Ya hay nuevos planteamientos

La guerra y la pandemia han puesto en jaque creencias que parecían de granito

La estabilidad de la UE, la fortaleza y sensatez de la política alemana, la conveniencia de las alternativas, el peligro de la nuclear, el euríbor en mínimos, la lejanía de los partidos populistas... algunos de los ejemplos.

Central Nuclear
Central Nuclear
Europa Press

La guerra en Ucrania y la pandemia han provocado un cambio de ciclo que ha modificado la percepción que los españoles y los europeos tenían sobre muchas cosas que pensaban que eran de granito como la estabilidad de la UE, la fortaleza y sensatez de la política alemana, las conveniencia de las energías alternativas, el peligro de la nuclear, el euríbor en mínimos, la lejanía de los partidos populistas, las mala fama de las armas y hasta la Pax Europea. Eran conceptos que parecían eternos. Ahora hay nuevos planteamientos.

Alemania, una locomotora que descarrila

Alemania siempre ha sido el modelo de las últimas décadas, incluso tras la crisis de 2008. Ahora es el antimodelo. Por ejemplo, la política exterior alemana desde los tiempos de Willy Brandt en los años sesenta consistió en acercar Rusia a Europa mediante una “Ostpolitik”, que incluía hacer cada vez más negocios con los rusos. Gerhard Schröeder, canciller socialista (1998-2005), incluso se convirtió en consejero de la gasista rusa Gazprom. Angela Merkel fue el paradigma, al financiar un gasoducto, el Nordstream II, para llevar más gas ruso directamente a Alemania. Hoy muchos alemanes ven con disgusto que su país está financiando la guerra de Rusia, la invasión y las muertes (Alemania paga 2.000 millones de euros a Rusia por el gas), y que no puede pararlo porque dependen del gas ruso para sobrevivir. En consecuencia, al presidente alemán actual, Frank-Walter Steinmaier, se le ha prohibido visitar Ucrania. Y el equipo de fútbol Hannover 96 le ha suprimido a Schröder su tarjeta de membresía por su vinculación a empresas rusas.

La nuclear es buena

Durante años, la política energética europea ha consistido en denigrar la nuclear y cerrar centrales nucleares. Así lo ha hecho Alemania y España. Con la subida del precio de la electricidad a lo largo de 2021 y en 2022 debido a la alta dependencia de las fuentes de gas, la Comisión Europea decidió aprobar una propuesta para que la energía nuclear fuera considerada bajo la taxonomía de verde, y recibir ayudas en los próximos años. Ver para creer. Jamás lo habrían soñado ni los partidarios más intensos de la energía nuclear.

El diseño de la factura de la luz, causa de nuestros problemas

Para promover la inversión en energías renovables como la eólica o la solar, la Comisión Europea decidió que el precio de la luz se crearía mediante el sistema llamado marginalista: la última energía en entrar a producir electricidad sería la más que marcaría el precio para todas las fuentes de energía cada día. Es decir, primero se daría prioridad a las energías verdes, y por último, a las más contaminantes. Se hizo así para que a las empresas de energía les fuera más útil invertir en centrales de energía eólica o solar, pues recibirían “beneficios del cielo” cuando entrasen en funcionamiento las tarifas de las centrales de gas, más caras. Ahora se ha visto que ese sistema distorsiona los precios porque, a los precios actuales (los más altos de la historia), cuando el gas entra el funcionamiento, supone un golpe muy fuerte para los consumidores.

Las energías verdes están muy verdes

La gran apuesta energética de la Unión Europea son las energías verdes: eólica, solar, hidráulica. Nadie lo discute, ni siquiera los partidarios de la energía nuclear. El problema es que son energías no independientes: si no sopla el viento, los días son cortos o hay sequía, no hay forma de producir un solo watio. Para eso están otras centrales que funcionan 24 horas al día todos los días del año: la nuclear, el gas, el carbón, derivados del petróleo… Las tres últimas son muy contaminantes. Pero es lo que hay. Alemania, que ha cerrado casi todas sus centrales nucleares es hoy el país más contaminante de Europa debido a que está quemando más carbón que nunca. 

España paralizó las que tenía en construcción y abandonó los planes de construir más. Se supone que las que quedan, que tienen siete reactores, cerrarán entre 2027 y 2035. ¿Se cumplirá esa promesa, tras saber que la Comisión Europea ha cambiado de planes? Mientras tanto, seguimos consumiendo combustibles contaminantes. En 2021, el mundo batió el récord histórico de uso de combustibles fósiles para producir electricidad, según las estadísticas de BP Statistical Review: más de 16.000 terawatioshora producidos por carbón, gas y petróleo.

