistema que amenaza la gobernanza tradicional de banca-estado del capitalismo.

Europa y EEUU todavía debaten su posición pese a que prometieron tener una tesis de partida para el pasado verano. ¿Tendremos euros y dólares digitales alternativos al Bitcoin, Ether y compañía? Parece un hecho que así será pero la clave residirá en la capacidad de interacción legal con las actuales criptomonedas. Dicho de otro modo, ¿habrá amnistía fiscal o confiscación para los holders o tenedores de este dinero? Hacienda, siempre por delante, hace tiempo que abrió el pasillo de la regulación lo que significa que cada día que pasa hay más criptos dentro del sistema pero eso no significa que haya barra libre. Los bancos tradicionales restringen la salida de grandes cantidades de euros hacia el otro lado, mientras ponen trabas a su reentrada vía transferencia por la dificultad para justificar su procedencia. Es la regla número uno de la norma antiblanqueo de capitales.

Es un secreto a voces que las criptomonedas son una autopista para el dinero evasor e ilícito por la extrema movilidad, seguridad y facilidad para su uso como medio de pago. Si la familia Pujol, que va a ser juzgada como organización criminal, lo hubiese descubierto en 2012 no estaría en el banquillo de los acusados. 'Antiguamente', el dinero se movía en maletines como cuando llevaron 7 millones de euros en efectivo de Suiza a Andorra para llevárselo a sociedades offshore en Panamá. Hoy viaja en blockchain. Se puede comprar un Bitcoin desde el lugar más recóndito del planeta y usarlo para tomar un café en la máquina de la Agencia Tributaria sin temor a ser rastreado por su horda de inspectores. Al menos, de momento.

En EEUU, en estos días, solo se habla de dos novedades en la escena cripto. Primero, el lanzamiento de un ETF (fondo cotizado) de Proshares que permitirá a cualquiera invertir indirectamente en criptomonedas a través de este producto financiero y que cuenta con las bendiciones de la SEC, el equivalente a la CNMV española. De nuevo, aunque parezca poco intuitivo, el sistema abre sus puertas para que el dinero de las criptos regrese, o más bien se quede, regularizando un producto de inversión en ellas.

Segundo, la intervención de otro organismo oficial que supervisa los derivados financieros. La Comisión de Futuros de Materias Primas (CFTC, por sus siglas en inglés) ha multado a Tether, la emisora de la quinta criptomoneda del mercado y una de las más oscuras. Está valorada en 60.000 millones de euros. El importe de la sanción parece irrelevante al trasluz de esa cifra (41 millones de dólares) pero el hecho de hacerlo y el motivo sí lo es: mentir a los inversores sobre los activos que respaldan esta divisa digital que tiene un rol de ‘stablecoin’ que permite cambiarla en segundos por otra. También faltó a la verdad sobre las auditorías independientes sobre su actividad, pero en el fondo pone en cuestión el origen del dinero que entraba que el Tether, una fuente inagotable de recursos hacia Bitcoin, con emisión ilimitada y puerta de entrada del dinero fiduciario en masa desde las más exóticas jurisdicciones. Pero esa es la gran caja de Pandora por abrir.

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