Las cuatro últimas crisis en España (II)

La Gran Depresión española de los 30: el error Berenguer y la Segunda República

El crack del 29 no afectó en un principio tanto a nuestro país como a Estados Unidos o Europa, pero el empeño en proteger la peseta a toda costa sumió a la economía en una espiral hasta la Guerra Civil. 

Guerra Civil
La Gran Depresión del 30 no afectó tanto a España en un principio... hasta que vino la Guerra Civil.
EFE

"Creo que por desgracia, no es la moneda lo que constituye el problema verdaderamente grave, catastrófico y sustancial de la economía española (nótese bien, de la española). Pero, repito, estoy dispuesto a suponer lo contrario y que el Señor Wals ha sido el Cid de la peseta. Tanto mejor para España, y tanto mejor para lo que voy a decir, pues cuantos menos errores haya cometido este Gobierno, tanto mejor se verá el error que es".  El autor de las líneas, José Ortega y Gasset se refería al ‘Error Berenguer’, título del mítico artículo del que procede este párrafo y que fue publicado en el diario 'El Sol' el 15 de noviembre de 1930. 

Dámaso Berenguer, general y penúltimo presidente del Gobierno convocado por el rey Alfonso XIII antes de la proclamación de la Segunda República, tan solo cinco meses más tarde, presidiría los verdaderos coletazos de los gabinetes de la monarquía que habían comenzado con la dictadura de Primo de Rivera en 1923 y que se despeñaban ya en medio de un caos político y económico, después de que el crack del 29 hubiera hecho saltar la bolsa de Nueva York contagiando a las plazas europeas y sumiendo a EEUU especialmente, pero también a gran parte de Europa en la ‘Gran Depresión’ de los años 30.

Ortega no se equivocaba: el error político de nombrar a Dámaso Berenguer, provenía de la monarquía, sin embargo, los sucesivos patinazos en materia económica y monetaria, unidos al contexto internacional, iban a a arrastrar al país a uno de los periodos más convulsos de su historia en la antesala del peor de todos ellos: la Guerra Civil. Crisis generalizada, enormes déficits presupuestarios, caída del PIB y de los salarios, alza de precios y, en fin, hasta el exilio de la monarquía, por segunda vez en la historia, y la proclamación de una Segunda República intensa que lidió no sólo con las tensiones por el nuevo sistema de gobierno, sino con las consecuencias de la gestión económica de los gobiernos de la dictadura rematados al fin con el crack del 29 y la Gran Depresión. 

Más que el mítico ‘Error Berenguer' enunciado por Ortega existía el 'error Argüelles', por el ministro que se popularizaría poco después: un completo desbarajuste de la política monetaria y las reservas de oro del Banco de España con el estúpido fin de mantener la cotización de la peseta española, que estaba en caída libre. El gran economista John Maynard Keynes, que reformaría todo el sistema monetario y acabaría con el Patrón Oro, junto a otros grandes en la conferencia de Bretton Woods terminada la Segunda Guerra Mundial, estuvo en Madrid a principios de los años 30. 

Allí avisó de que se cometía un tremendo error con la política económica de los últimos gobiernos de la dictadura amparada por Alfonso XIII. Nadie le hizo caso, como explica el economista Juan Velarde Fuentes. Después, la propia Segunda República, tanto el gobierno provisional, como los siguientes electos, de izquierdas y de derechas, siguieron en el mismo error y el país, además de las tensiones políticas, se sumió en una brecha cada vez mayor entre las clases adineradas y las humildes. 

La realidad es que el contagio del descalabro en Wall Street durante los días 24 y 29 de octubre fue en nuestro escasa comparada con otras plazas europeas. No quiere decir que no fuera inocua. Antes de eso según el profesor Juan Velarde, se había recurrido al gasto público como eje de una política fiscal expansiva, sólo que circunscrito además a un sistema de oligopolios en casi todos los sectores estratégicos como los transportes, las telecomunicaciones o el petróleo, todos de recién creación con capital público y extranjero y bajo un control estatal notable. Durante toda la década de los 20 el déficit siguió aumentando. 

Especialmente a partir de 1926 después de la denominada ‘Rebelión de los Terratenientes’ que había frustrado cualquier intento de reducir el déficit aumentando la presión fiscal, ya que en la práctica sólo afectaba a funcionarios públicos y poco más por la que se recurrió al déficit de forma generalizada. Cuando estalló la burbuja en la bolsa de Nueva York, ya en 1929, se recurrió precisamente a lo contrario, en el peor momento, el error Berenguer. Si ya en el pasado no se había logrado el equilibrio presupuestario, en medio de una crisis financiera la obsesión por reducir el déficit de Berenguer fue una bomba: "En el momento en que se disminuyó en virtud de la actuación contractiva la función del gasto total, el PIB a precios de mercado y la Renta Nacional disminuyeron, automáticamente se desplomó el empleo y comenzó a aumentar la tensión social". 

