Trump resucita la 'doctrina Monroe' para desafiar a Rusia y China en Venezuela

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EFE
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EFE

El primer síntoma de alarma saltó en Venezuela, cuando el presidente interino Juan Guaidó anunció la 'operación primavera' para echar a Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores. Las alertas saltaron dentro de los muros del Kremlin, al ser conscientes de que en ese órdago de la oposición al mandatario bolivariano estaba la mano de la Casa Blanca. El aroma a los tiempos de la Operación Cóndor no se podía camuflar con perfume.

Hay que poner en contexto la situación y el carácter de negociador sin escrúpulos de Donald Trump, ya que acababa de activar el Título III de la Ley Helms-Burton lo que permitía a las entidades estadounidenses reclamar inmdemnizaciones por las propiedades expropiadas en Cuba durante la Revolución de Castro. Y eso conectaba directamente con Venezuela, don de la ayuda del servicio de inteligencia G2 cubano es fundamental para el control que mantiene el SEBIN bolivariano de la oposición al régimen chavista.

El tablero de ajedrez es complejo, lejos de entenderse con las imágenes que los noticiarios deponen a diario de la crisis de Venezuela. La clave está en la resurrección de la 'Doctrina Monroe', la misma que un crédulo John Kerry -entonces secretario de Estado- dio por muerta en un célebre discurso ante la Organización de Estados Americanos, antes de la celebración de Acción de Gracias del 2013.

La hegemonía estadounidense en América Latina está herida, y sangra profusamente. El desembarco del dinero de Pekín, con la inversión milmillonaria en infraestructuras, y la estrategia rusa de acudir al amparo de cualquier gobernante que mire mal al vecino del Norte ha debilitado la influencia del 'Tío Sam' en la región. Y para Trump, vocero del "América primero", no es una cuestión sobre la que se puede pasar de puntillas.

"Aquí en el hemisferio occidental estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas", declaro Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York el pasado septiembre. Y no se quedó ahí, ya que añadió que se trataba de "la política formal de nuestro país desde el presidente (James) Monroe que rechacemos la interfencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos", señaló.

"América para los americanos", fue la consigna que lanzó un 2 de diciembre de 1823 el mandatario estadounidense en su mensaje anual al Congreso. En esa ocasión cargó contra el colonialismo europeo, y expresó de forma nítida su intención de que cualquier intervención de los europeos en América sería considerada una agresión que daría luz verde a la respuesta de los EEUU.

Hoja de un periódico local de Urbana, Ohio con la parte final del discurso del presidente James Monroe al Congreso. /The Newberry Library, Ruggles Fund, 2004
Hoja de un periódico local de Urbana, Ohio con la parte final del discurso del presidente James Monroe al Congreso. /The Newberry Library, Ruggles Fund, 2004

Además, en 1904, el presidente Theodore Roosvelt completó la doctrina señalando que si un país europeo amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas de EEUU, Washington estaba obligada a intervenir en ese país para "reordenarlos". Tal cual.

Rompiendo en pedazos el discurso de Kerry en 2013, por el deseo de la Administración de Obama de sentar nuevas líneas en su política internacional, la Administración Trump ha dado por resucitada esa 'doctrina Monroe', y eso significa que no considera relevante el Grupo de Lima apoyado por la UE, y actuará al margen de las actuales negociaciones entre el régimen de Maduro y la oposición que está tutelando el Gobierno de Noruega en Oslo.

Frente al apoyo que Cuba, Rusia, China, Turquía, Nicaragua y Bolivia siguen prestando a Maduro, en Washington se consideran dueños del derecho a intervenir en Venezuela ante la crisis humanitaria del país. Para ello, Donald Trump cuenta con la ventaja de su buena relación con Vladimir Putin, la misma buena relación que le hizo asegurar tras una conversación de una hora con el líder de la Federación Rusa que "(Putin) no está interesado en intervenir en Venezuela". Las quejas de Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, sobre las referencias estadounidenses a la 'doctrina Monroe', parecen más un gesto a la galería que una protesta formal.

Rusia tiene 'apalancados' miles de millones de dólares en Venezuela, con fábricas de armas e inversiones, y ese es el único obstáculo real para que Moscú deje de abrazar al régimen bolivariano. En el caso de China la solución es más sencilla, ya que Pekín tiene claro que, acabe como acabe la crisis venezolana, seguirán teniendo la primacía en las inversiones de infraestructuras en el país, como la tienen en muchos países de América del Sur, como es el caso de Panamá. La iniciativa 'Belt and road' mueve demasiado dinero como para que los cambios políticos puedan alterar el flujo inversor.

'Le Monde Diplomatique' lo expresaba de manera certera; Mientras EEUU persiste en su actitud imperial, el control de su "patio trasero" se la ha ido de las manos. Después de las operaciones de la CIA para poner y quitar dirigentes en el continente, apoyada en el llamado 'Plan Condor', el siglo XXI ha visto el avance comercial de China en la región, y la entrada estratégica de Rusia en clave militar. ¿Qué le queda por hacer hoy a Trump? Dar un golpe sobre la mesa en Venezuela, demostrar que el aguila estadounidense sigue viva y poner freno al expansionismo comercial, el único que parece realmente preocupar al inquilino de la Casa Blanca.

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