Claves energéticas para después de una crisis (IV)

El fracaso de la Unión Europea en la geopolítica de las interconexiones

La histórica dependencia europea de fuentes de energía externas siempre se ha suplido con una política carente de sentido estratégico y únicamente centradas en el coste más bajo posible.

El fracaso de la Unión Europea en la geopolítica de las interconexiones
El fracaso de la Unión Europea en la geopolítica de las interconexiones
EFE

"Haga usted las leyes y déjeme a mí los reglamentos". Con esta frase, el Conde de Romanones resumía la importancia de controlar los medios frente a los mensajes, el continente frente al contenido. Utilizando esta analogía, en el mundo de la geopolítica energética tanto o más importante es dominar las infraestructuras por donde circula la energía que la energía misma.

Si superponemos dos mapas en el que se muestren la red de gasoductos y oleoductos mundiales y lo trasladamos a un mapa político, podremos observar como gran parte de los conflictos irresolubles desde el origen de la Humanidad se concentran en aquellas zonas donde los recursos energéticos marcan la diferencia entre la pobreza y la riqueza y, a menudo, entre el éxito o el fracaso de un país.

Israel, Arabia Saudí, Kazajstán, Siberia, Venezuela, Kuwait, Libia, Argelia, Turquía... Todos son ejemplos palpables de la importancia de controlar el terreno -o el mar- por el que circula el gas o el petróleo. La histórica dependencia europea de fuentes de energía externas siempre se ha suplido con una política de interconexiones carente de sentido estratégico y únicamente centradas en la obtención de energía al coste más bajo posible. Europa se ha olvidado de otros factores igualmente importantes como la seguridad de suministro, la estabilidad política, la ética o el medio ambiente a la hora de garantizar a su industria el acceso a una fuente de energía imprescindible para su desarrollo económico.

El Este europeo cuenta con tres vías de acceso a los recursos energéticos asiáticos: ‘Nord Stream’ que une Viborg en Rusia con Greifswald en Alemania, ‘Yamal’ que introduce gas desde los campos de Siberia hasta Alemania, pasando por Bielorusia y Polonia, y ‘Brotherhood’ (Hermandad), una tubería que también suministra gas ruso por la inestable Ucrania.

La suma del volumen gasístico de todas estas infraestructuras de canalización es capaz de proporcionar a Europa del Este el calor y la energía que necesita, principalmente en noviembre, diciembre y enero, para vencer al invierno. Un general que por esas latitudes no conoce de amigos o enemigos.

Las guerras del gas que protagonizaron los difíciles meses de noviembre y diciembre de hace 10 años entre Rusia, Ucrania y Alemania, supusieron un cambio radical en la forma de aprovisionamiento de gas por parte de Europa. Sin embargo, la Unión no fue más que un actor pasivo. Moscú fue cada vez más consciente de la necesidad de evitar Ucrania si quería seguir siendo un socio energético fiable para Berlín, Varsovia o Viena.

Fruto de esta estrategia, los europeos comenzamos a ser más tibios que los americanos o británicos en cuanto a la situación en Ucrania. Al rodillo militar ruso le acompañó una acertada política de interconexiones que evitaba Kiev y proporcionaba energía a través de Turquía. Nacía así el ‘TurkStream’. Gazprom, la energética rusa, llegaba a un acuerdo con Bulgaria, ante la política de ojos tapados de Bruselas, por el que se comprometía a hacer llegar gas ruso desde el 1 de enero de 2020. Un negocio redondo para los búlgaros ya que, gracias a esta conexión directa, pasaban a ahorrarse un 5% en coste de transporte y, lo que es más importante, evitaría que futuras tensiones entre Ucrania y Rusia les afectara directamente.

No ha sido el único movimiento de los rusos. Sabedores de la importancia de la geoestrategia de las interconexiones han pasado a plantear una segunda tubería que recorre en paralelo al ‘NordStream’. Se trata del ‘NordStream 2’. Pese a las presiones de los americanos para retrasar la construcción de la “gran serpiente del Báltico”, una vez que se inaugure pasará a suministrar 55.000 millones de metros cúbicos de gas natural, al corazón de Alemania.

