Personajes a contracorriente (II)

Benigno de la Vega-Inclán, el pionero del turismo 'sunny Spain' y Paradores

El primer comisario regio del sector en España tuvo que luchar contra la visión de finales del siglo XIX que veía al país como un lugar de bandoleros y héroes románticos o atrasado a cuenta de la Leyenda Negra.

Benigno de la Vega-Inclán, el pionero del turismo 'sunny Spain' y Paradores.
Benigno de la Vega-Inclán, el pionero del turismo 'sunny Spain' y Paradores.
La Información

Cinco mujeres y cuatro hombres vestidos con trajes regionales miran una partida de cartas alrededor de una mesa llena de vinos y viandas. Con el título de 'Sunny Spain' (Soleada España), esta imagen es posible que haya sido el primer poster turístico español. Formaba parte de una tarjeta postal que se presentó en la Exposición de Londres de 1914. El organizador de la representación española fue Benigno de la Vega-Inclán (Valladolid 1858), primer comisario regio de Turismo de España. 

La Comisaría Regia de Turismo fue el primer intento serio de promover la imagen turística de España en el exterior. La exposición 'Sunny Spain' se celebró en la Sala de la Emperatriz de Earl's Court de Londres. España diseñó y construyó el pabellón, que fue decorado con grandes telones de Amalio Fernández, quien se encargó de la propaganda y de las actividades. "Se pretendía atraer a los visitantes no sólo mostrándoles los principales destinos turísticos de interés, sino también dando a conocer la artesanía, costumbres y trajes populares de las distintas regiones de nuestro territorio. Desgraciadamente, el estallido de la Primera Guerra Mundial truncó la trayectoria de esta Exposición a la que tanto trabajo había dedicado la Comisaría", dice la web del Ministerio de Cultura. 

Hasta entonces, a ojos de los extranjeros España era un país de don juanes, semidesértico y de raras costumbres. El escritor norteamericano Washington Irving viajó por primera vez a España en 1826 y estuvo recorriendo el sur del país durante varios años. De su experiencia salió el libro 'Cuentos de La Alhambra', que retrataba a los bandidos que infestaban los caminos. "De cuando en cuando aparece alguna fatídica cruz, en memoria de algún robo o asesinato, erigida sobre un montón de piedras en un sitio solitario del camino, la cual advierte al viajero que se encuentra en medio de las guaridas de los bandidos, y acaso en el mismo momento de ser acechado por algún oculto bandolero", escribía Irving en 1832. 

Esos personajes para él eran "héroes poéticos". En 1910 no habían cambiado mucho las cosas. En ese año se escribía el primer artículo de la revista norteamericana 'National Geographic' sobre España. Su autor era el historiador británico Charles Upson Clark. "España sigue siendo una ‘terra incognita’. El turista aún no ha logrado echar a perder el país severo y sin embargo fascinante cuyos hijos dominaron Europa y llevaron su lengua y civilización al otro lado del Atlántico. Aislada del resto de Europa por los Pirineos y el mar —en realidad, forma un pedazo desprendido de África—, España ha conservado a lo largo de los siglos innumerables rasgos antiguos que han conferido a su vida y a sus gentes un sello peculiar".

Un estudio elaborado por Jacobo García Álvarez, Paloma Puente Lozano y Juan Manuel Trillo Santamaría muestra a través de artículos del 'National Geographic' cuáles eran las dos imágenes de España a principios del siglo veinte. Una era la imagen romántica, extendida por EEUU por Washington Irving. Y otra no era tan atractiva pues era la herencia de la Leyenda Negra y de la conquista y colonización de América. Esta visión percibía a España y a los españoles de forma negativa. Y se debía al historiador y profesor de la Universidad de Harvard William Hickling Prescott, quien, pese a no haber visitado nunca España, describió el país "como una nación fallida, que, lastrada por la intolerancia religiosa y el absolutismo monárquico, fue incapaz de administrar adecuadamente su Imperio y representaba esencialmente el pasado (monárquico, indolente, fanático), en contrapunto con los valores de futuro (republicanos, emprendedores y racionales) que para él representaban los EE.UU". 

Los españoles eran percibidos como "personas codiciosas, viles, crueles, fanáticas, arrogantes y poco trabajadoras". Contra eso tenía que luchar De la Vega-Inclán, y lo peor era que no tenía muchas armas. La España de los primeros años del 1900 era un país agrícola, atrasado, más bien pobre que había pasado buena parte del siglo XIX desgastado en guerras civiles, golpes de estado, intentonas, asonadas militares y cambios de gobierno. Por poner un ejemplo, entre 1870 y 1912 habían sucedido tres magnicidios en España.

De la Vega-Inclán era marqués, había estudiado la carrera militar, y desde muy joven se había dedicado a viajar por España cada verano. Con 35 años pasó a la reserva y comenzó su carrera como diplomático y político. Viajó por América y por Europa. En 1910 fue elegido diputado a las Cortes por el Partido Liberal (gobernaba José Canalejas) y al año siguiente fue el primer director de la Comisaría Regia de Turismo, germen de una industria que hoy mueve el 12% del PIB. La única arma que tenía De la Vega-Inclán para mejorar la imagen de España eran las relaciones públicas. 

Primero, restauró monumentos como la casa de El Greco, y la de Cervantes en Valladolid, mejoró los hospedajes y promovió la construcción del hotel Palace. Fue además mecenas de exposiciones para mostrar la maestría de Rusiñol, de Sorolla y de Zuloaga. Fue amigo de Turner, el pintor paisajista ingles. Invitó al presidente de Francia Henri Poincaré a visitar España, una visita que fue considerada un pleno éxito. Organizó la Exposición Internacional de Turismo en Londres en 1914. Creó el Patronato de la Alhambra, que hoy día es el sitio más visitado de España. Acondicionó casas antiguas y restos históricos, mejoró las comunicaciones, desescombró alcázares, recuperó castillos… Por decirlo de alguna manera, limpió un país en ruinas para presentarlo de forma más atractiva a los turistas. 

No se conformó con la parte turística. De la Vega-Inclán también promovió obras sociales como el Patronato de las Casas Baratas en Sevilla. Esta ciudad andaluza había sido azotada por el tifus y la gripe. "Malas condiciones climatológicas, epidemias, una alimentación deficiente, ausencia de un sistema adecuado de alcantarillado, una industrialización salvaje, infraviviendas y malos hábitos de higiene situaban la esperanza de vida en tan sólo 35 años", decía en 2018 la web del Ayuntamiento de Sevilla para celebrar los cien años del Patronato. 

Una de las obras más notorias de De la Vega-Inclán fue el Museo Romántico de Madrid, en 1924, que alberga obras pictóricas y muebles de finales del XIX y principios del XX. Pero sin duda, una de las aventuras más adelantadas fue la red de Paradores. En tiempos de Alfonso XIII y bajo la dictadura de Primo de Rivera, logró levantar en la sierra de Gredos en 1926 el primer parador, al que siguieron remodelaciones conventos en Mérida (junto a la recuperación del teatro romano), y castillos como el de Oropesa en Toledo, todos ellos sedes de paradores. 

Durante la Guerra Civil viajó a París en nombre de las tropas nacionales para cuidar las obras de arte salidas de España para evitar que cayeran en manos de compradores. Al finalizar la guerra volvió a París para continuar la vigilancia de las obras. En 1940 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Murió en 1942 y fue enterrado en el cementerio de San Isidro de la capital. Sin duda fue el pionero del turismo en España, de la conservación del patrimonio histórico y artístico y, quizá, como suele ser costumbre en España, uno de su grandes olvidados.

Mostrar comentarios