A pocas horas de avanzar en la etapa

Siete negocios desde el final de la Fase 1: miedo, dudas, facturas y... ¿esperanza?

  • Camareros y propietarios de bares, autónomos y pequeños comerciantes de Cádiz se despiden de la primera etapa y se preparan para meses difíciles.
Un camarero limpia el mobiliario de su terraza a pocas horas de abrir el establecimiento
Un camarero limpia el mobiliario de su terraza a pocas horas de abrir el establecimiento
La Información

La Fase 1 al sur del sur, en la provincia de Cádiz, ha tenido al tiempo meteorológico de perfecto resumen de sensaciones. Como en una novela rusa o en una película de misterio donde el asesino asalta la casa en pleno apagón y al final sale la luna. De las tormentas y el viento racheado de los primeros días al calor y el sol veraniego de los últimos. Del miedo, las dudas y las cuentas que no salen a la esperanza de empezar a levantarse de un suelo que jamás ha sido tan duro a la vez que inestable. Nadie habla de recuperación, ese unicornio de toda crisis.

Todos coinciden en lo mismo, ya sea el 11 de mayo o el día 22, al principio de la Fase 1 o en vísperas de la 2: la incertidumbre. Anónimos que prefieren no dar su nombre por lo que pueda decir su jefe y otros que se identifican porque también es una forma de traer clientes: Antonio, David, Manuel, María, Ángel, Juan y Manolo. Camareros y propietarios, librero, fontanero de guardia y dueño de una tienda de moda. Van a diario a trabajar y eso ya es mucho para todos después de dos meses encerrados en sus casas y cerrados sus negocios. El futuro no importa tanto cuando prima el presente.

"La gente no tiene dinero y no está para fiestas". "No hemos vuelto antes porque no podíamos soportar los gastos de trabajadores". "Nadie sabía cómo se iban a respetar las medidas y cómo las iba a vigilar la Policía". "La gente tenía ganas de terrazas y muy poca vergüenza también". "Estamos la mitad de trabajadores y a saber cuándo volverán los demás". "No merece la pena poner dos mesas". "No nos queda otra que intentarlo porque de algo hay que comer".

La comida. Eso marca los tiempos en la desescalada en España porque los pasitos en la restauración atraen los focos como nadie. Al fin y al cabo, siempre se dijo que somos un país de bares, con casi 300.000 establecimientos de todo tipo el territorio nacional y primera potencia mundial en cuanto a oferta por habitante. A una parte de ese potencial, que aporta algo más del 6% del Producto Interior Bruto según la Asociación de Hostelería a nivel nacional, se les permitió desde la mañana del 11 de mayo montar sus terrazas con un máximo del 50% de capacidad y con estrictas medidas de higiene y distancia entre servicios.

Pocos, muy pocos, desempolvaron (y desinfectaron) sillas y mesas. La asociación de hosteleros de Cádiz calculó que apenas 15 locales del millar de toda la capital se atrevieron en la capital durante la primera semana. "Hubo un poco de todo: algo de miedo, dudas sobre cómo iban a ser los controles policiales, cómo actuar en cada caso con la gente, la limpieza, si merecía la pena volver a abrir para unas pocas mesas… y también el miedo ante la enfermedad, por supuesto", resume Antonio de María, presidente de Horeca.

En el cómputo nacional, la patronal calcula que solo un 15% de toda la oferta dio el paso en los primeros días de Fase 1. De norte a sur en Cádiz, el panorama es de precaución absoluta. En el Bajo de Guía de Sanlúcar de Barremeda sus locales de restauración han pactado no abrir hasta llegar todos a un acuerdo; en la no menos internacional Conil de la Frontera han abierto bares del centro, los de toda la vida para sus residentes, pero los más conocidos y cercanos a la playa (los turísticos) optan por el mes de junio para volver. Por lo general, en toda la provincia manda la prudencia pero todo indica a que la Fase 2 será bienvenida con más puertas abiertas, como repasa y actualiza la principal web gastronómica gaditana ‘Cosas de comé’.

En San Fernando, una ciudad con 100.000 habitantes pegada a la capital, más de lo mismo pero sus protagonistas convierten en testimonio el panorama general y los datos. Del 11 al 15 de mayo, una sola terraza se atrevió en toda la calle Real de alrededor de 40 que suele haber en la vía más transitada y comercial. Se trata de ‘Carcha’ y David ha estado desde las nueve de la mañana del primer lunes sirviendo desayunos y hasta bien entrada la noche. "Esto ha sido como un buen fin de semana de los de antes pero todos los días y con la mitad de las mesas…". No trabajan tampoco ni el 50% de los empleados habituales. Quizá a partir del lunes 25, cuando se reabra el interior…

Muchos ‘quizás’ en el ambiente. No menos nervios. David ha tenido que lidiar con mano izquierda (o con las dos manos a la vez) con las decenas de clientes que se agolpaban y a los que apenas podía advertir. "No somos policías y no podemos hacer más, pero hay mucha gente que se no se ha portado bien", señala a mediados de esta semana, ya más tranquilo porque otras dos terrazas han abierto en la misma plaza del Carmen donde se encuentra la suya. Como en este rincón, a lo largo de la ciudad y en la capital han brotado opciones según subían las temperaturas y los cielos se despejaban.