En diciembre de 2019, Washington amenazó con sanciones a la suiza Allseas, constructora que realizaba parte de las obras de ‘NordStream 2’, en represalia por la actitud de Moscú hacia Ucrania. El resultado, en aquel momento, fue el retraso en un gasoducto que debería estar ya en funcionamiento, pero ante el que los rusos han reafirmado su compromiso de terminar “en el plazo más breve posible”.

De nuevo, Europa ha permanecido callada ante el interés geopolítico de Rusia y los intereses económicos americanos, que ven en la capacidad ingente del ‘NordStream 2’ una amenaza al gas de esquisto que llega desde la costa este norteamericana a Europa por barcos que atracan en la red de regasificadoras europeas de GNL.

Nadie da euros a dólares, así que, ante la situación, Bruselas está dejando que, poco a poco, la política de hechos consumados rusa se imponga a la realidad burocrática europea.

Un sur relativamente más tranquilo

En el sur las cosas están algo mejor. Dentro del tradicional y diplomático enfrentamiento entre España y Francia por aumentar la capacidad de interconexión entre ambos países, el norte de África ha proporcionado la estabilidad y suministro energético necesarios para que España o Italia puedan obtener de Libia, Argelia o Marruecos el gas imprescindible para su desarrollo económico.

El antiguo GME, el gasoducto Magreb - Europa, discurre por Marruecos y Gibraltar con su precioso contenido. Pese a lo limitado del volumen de su transporte, supone un refuerzo al gas procedente del histórico MedGaz, la joya de la corona de la política geoenergética española. Con una capacidad inicial de 8 bcm al año, una longitud de 210 kilómetros y una inversión de 900 millones de euros, ha conseguido situarse como la principal y más segura vía de aprovisionamiento energético en España.

Durante décadas ha supuesto el vínculo diplomático entre Argelia y España y un punto de entrada energético a precios asequibles y, lo que es más importante, estables, en un mercado internacional caracterizado en los últimos años por su volatilidad. Junto al Medgaz y el GME, el gasoducto Transmediterráneo y el Green Stream son los otros dos enlaces entre el norte de África y Europa, ambos con parada y fonda en la Sicilia italiana, hub gasístico por excelencia en el Mediterráneo central.

El recorrido por la geopolítica energética mediterránea no termina aquí. EastMed, el gasoducto que en 2025 proporcionará 12 billones de metros cúbicos de gas a Europa a través de Italia, vive una oleada de tensiones que pueden romper los esfuerzos de Chipre y Grecia por suponer una alternativa al gas ruso. Toda una obra de ingeniería que, sin embargo, hará que el tradicional equilibrio entre el norte africano y el oeste asiático salte por los aires. Detrás de él, están las disputas entre Grecia y Turquía por el control del Mediterráneo Oriental. Su construcción provocará que Israel entre por primera vez en el club de las superpotencias energéticas y eso, en una región como Oriente Medio, son palabras mayores que, al menos Turquía, no parece dispuesta a permitir.

Por si todo esto fuera poco, en la geopolítica de las interconexiones aparecen nuevas variables que hacen del gas el rey de la energía. Cientos de gaseros cruzan el Atlántico con destino a las más de 30 terminales de GNL repartidas por Europa. La gran ventaja de su comercialización es su adaptación y respuesta casi inmediata a los precios energéticos y que se trasladan automáticamente a su mayor o menor disponibilidad en el mercado.

No es extraño ver a cualquier gasero variar su rumbo en el Atlántico para descargar en Bilbao, Shannon o Dunkerque. El GNL se convertirá en el futuro pilar de las relaciones transatlánticas y supondrá el contrapeso perfecto para el domino ruso del aprovisionamiento energético europeo. Europa, atrapada entre continentes, solo puede esperar a que la geopolítica de las interconexiones pase por su puerta de nuevo. Y, sin embargo, dicen que Bruselas se mueve. 

Mostrar comentarios