Lastraron su economía

Historia de las peores sequías que han borrado del mapa civilizaciones enteras

Para la humanidad suponen un desastre muy costoso, pues afectan a decenas de millones de vidas y causan daños económicos profundos y duraderos, ya que destruye la flora y las raíces de la vegetación.

Sequía en el Sur de la provincia de Lugo.
Sequía en el Sur de la provincia de Lugo.
Carlos Castro/Europa Press

Durante casi diez años, una sequía devastó las Grandes Llanuras del sur de los Estados Unidos, y se caracterizó por severas tormentas de polvo que mataron a personas y cultivos en toda la región. Se le llamó Dust Bowl (cuenco de polvo). Dejó de llover en 1930. Desde 1931 se registraron unas masivas tormentas de polvo que denominaron “viento negro” que sumergieron en la arena a casas enteras, y cuyas imágenes recogió un documental titulado 'The plow that broke the plains' (se puede ver en YouTube). Para 1934, millones de hectáreas que habían dado de comer a muchas de familias se convirtieron en terrenos inútiles. Tres millones de personas tuvieron que emigrar. Se calcula que murieron de hambre cinco millones. La corrosión arruinó un terreno equivalente a casi una España. El Dust Bowl se extinguió en 1939, cuando las primeras lluvias regresaron a la región devastada. De aquella catástrofe surgió una novela escrita por John Steinbeck. Es la historia de la emigración de la familia Joad, expulsados de sus tierras por la sequía y por los bancos que quieren cobrar su hipoteca. 'Las uvas de la ira' se publicó el mismo año en que terminó la devastación. Steinbeck recibió el premio Nobel de Literatura.

Para la humanidad las sequías suponen un desastre natural muy costoso, pues afectan a decenas de millones de vidas y causan daños económicos profundos y duraderos. La falta de lluvia unida a la evaporación de la humedad retenida por el suelo y por las plantas (evapotranspiración), destruye a la flora y a las raíces. Tras una larga sequía, la recuperación del cauce de los ríos, de las zonas fértiles, los manantiales y del agua de las presas es algo que puede llevar muchos meses.

Una de las mayores catástrofes históricas debida a la sequía afectó a toda una civilización. Durante mucho tiempo los científicos se preguntaban cuál había sido la causa de la extinción de los acadios hace más de cuatro mil años. Existían muchos restos de aquella civilización antigua, desde templos hasta objetos. Se jugó con la idea de que había sido una pandemia, hasta que las excavaciones de los años setenta del siglo pasado revelaron substratos de polvo. Los arqueólogos excavaron en una zona al norte de Siria y encontraron una “capa enterrada de limo arrastrado por el viento tan estéril que apenas había evidencia de lombrices de tierra que hubieran actuado durante esa era antigua”, dice un artículo publicado en la revista 'Nature' en enero de 2002. Las lombrices son una de las pruebas de la fertilidad de una tierra. Allí había pasado “algo que ahogó la tierra con polvo durante décadas, dejando una capa de tierra demasiado inhóspita incluso para las lombrices”. Los arqueólogos determinaron que una feroz sequía había esquilmado las tierras de cultivo en 2230 antes de Cristo, la cual había empujado a los acadios a emigrar a otras tierras. En 2150 el imperio acadio había dejado de existir. La civilización acadia duró entre 2330 hasta 2150: fueron 180 años tras los cuales entró en la Edad Oscura.

El arqueólogo Harvey Weiss piensa que aquella implacable sequía no se limitó a Mesopotamia. “Tenemos Mesopotamia, el Nilo, el Egeo y el Mediterráneo hasta España”, afirmaba Weiss a 'Nature'. Hay evidencias de que, hace unos 4.200 años, en todos esos lugares, el golpe de un clima seco obligó a los habitantes a escapar de las zonas áridas. Las sequías impiden cultivar cereales, y el hambre empujar a los pueblos a cambiar de hábitat. Weiss apoya la teoría de que, hacia el 4000 antes de Cristo, el flujo de agua del Nilo en Egipto disminuyó debido a la escasez de lluvias, y que ese fenómeno pudo dar origen a un periodo de inestabilidad en el imperio del Primer Período. Los faraones del Reino Antiguo de Egipto perdieron el control del país.

Para Nick Scroxton, paleoclimatólogo de la Universidad de Maynooth de Irlanda, la catástrofe sucedida hace 4000 años ha sido la mayor de la historia, “el ejemplo más grande de lo que el sistema climático hace por sí solo”, afirmaba para 'Nature'. Según el World Economic Forum (WEF) las grandes sequías de la historia han sido las siguientes: las mencionadas en EEUU (años 30), la de Mesopotamia y Egipto (2200 AC); la serie de sequías en China entre 1928 y 1930; y la del imperio maya en el 800 después de Cristo. Pero el WEF añade la serie de megasequías que devastaron la Tierra entre en un periodo situado en fechas entre 135.000 y 75.000 años antes de Cristo, y que fueron responsables de grandes migraciones humanas.