"El tiempo fue terrible la semana pasada, pero eso no era lo importante”. Antonio es el responsable de ‘La Gran Vía’, en plena plaza del Ayuntamiento y lugar de encuentro masivo de tapeo antes de la Covid. El jueves previo a la apertura del viernes limpian mesas y controlan la distancia de seguridad entre las sillas. Pese a ser el lugar de cañas más concurrido de la ciudad han esperado diez días para servir y lo harán con la mitad de los empleados. "No queríamos precipitarnos porque tampoco vemos que la gente esté con muchas ganas. Sí, a la una de la tarde no hay un solo sitio libre en los pocos sitios que han abierto, pero a las tres menos cuarto, que era la anterior hora punta, ya no hay nadie porque todo el mundo se ha ido a comer a casa", explica. "No hay dinero ni ganas realmente", remacha.

"No podemos salir derrotados de antemano. Es como comprar un billete de lotería sin creer que te va a tocar", anima a los suyos el presidente de los empresarios hosteleros. Para él, las estimaciones lanzadas por la misma Junta de Andalucía de que se perderán uno de cada cuatro empleos del turismo como mínimo pase lo que pase son eso, estimaciones. "Tenemos que luchar", proclama en nombre de todos sus representados.

La Salina San Vicente, en San Fernando, lleva produciendo sal desde la época romana
La Salina San Vicente, en San Fernando, lleva produciendo sal desde la época romana. / La Información

A Manuel Ruiz, de 82 años, le van a hablar de lucha. Es el dueño de la Salina San Vicente, una de las pocas instalaciones de este tipo que resisten en una zona que ha vivido históricamente de este negocio. De hecho, su terreno ya lo usaron los romanos para sacarle sal a los esteros. Un par de milenios más tarde, Manuel está jubilado pero supervisa que la actividad no se detenga ni en lo peor del estado de alarma porque pudieron continuar al ofrecer un producto alimentario. Lo que han debido cerrar es el salón de celebraciones a pie de naturaleza que se había convertido en uno de los más demandados de la Bahía y que había devuelto a la vieja salina un esplendor perdido durante décadas. "Todo eso se ha perdido este año y ahora andan pasando las reservas al otoño o al año que viene, pero nadie sabe qué va a pasar", especifica antes de puntualizar dos cosas: el negocio del restaurante y de un bar abierto en el centro no hace mucho lo lleva su hija y al único entrevistador que jamás contestará será a uno del CIS.

De vuelta al centro de la ciudad, María (nombre ficticio) atiende en el Bar 4x4, especializado en churros y que reabrió el 4 de mayo cuando se permitió la venta para recoger de cualquier negocio de restauración. Antes de eso, les dijeron que su especialidad no era de primera necesidad. Han vuelto dos de los cuatro trabajadores y disponen de cuatro mesas en la acera. El alivio de volver está ahí, pero no es menos dura la realidad: "Sabemos que hay un poco de novelería ahora con esto de las terrazas, pero esto no va a seguir así de bien en muy poco tiempo. No hay dinero para ningún capricho".

"La gente quiere ayudar", subraya Manolo, propietario de la librería ‘La Ratonera’, en Cádiz. Su respuesta viene desde un sector, como el de la cultura, que quizá María podría considerar como un extra. Sin embargo, los primeros días del regreso (a partir del lunes, 11) fueron similares a los mejor de la campaña navideña tradicional. “Los clientes tenían ganas de volver y ya lo habían adelantado por la página web, pero ha sido muy agradable ver que la gente quiere echar una mano, que se está volcando no solo conmigo sino con los negocios de siempre en la medida de sus posibilidades”, subraya.

En la capital también vive Juan (nombre ficticio), quien extiende su radio de acción a San Fernando como fontanero de urgencias y electricista si hace falta. A punto de cambiar de fase la provincia, declara que él ha trabajado más que nunca durante todo el estado de alarma, con jornadas que terminaban cerca de medianoche. "Por la carretera siempre iba solo y me paraban cada dos por tres porque no había nadie más", relata, algo molesto con que "aquí se haya aplaudido hasta a las cajeras de supermercado y nadie se haya acordado del que le arregla la luz o el agua caliente". Según él, han sido muchos los compañeros que optaron por primar la seguridad y dejaban todo el negocio a unos pocos. "Ha sido muy duro porque el miedo siempre lo llevas encima", dice.

Hablando de lo que se lleva, ahora lo que se vende es el TNT. La dinamita, no; son las siglas de ‘tejido no tejido’, es un tipo particular de tela que transpira y que se puede añadir a la confección casera de mascarillas. Es el producto más vendido en estas dos semanas en Confecciones Aparicio, un local histórico de San Fernando. Su responsable, Ángel, prefiere agarrarse a la evolución de uno de los tres negocios de la empresa que comparte con los hermanos: el de las telas. Los otras dos, moda masculina y femenina, apenas han recuperado un 25% de sus ventas en el mejor de los casos y la temporada más importante tras la Navidad, la de las comuniones y bodas de primavera-verano, está perdida ya de manera irreversible.

Los retales, por su parte, podrían estar a un 80-90% de ingresos respecto a tiempos previos al parón. Con un total de once empleados (cuatro autónomos y siete contratados), han sacado del ERTE al que envió a la plantilla a dos de ellos. El futuro a corto plazo, con la llegada de la Fase 2, no trae demasiadas ventajas para la tienda de proximidad, toda vez que vuelven los centros comerciales. "Si alguien iba a comprarse una camisa o un pantalón, que era lo que vendíamos, ahora será más complicado todavía". Aunque él no quiere adelantar malos tiempos. Se agarra a las telas, al ejemplo de cómo un nicho que no esperaba que fuera a funcionar así de bien le está manteniendo en estos días. El futuro, en el fin de semana de transición de la Fase 1 a la Fase 2, está muy lejos. Demasiado.

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