Cuaderno de venta

'Satoshi' Musk, la SEC y el síndrome de saltarse las normas

Elon Musk.
Elon Musk.
DPA vía Europa Press

Talento infinito, ambición a raudales y dinero casi ilimitado. Elon Musk debe ocupar su merecido puesto como el emprendedor más revolucionario del siglo XXI. El hombre más rico del mundo en 2022 es un genio indiscutible de nuestro tiempo y una figura disruptiva sin comparación en disciplinas tan diversas y extensas como, cojan aire, el coche eléctrico, los pagos digitales, los cohetes espaciales, internet vía satélite, baterías, cargadores y paneles solares; o su influyente papel en materias como los criptoactivos, la inteligencia artificial, neurotecnología... y lo que te rondaré, morena. Son las áreas en las que ha triunfado o está a punto de hacerlo como fundador o impulsor de compañías como Paypal, Tesla, SolarCity, SpaceX, Neuralink, Hyperloop (The Boring Company) o Starlink, entre otras.

Con 50 años recién cumplidos, el físico, ingeniero, empresario y persona más rica de la tierra con una fortuna incalculable aunque estimada entre 220.000 y 260.000 millones de dólares según se mire el ránking de Forbes o Bloomberg. Hay quien considera que puede multiplicar esa cantidad si se tienen en cuenta sus inversiones personales en criptomonedas como Bitcoin o Dogecoin. A falta de conocer la identidad oficial del pseudónimo Satoshi Nakamoto, el sudafricano bien podría considerarse como el mayor propietario cripto sin temor a equivocarnos, aunque la dimensión de su criptocartera es tan anónima como la del ‘nipón’. Sí es pública, por obligación regulatoria, la de Tesla, la segunda empresa con la posición más importante en Bitcoin tras la inversión que realizó a comienzos de 2021.

No hay que perder de vista que Musk es un pionero de los dineros digitales desde aquella plataforma entre particulares (Paypal) que cofundó junto a Peter Thiel y Max Levchin hace más de dos décadas con un espíritu libertario. Fue el germen de lo que muchos se han empeñado en llamar 'banca en la sombra', que no es otra cosa que el rol de desintermediación financiera que está revolucionando -y extinguiendo- el viejo oficio de banquero. La clave del concepto es su carácter antisistema o fuera del circuito de la regulación tradicional. Es ahí donde nuestro genio se mueve como pez en el agua y disfruta como un cochino en el barro por traducirlo al lenguaje ibérico. Como buen genio, su eterna rebeldía adolescente frente a la autoridad y su curiosidad indomable es la energía que le ha llevado a innovar y perseverar para ir por delante de las normas y lo establecido.

Aquí es donde Musk se ha pasado de la raya en más de una ocasión hasta el punto de haberle generado verdaderos problemas, incluso judiciales. Hay un denominador común: Twitter. El más influyente de los empresarios, inversores y visionarios tiene auténtica obsesión por esta red social. Sus mensajes llegan a más de 80 millones de seguidores. Ahora se acaba de convertir en su mayor accionista para ponerla patas arriba, no lo duden. ¿Busca ahora hacerse con los mandos de la opinión pública? ¿O solo arreglarla? La visión de Elon es que la red social más influyente para el poder político y empresarial está rota desde el punto de vista de la libertad de expresión, la toxicidad y, en general, en su funcionamiento. Ya ha propuesto soluciones como cambiar el algoritmo, evitar la censura, primar a los suscriptores o a los usuarios más activos frente a los durmientes. En esta línea parece interesante la guerra que ha anunciado que declarará a los bots, esos ejércitos de cibermercenarios que tuitean, retuitean y postean mensajes con oscuros intereses de negocio, ególatras o propagandísticos.