De nuevo como en el periodo 1866-68, provocó de alguna forma que la confianza en el régimen monárquico se desplomase. Por supuesto, ya en 1930, la pretensión de que ante una contracción del gasto y un aumento del desempleo hubiese confianza en la peseta era absurda. Según Velarde, John Maynard Keynes lo había advertido al contemplar cómo el Banco de España no estaba "dispuesto a sacrificar una sola onza de sus reservas de oro". Al mismo tiempo, el ministro Argüelles iniciaba una cruzada contra el déficit presupuestario: el ‘Error Argüelles’. 

De alguna forma, en medio de la crisis se consideraba que el depósito de oro en los subterráneos del Banco de España en Cibeles tan laboriosamente amasados durante el periodo anterior iniciado en la Primera Guerra Mundial, mantenía el poder adquisitivo de nuestra moneda. Acertaba Ortega y Gasset cuando reducía el desatino no ya una cuestión económica sino de decisión política. El oro del Banco de España no iba a mantener a la peseta, para empezar porque España ni siquiera estaba en el Patrón Oro de la época. 

Por otra parte hacia 1929 se publicó el denominado 'Catálogo de Rafael Barea' en el que se recogían "organismos públicos autónomos y empresas y empresas de economía mixta" creados o mantenidos por los gobiernos de Primo de Rivera. El laberinto de organismos e instituciones contaba de 10 apartados y unas 100 entidades. La lista de actuaciones sobre el mercado y la intervención en el mundo salarial lo decían todo sobre la política económica en esa década de los años 20: un intervencionismo casi total y financiado casi en su totalidad por el gasto público. El peor problema ya no era ni mucho menos la paridad de la peseta. 

Cuando cayó la monarquía debido a las tensiones sociales crecientes en un contexto de depresión económica, el gobierno provisional de la Segunda República trató de rehacer la política anterior para salvar al país de la quiebra en medio a su vez de una constante inestabilidad política y una también creciente conflictividad patronal-sindical. Se siguió el equilibrio presupuestario, la única de las medidas razonables del periodo. Por otra parte contaban, con el lastre del 'error Berenguer' y el 'error Argüelles', pero la única receta económica para paliar el desaguisado y la crisis mundial fue la total destrucción de la anterior dictadura. Incurrieron de nuevo en la quimera de una moneda revalorizada y añadieron los otros tres pilares: el reparto de la riqueza, el pan barato y el citado presupuesto equilibrado. 

A pesar de las advertencias de Keynes que consideraba que en medio de una gran depresión hacía que España fuera un oasis ya en 1930, la apreciación de la peseta fue una obsesión de nuevo de la Segunda República como lo había sido con el gobierno Berenguer. El gobierno provisional quiso incorporarse de hecho al Patrón Oro, aunque finalmente no se hiciese. El reparto en cambio se sustento en la polémica Reforma Agraria, uno de lo ejes de la política parlamentaria de toda la Segunda República: desde su primer enunciado por el gobierno provisional, su práctica derogación, durante el bienio derechista de los gobiernos de Lerroux y su efímera vuelta con el Frente Popular

Aunque según el profesor Tusell en los comienzos de la Segunda República por primera vez en España los trabajadores de la industria superaron a los del campo la realidad es que el peso de la economía agraria en España era aún enorme. Con la reforma agraria, la expropiación no indemnizada de la propiedad no sólo generaría distorsiones económicas sino que provocó una tensiones que al final estallaron en represalias cuando se inició la Guerra Civil. Con todo, España, que en un principio no había sido uno de los países más afectados por la crisis internacional se enredó en los errores anteriores de la dictadura, se ahogó aún más con una reforma agraria que tuvo consecuencias políticas graves y siguió insistiendo en la apreciación de la moneda. En un contexto negativo sin apenas crecimiento, estalló la Guerra Civil. La verdadera crisis estaba aún por llegar. A España la gran depresión se le juntó con la posguerra cuando ya el régimen de Franco, primero durante la Segunda Guerra Mundial y después aislados internacionalmente, tuvieron que sufrir la verdadera gran depresión de la economía española: el hambre y la miseria de la posguerra.

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