Para el geógrafo norteamericano Jared Diamond, las sociedades urbanas se derrumban por dos razones: por la forma en que gestionan el agua y la tierra, y por el impacto de fenómenos climáticos inusuales que introducen incertidumbre y limitan la gestión de esos recursos. ('Colapse: how societies choose to fail or succeed'). Cuando se produce una larga sequía, se pone en marcha una cadena de efectos económicos, ambientales y sociales. El Instituto Nacional de Agua y de Investigación Atmosférica de Nueva Zelanda (NIWA), elaboró una lista de las consecuencias. “La sequía puede producir una grave escasez de agua y aumenta el riesgo de incendio. La producción de energía hidroeléctrica puede reducirse. Los daños a las especies de plantas y animales, los niveles más bajos de agua en lagos y ríos y la erosión del suelo son ejemplos de impactos ambientales. La sequía puede tener impactos sociales al afectar la salud y la seguridad y reducir la calidad de vida. La sequía es una de las principales causas de la desnutrición y la hambruna en muchas partes del mundo”.

En estos momentos, grandes zonas de África están sufriendo la peor sequía en 40 años. Las ONG como Rescue o Greenpeace está alertando de una hambruna de tamaño descomunal debido a la sequía y ahora a la falta de grano por la guerra de Ucrania. Pero África no es el único continente. “España es ya el país más árido de Europa y el 75% de su territorio es susceptible de sufrir desertificación”, dice un informe de Greenpeace. Citan datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), según los cuales el mes de enero de 2022 ha sido el segundo más seco del siglo y el quinto más seco en 60 años. En 2013 el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) realizó un extenso catálogo sobre sequías históricas en España. “Las observaciones pluviométricas se iniciaron en España a finales del siglo XVIII, si bien las bases de datos oficiales recogen información desde inicios del siglo XIX. La serie más antigua es la del Observatorio de San Fernando, con datos desde 1805”, dice el CEDEX.

El informe revela que las peores y las que han afectado más cuencas fueron a finales del siglo diecinueve (alrededor 1875), y en el siglo XX, entre 1983 y 1985, y más tarde, en 1994. La serie termina en 2005 y no incluye una de las peores sequías de la historia: la de 2011-2012. Un análisis realizado por una periodista de datos Centro Universitario Villanueva en 2017 mostraba cifras que dejaban boquiabierto. “La etapa más seca de los últimos tres siglos fueron los doce meses anteriores a julio de 2012 en zonas del Sistema Ibérico y del interior peninsular”, dice la periodista en su informe.

Un estudio publicado por el investigador de la Universidad de Zaragoza Ernesto Tejedor en la revista 'International Journal of Biometeorology' afirma que "las sequías en la Península Ibérica son un fenómeno recurrente y, por tanto, cada cierto tiempo se van a producir". Tejedor había radiografiado las sequías de los últimos 318 años (1694-2012), analizando los anillos de los árboles y el índice de precipitación. El científico se quejaba de que estamos obsesionados con llenar las piscinas todos los años, pero traer agua desde las cuencas y gestionarla, es algo cada vez más difícil. ('Tree-ring-based drought reconstruction in the Iberian Range [east of Spain] since 1694').

En agosto de este año de 2022, las cuencas del Ebro y del Duero han entrado en emergencia debido a la falta de lluvias. Las reservas de agua cayeron en la primera semana de agosto al 39,2%: es el nivel más bajo desde 1995. Muchos españoles no se acuerdan de que en aquel año se obligó, aparte del país, a someterse a duras restricciones al consumo humano. En estos momentos se puede hablar de suma escasez hídrica en Andalucía, Navarra, Cataluña, Galicia, Castilla y León y Extremadura,

El problema es que las predicciones del tiempo solo se pueden hacer con 15 días de anticipación, como puede comprobar cualquier persona en una aplicación en su teléfono móvil. Algunos estudios indican que con “machine learning” e Inteligencia Artificial, se pueden adelantar algunos acontecimientos con un mes de anticipación. Pero una larga sequía es imposible de predecir. Lo máximo que los científicos pueden adivinar es si un fenómeno como El Niño o La Niña pueden aparecer con cierta periodicidad en los próximos años, pero nunca hay una seguridad exacta. Aun así, predecir una sequía con un mes de anticipación es como predecir la caída de un meteorito gigante con una hora de anticipación. No evita los daños, y en el caso de sequías prolongadas, no evita la catástrofe.

Viendo lo que sucedió en el pasado con las sequías, a los especialistas les asalta la pregunta: ¿podría ocurrir en el mundo una sequía como la de hace 4.000 años, azuzada por el daño causado por el hombre el cambio climático? ¿Una sequía que durase 100 años?

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