Fabricar armas es bueno

Los partidos de izquierda se oponían a dar concesiones a la industria armamentística española, una de las mayores del mundo, la séptima para ser precisos. España fabrica y exporta fragatas, corbetas, material antidisturbios, blindados Ajax, aviones de repostaje en vuelo, cargueros como los A-400M, munición, artefactos explosivos, espoletas, equipos navales, sistemas de dirección de tiro, cartuchos de caza, bombas y hasta cámaras térmicas. Según cifras del Ministerio de Defensa, la industria factura anualmente 6.000 millones de euros (cifras de 2019). En el Registro de Empresas de la Dirección General de Armamento y Material, hay 373 compañías. La plantilla es de 295.000 puestos de trabajo. El gobierno español va a aumentar el gasto público en Defensa, aprovechando el cambio de opinión de los españoles. Hace 14 años, un informe del Instituto Elcano (La opinión pública española y las misiones de las fuerzas armadas en el exterior, 2008) indicaba que la mayoría de los españoles era pacifista y pedía que se rebajara el presupuesto del Ministerio de Defensa. Hablar de guerra habría sido tabú. Hoy la opinión pública no se opone al envío de armas a Ucrania. Lo ve con buenos ojos.

La globalización tiene sus agujeros

Ningún país puede fabricar todo lo que necesita o todo lo que consume. Para eso existe el comercio internacional: tú me das plátanos, yo te doy cemento. La globalización como fenómeno es algo natural y antiguo. La diferencia con el mundo moderno, es la extensión de la misma a escalas inimaginables y el cruzamiento de líneas rojas estratégicas. Por ejemplo, España había sido uno de los grandes productores de aceite de girasol, pero desde que se empezó a comerciar en serio con Ucrania, se dejó en manos de este país (el granero de Europa) el cultivo de girasol. España siguió siendo un gran consumidor: 180 millones de litros en 2020. De modo que la guerra ha puesto las cosas en su sitio, demostrando que delegar tanto aceite de girasol a los ucranianos nos ha hecho dependientes. Lo mismo pasó con las mascarillas y los respiradores de los hospitales. La globalización tiene esos riesgos, que han existido y existirán, pero que han quedado patentes en una situación extraordinaria.

La estabilidad no es estable

Desde la Segunda Guerra Mundial, la construcción de la Unión Europea ha consistido en ir ampliando el número de países para ampliar a su vez las bases de la estabilidad. Y de hecho se ha logrado: es el más largo periodo de paz de la historia de Europa, por lo menos que esté registrado en los anales del continente. Y también ha sido un periodo donde la Unión ha conseguido salir de las crisis económicas con políticas comunes de ayuda y de protección. Pero la inflación se está cargando esa estabilidad. El torpe diseño de la política energética, la excesiva dependencia de Rusia, y la guerra han llevado la inflación a cotas no vistas desde hacía 40 años. En febrero la inflación en los países del euro fue de 5,8%. Se supone que el Banco Central Europeo nunca permitiría que superase la barrera del 2%. Ya se han cruzado las líneas rojas. Para mantener el flujo económico y evitar que se parase por la pandemia, el Banco Central Europeo ha estado inyectando dinero en los países desde hace dos años, lo cual también ha contribuido a la inflación en los últimos meses. Eso se va a acabar el próximo verano, según ha dejado caer la presidenta de la institución, Christine Lagarde.

Los tipos negativos ya son positivos

El día 12 de este mes de abril de 2022 el euríbor se elevó a 0,005%. Insólito. Desde enero de 2016, el euríbor había tenido una media mensual negativa que ha permitido obtener precios de hipotecas muy bajos para los consumidores europeos. Los analistas afirman que eso va a terminar y que dentro de poco volverá a estar en números positivos. El impacto en las hipotecas no se hará esperar cuando llegue el momento de la revisión. Para las familias, será un nuevo dolor de cabeza, pues se habían acostumbrado a un euríbor negativo.

El radicalismo político ya está aquí

El profesor Rafael Pampillón, economista y profesor en IE Business School y Universidad CEU San Pablo, publicó este año un libro titulado “Cuando los votantes pierden la paciencia” (McGraw Hill, 2022). Su tesis es que periódicamente hay cambios pendulares en los gustos de los electores porque los gobernantes yerran en sus políticas económicas. La historia ha demostrado que en la mayoría de los casos los electores los acaban castigando. Cuando Cristóbal Montoro, ex ministro de Hacienda, y Ana de Palacio, ex ministra de Asuntos exteriores, presentaron el libro en el IE University en Madrid, asociaron las tesis del libro a lo que está pasando en estos momentos en Europa y puede pasar en el futuro. Primero, una crisis energética producto de la torpe estrategia de Alemania y Europa. Segundo, un elevado nivel de impuestos en unos momentos en que las familias están sufriendo inflación. Por eso, Montoro pedía en el acto “una bajada de impuestos directos”, cosa que podía hacerse, pues “España está logrando la mayor recaudación de su historia”. ¿Qué pasará si los gobiernos europeos no responden? Si miramos al resto de Europa, se está cayendo en los populismos anunciados por Pampillón. 

La emergencia de los movimientos de extrema derecha es “una respuesta a la creciente insatisfacción de una parte importante de la población de los países desarrollados”. Pampillón mencionaba como causas “el aumento de la desigualdad en la distribución de la renta, causada por la grave crisis económica mundial, que había tenido como consecuencia el aumento del paro y la reducción de los salarios en los colectivos menos privilegiados”. Un dato llama la atención: en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas del pasado 10 de abril, el 52% de los electores votaron a candidatos de la extrema derecha o de la extrema izquierda. Y los partidos más moderados como el socialista o el conservador se volatilizaron. El radicalismo político no era algo reservado a pequeños grupos de votantes. Ya está aquí. ¿Está cambiando el orden mundial?

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