El 'dueño' de Twitter, condenado por tuitear

Lo único que quizá no ha entendido todavía Musk es que estamos hablando de un medio de comunicación, no solo de una plataforma. Requiere, por tanto, que 'inyecte' al algoritmo algo de deontología y responsabilidad en lo que se publica. Y debe empezar por él mismo. Ha dejado algunos mensajes en la red social para la historia de la falta de ética pero esto el gran público apenas lo conoce. Eran los tiempos en los que su compañía se jugaba su supervivencia a vida o muerte en términos financieros. En 2018, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) les condenó a él y su empresa Tesla, como parte beneficiada, a una multa de 40 millones de dólares por fraude de valores e información privilegiada. Musk fue forzado a dimitir como presidente de la compañía de vehículos eléctricos. Todo por un mensaje muy poco inocente.

Musk tuiteó el 7 de agosto de 2018 que tenía la "financiación asegurada" para excluir de bolsa a Tesla a 420 dólares por acción, una cifra muy por encima de su cotización en ese momento, lo que provocó fuertes alzas en bolsa y un cierre de posiciones cortas -y pérdidas masivas entre los inversores bajistas- que retroalimentó la subida y permitió que la empresa ampliase capital más adelante para solventar sus problemas financieros. Entonces valía 50.000 millones de dólares en bolsa; hoy supera el billón (20 veces más). Lo que parece una jugada maestra tenía un punto débil: los tuits eran “engañosos”, según dictó la SEC. Desde entonces, el supervisor americano de bolsa tiene su cuenta de Twitter entre sus lecturas habituales y obligó a Tesla a que supervisase sus mensajes. Lejos de agachar las orejas y acatar ante una condena por fraude bursátil, Elon se puso como objetivo vital no declarado ‘trolear’ (provocar o boicotear en el argot de internet) a los reguladores tanto como pudiera. Entre las más ocurrentes, a modo de protesta, se autonombró rey tecnológico (Technoking of Tesla) -en lugar de consejero delegado (CEO)- y maestro de monedas (Master of coins) a su director financiero (CFO) en las notas al supervisor.

Hiperactivo usuario en Twitter, no tardó en volver a meterse en un jardín pantanoso a finales de 2021 porque el que está siendo investigado. No se le ocurrió otra cosa que abrir el debate y una encuesta en la red social para preguntar si debía vender el 10% del capital de Tesla (alrededor de 22.000 millones de dólares) para pagar impuestos. Justo en ese momento su hermano Kimbal estaba vendiendo acciones y Elon no tardó ni 48 horas en salir al mercado vendiendo sus títulos en máximos históricos para afrontar su factura fiscal. Además del momento elegido, la SEC sospecha -todos lo hacemos- que incurrió otra vez en desinformación puesto que el mayor accionista de Tesla ya tenía programada la venta masiva de títulos para afrontar la factura fiscal por el ejercicio de opciones.

Musk prestó declaración hace dos semanas ante el supervisor con un discurso desafiante en defensa de la libertad de expresión, citando la Primera Enmienda constitucional, al tiempo que parafraseó versos de una canción de 'Eminem' (Without me) en la que se habla de censura y libertada de expresión por una multa que recibió el rapero. “La [SEC] no me dejará ser o dejarme ser yo, así que déjame ver…”, señalaba el alegado del empresario. El supervisor de bolsa tendrá que volver a llamarle al estrado con toda probabilidad. Solo unos días después, el fundador de SpaceX cargaba en público contra Twitter y dijo que su funcionamiento promovía la censura. Las acciones cayeron en Wall Street por la insinuación de que iba a lanzar una alternativa a la plataforma de microblogging.

 Lo que no sabía nadie, ni siquiera la SEC, es que Musk estaba comprando títulos de la red social a manos llenas esos días. De hecho, hay quien da por sentada una multa para el campeón de la lista Forbes porque ha comunicado con retraso respecto a la norma la compra del 9,2% del capital de Twitter por unos 2.900 millones de dólares. También declaró como pasiva la participación para acto seguido rectificarla como activa -con intención de influir y participar en la gestión- y solicitar su acceso al consejo de administración de la red social. Tampoco comunicó sus contactos con la cúpula de la empresa como se ha ido conociendo ahora. Por el historial del personaje, no parece haber sido un error sino que parece un acto totalmente premeditado. Lo malo para él es que la SEC también tiene un potente 'track record' a la hora de castigar a inversores corruptos

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